Acabo de llegar de un viaje a Marruecos; ha sido una pasada y seguro que volveré el año que viene. Todo nos ha salido perfecto, salvo que, desde hace un par de días, tengo una gastroenteritis “de caballo” con diarreas continuas. Durante el viaje, algunos de nuestros compañeros también la cogieron, lo cual fue mucho peor, porque les arruinó la estancia. Mi pregunta es, ¿cómo se puede prevenir para evitar complicaciones en el futuro? Manolo (Granada)




 


Se entiende por diarrea del viajero la presencia de 3 ó más deposiciones no sólidas a lo largo de 24 horas, que se producen en el transcurso de viajes a otros países o poco después del regreso. Puede ir acompañada por cólicos, vómitos, fiebre o presencia de sangre en heces. El doctor José Alfredo Carreto, de la Asociación Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica, explica:


 

  • Habitualmente el cuadro se presenta a lo largo de la primera semana de estancia en la zona.
  • Aparece de forma abrupta, a veces precedido y frecuentemente acompañado por la presencia de cólicos abdominales y malestar general, pudiendo asociarse a otras manifestaciones ya reseñadas
  • Generalmente sigue un curso benigno, siendo infrecuente la afectación importante del estado general y cifrándose la hospitalización por esta causa en el 1% de los casos. La duración promedio del cuadro es de cuatro días incluso sin tratamiento.
  • Aunque es muy raro que sea severa y es excepcional que produzca mortalidad, se calcula que entre el 30 y 45% de los pacientes que la padecen quedan incapacitados para poder seguir con su plan de viaje durante al menos de 12 a 24 horas.

Las zonas de alto riesgo a la hora de contraer esta patología don el Sudeste asiático, África, América Central y América del Sur
. Entre las medidas de prevención a adoptar se encuentran un seguimiento estricto de las medidas higiénicas elementales como lavarse las manos antes de las comidas y evitar la ingesta de alimentos y bebidas con riesgo de contaminación: verduras crudas, salsas, mayonesas, postres fríos preparados, carnes, mariscos o pescados crudos o poco cocinados, agua no embotellada o bebidas diluidas con agua y fruta sin pelar o que lleve cortada cierto tiempo. Constituyen también un riesgo las comidas preparadas y los alimentos que han sido cocinados y permanecen horas a temperatura ambiente, o las de puestos ambulantes y callejeros.

El tratamiento se basa en la rehidratación por vía oral siempre que sea posible ya que contienen las concentraciones de sales y líquidos adecuadas y la concentración de glucosa para conseguir el correcto equilibrio electrolítico; y ocasionalmente, en un tratamiento antibiótico dirigido a cubrir los gérmenes que con mayor frecuencia están implicados en estos cuadros.

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Redacción Consejos

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