José Giral Pereira (1879-1962).

De José Giral Pereira, boticario y químico, casi nadie recuerda nada. Es sorprendente porque fue catedrático en la Facultad de Ciencias de Salamanca y en la de Farmacia de Madrid, Rector de la Universidad Complutense y, sobre todo, Ministro de Marina en dos ocasiones, de Estado o Asuntos Exteriores en otra y, sobre todo, Presidente del Gobierno en otras dos. Si les digo que fue el Presidente del Gobierno que se opuso al golpe militar del 18 de julio de 1936 y, luego, el Presidente de la República en el exilio que consiguió la retirada de embajadores del régimen franquista, sabrán ya porqué su nombre no les dice nada. El franquismo persiguió a sus enemigos hasta su total aniquilación. Cuando no pudo, tendió un manto de silencio sobre todos sus actos, hasta conseguir el olvido. Es el momento ahora, de levantar esos pesados velos.

José Giral nació en Cuba, en 1879, de padre español y madre cubana. Vino a España algo antes del desastre de 1898 y cursó sus estudios a base de esfuerzo y de dar clases particulares. Se licenció y doctoró en Farmacia y Químicas y obtuvo la ayuda de José Rodríguez Carracido, uno de los farmacéuticos que introdujeron la Bioquímica en nuestro suelo. Empezó de boticario rural en un pueblo de Ávila y luego trabajó en laboratorios de medicamentos, del ejército, de hospitales y de la universidad hasta conseguir la cátedra de Salamanca. Una vez obtenida viajó a París para formarse. Ahora, un catedrático ha de estar perfectamente instruido para acceder a su puesto. Desde el siglo XVIII hasta principios del siglo XX sucedía al revés. Primero ganabas la cátedra y luego viajabas al extranjero para formarte. En Salamanca puso botica, trabajó como perito de compañías ferroviarias, estableció industrias, todo sin demasiado éxito, aunque siempre con gran prestigio intelectual y social. Cansado de la vida en provincias, se compró una farmacia en Madrid, estableció un laboratorio químico y se vino a la capital. Fue Presidente del Colegio de Farmacéuticos de Madrid y vicepresidente del de Salamanca. Le nombraron responsable del laboratorio químico del Instituto Oceanográfico y luego ganó la cátedra de Bioquímica de la Facultad de Farmacia. Como científico destacó en el análisis químico, en la química del mar, en el estudio de la alimentación humana y, algo menos, en la bioquímica.

Desde sus años de estudiante militó en grupos cercanos a la República bajo la autoridad intelectual de Unamuno. Era partidario de Salmerón, es decir, contrario a la pena de muerte, partidario de la separación radical entre la Iglesia y el Estado, proclive a colaborar con las fuerzas obreras y con los autonomistas. En Madrid, en su rebotica, creó el partido Acción Republicana y allí tomó el mando del mismo Manuel Azaña, con quien le unió una fraternal amistad hasta su muerte. Fue uno de los iniciadores de la Alianza Republicana y luego, tras el ascenso de las derechas durante la República, de Izquierda Republicana y del Frente Popular. Su constante conspiración anti monárquica le llevó a la cárcel en numerosas ocasiones, a partir de 1917 y cuando Manuel Azaña le nombró Ministro de Marina, por primera vez, el pitorreo mediático fue tremendo, pues siempre había sido ministro un marino y ahora lo era un farmacéutico. Sin embargo, como ministro, amparándose en militares de creencias republicanas fortísimas y de obediencia masónica, controló la Armada y la preservó, casi en su totalidad, para la legalidad republicana. Cuando se produjo el golpe fascista del 18 de julio, dimitidos Casares Quiroga y Martínez Barrio, aceptó presidir un gobierno de republicanos solos para intentar parar el golpe. Como primera medida armó al pueblo e inició todas las políticas gubernamentales que culminaría luego Largo Caballero. Su resistencia al golpe le hizo el responsable político de la terrible represión producida en la Marina y entre los civiles. Su impotencia para detenerla es su principal lacra aunque, evidentemente no fue el responsable último de la misma desde el punto de vista ético. Cuando dejó la presidencia del Gobierno continuó como ministro sin cartera y, con Negrín, volvió a serlo de Estado. Todas sus fuerzas las dirigió a tratar de conseguir la intervención de las democracias occidentales a favor de la República. También se encargó del canje de prisioneros. Tras la caída de Cataluña y la dimisión de Azaña, se embarcó rumbo a México, en cuya Casa de España fue recibido como profesor de Química. En 1945 fue elegido Presidente de la República en el exilio. Pese a sus reticencias con los comunistas y los anarquistas, formó un gobierno de concentración e impidió que el régimen franquista formara parte de la ONU. Además, propició la retirada de embajadores, basándose en las alianzas entre Franco y los fascismos derrotados de Hitler y Mussolini. En España se inició una terrible campaña de insultos, firmada por el propio Almirante Carrero Blanco, en la que su oficio de boticario, curiosamente, se utilizó, una y otra vez, como si fuera algo indigno o execrable. Se dio la imagen de hombre gris, tímido, oscuro, sanguinario, ignorante en lo suyo y de izquierdas, el ejemplo de la anti España. En realidad era tímido, con un carácter suave en las apariencias pero dotado de una gran fuerza de voluntad, no era de izquierdas, sino republicano, lo que hoy llamaríamos un hombre de centro, capaz de dialogar con los comunistas y anarquistas pero siempre desconfiado de ellos y, desde luego, sí fue masón como la mayoría de quienes, en sus tiempos, no poseían una fe católica y eran socialmente progresistas. Sus ideas y actitudes, si prescindimos de la obediencia masónica y del republicanismo, fueron las que dieron lugar a una transición pacífica tras la muerte del dictador.

Murió en México, en 1962, dedicado hasta esa fecha a la docencia y la investigación y con un prestigio científico altísimo plasmado en decenas de doctorados honoris causa de muchas universidades de la América hispana. Hasta 1964 tuvo ficha abierta en el juzgado de represión de la masonería y el comunismo que le había despojado de la cátedra y le pedía una fuerte condena. Sus expedientes personales, en algunos archivos, continúan alejados de los del resto de los profesores, junto a los de otros destacados dirigentes republicanos.

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Redacción Consejos

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