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Los autores del estudio consideran que las probabilidades de éxito en la lucha contra la obesidad son mayores en la prevención que en el tratamiento, e inciden en que mientras éste último requiere cambios de conducta relevantes, para prevenirla bastaría reducir 100 calorías diarias en el 90% de los casos de la población adulta. Según el estudio, el gasto energético ha disminuido de forma importante en el último siglo debido a una menor actividad física diaria, y restaurar los anteriores niveles de ejercicio físico es una condición esencial para luchar contra la obesidad. En este sentido, según la universidad americana, existen numerosos estudios que indican cómo niveles superiores de actividad física están asociados a un menor aumento de peso, mientras que niveles más bajos de ejercicio físico se vinculan a un peso mayor.
El estudio publicado en la revista Circulation, también resalta la influencia del entorno en el comportamiento de las personas y la importancia de dotar a la población de infraestructuras necesarias para ayudarle a desarrollar un estilo de vida más activo, “esforzándonos por modificar el entorno físico para aumentar la disponibilidad y accesibilidad de las opciones saludables”. Igualmente, consideran prioritario realizar especiales esfuerzos en la educación, de forma que se pueda ayudar a la población a comprender el significado y alcance del concepto de equilibrio energético, y su importancia en la prevención del sobrepeso y la obesidad, y promoción de la salud.
La importancia del equilibrio energético
La investigación aborda también que la restricción alimentaria por sí sola no resulta eficaz a la hora de reducir la obesidad, debido a que la fisiología humana está preparada para un elevado nivel de ingesta y de gasto energético al mismo tiempo. De este modo, dicha restricción alimentaria unilateral produce la defensa natural del organismo de mantener su peso actual, alterando la forma en que el cuerpo quema calorías. Los autores del análisis aseguran que, además, la restricción constante de alimentos es difícil de mantener a largo plazo e “igualar la ingesta de energía (calórica) con un alto gasto energético sería más factible para la mayoría de las personas que restringir la ingesta alimentaria para compensar un nivel bajo de consumo de energía”.
Tal y como afirma el profesor de Pediatría y Medicina del Campus de Medicina de la Universidad de Colorado y coautor de la investigación, James O. Hill, “si no aumentamos la actividad física de la población, nos estaremos limitando a fomentar unos niveles insostenibles de restricción alimentaria, una estrategia que no ha funcionado antes, no es probable que lo haga en el futuro”; y añade que hay que cambiar el mensaje, de “comer menos y moverse más” por “moverse más y comer mejor”.