En base a los resultados obtenidos en un reciente estudio, la Fundación Española del Corazón (FEC) advierte que los suplementos de testosterona pueden aumentar entre un 20% y un 30% el riesgo cardiovascular.

Así lo afirma una investigación publicada recientemente en la revista PLOS One, que revisó el historial médico de 55.000 hombres tratados con testosterona y comparó el riesgo de padecer un infarto de miocardio un año antes de empezar el tratamiento y 90 días después de la primera dosis hormonal. Pasado este tiempo, se observó que los hombres mayores de 65 años habían duplicado el riesgo de padecer un infarto de miocardio, mientras que, en el sector más joven de la muestra, ese aumento se percibió más significativamente en
aquellos que ya presentaban un historial de enfermedad cardiovascular. Del mismo modo, también se observó que, una vez pasados 90 días después de suspender el tratamiento con testosterona, se restablecían los valores de riesgo cardiovascular inicial previos al tratamiento.

La testosterona es una hormona anabólica producida fundamentalmente en los testículos, aunque también se produce en los ovarios, y en glándulas suprarrenales. Esta hormona juega un papel fundamental en el desarrollo de los órganos sexuales, y en los caracteres sexuales secundarios como el aumento de la masa muscular, el crecimiento del pelo corporal (barba y tronco), y aspectos psicológicos como la líbido y la agresividad. El conjunto de sus efectos metabólicos anabolizantes, especialmente sobre el desarrollo de la masa muscular (mejora de la fuerza y resistencia muscular), han sido utilizados por deportistas para mejorar su rendimiento, aunque la utilización de esta hormona es ilegal por estar incluida en la lista de sustancias dopantes.

Los valores óptimos de testosterona en los hombres deben estar entre los 10 y los 30 nmol/L, mientras que en las mujeres estos intervalos deben situarse entre los 0,6 y los 2,5 nmol/L. Aunque en la mujer el descenso de secreción hormonal se produce de forma abrupta en la menopausia, en el hombre la disminución de la testosterona sucede progresivamente a partir de los 40 años (1-2 % de reducción anual). Esta mengua hormonal se asocia al incremento de enfermedades cardiovasculares, síndrome metabólico, obesidad y sarcopenia (disminución de masa muscular), aunque la suplementación de testosterona en dosis elevadas se ha asociado a muerte súbita cardiaca y a patologías degenerativas hepáticas y testiculares.

Así lo explica el Dr. Carlos de Teresa, representante de la Fundación Española del Corazón (FEC) y especialista en Medicina del Deporte. “Los niveles de testosterona segregados de manera fisiológica en los testículos y ovarios, es decir de testosterona endógena, se ven reducidos progresivamente a partir de los 40 años debido al proceso de envejecimiento, contribuyendo a la aparición progresiva de síntomas que comienzan por reducción del vigor y fuerza muscular, posteriormente disminución de las erecciones matutinas y finalmente disfunción eréctil y pérdida del deseo sexual”. Además, el Dr. De Teresa añade que, “para revertir esta situación, cada vez son más los pacientes que utilizan suplementos de testosterona exógena, aunque los últimos estudios destacan la necesidad de controlar muy bien a estos pacientes en los que se puede llegar a triplicar el riesgo cardiovascular”.

“Mientras que la testosterona endógena tiene efectos beneficiosos sobre el sistema cardiovascular, ya que mejora por ejemplo la vasodilatación arterial, los suplementos exógenos de testosterona pueden tener otros efectos negativos relacionados con policitemia (aumento de hematíes que produce hemoconcentración), incremento de la coagulabilidad sanguínea, disminución del HDL-colesterol, hipertensión arterial y efectos sobre la próstata en determinados grupos de pacientes. En los casos de dosis elevadas de testosterona se produce una mayor hipertrofia cardiaca que puede aumentar el riesgo cardiovascular y el riesgo de sufrir tumores de hígado y próstata”, matiza el doctor.

Estudios llevados a cabo en Estados Unidos muestran un aumento de 500.000 nuevos pacientes cada año y actualmente ya hay más de 5 millones de personas que sufren una disminución de testosterona. Es por este motivo que en los Estados Unidos, el número de pacientes tratados con suplementos de testosterona se ha multiplicado por cinco en la última década, alcanzando los 5,3 millones de recetas.

A nivel legal, la Administración de Medicamentos y Alimentos (FDA) aprobó la venta de los suplementos de testosterona en caso de patologías graves –y bajo rigurosa prescripción médica–, “como por ejemplo en hombres que han sido sometidos a tratamientos por cáncer testicular en los que el déficit de la producción endógena de testosterona requiere una suplementación exógena”, describe el Dr. Carlos de Teresa, quien incide en que, “los efectos que produce la ingesta de estos productos ha llevado a la Agencia Mundial Antidopaje (WADA) a prohibir su comercialización y cualquier índice de tratamientos con testosterona se considera dopaje. A pesar de su estricta regulación en el mercado, la venta de estos suplementos en Internet es muy amplia y muchos portales se están especializando en el sector de forma ilegal”.

Dormir más y reducir el estrés
Los efectos perjudiciales en el sistema cardiovascular producidos por el consumo de testosterona han llevado a la FEC a recomendar métodos naturales que ayudan a aumentar sus niveles.

“Para estimular la producción natural de estas hormonas y que produzcan adaptaciones de distintos sistemas (incluido el cardiovascular), lo ideal es mantener una vida suficientemente activa y saludable, incluyendo una alimentación equilibrada y sueño reparador. De esta manera conseguiremos disminuir el riesgo de lesiones o eventos cardiovasculares agudos ante situaciones de desequilibrio físico o emocional”, señala el especialista.

Una de las causas ajenas al propio metabolismo por las que se reducen los niveles de testosterona es el frenético ritmo de vida actual. El estrés activa la secreción de una hormona denominada cortisol, que provoca efectos negativos como el deterioro de la masa y energía muscular. “Las personas sometidas a altos niveles de estrés segregan una mayor cantidad de cortisol, una hormona catabólica (destructora de tejidos) contrapuesta a la testosterona, que tiene un efecto anabólico. Los síntomas provocados por el estrés, como fatiga, cansancio, sueño poco reparador e incluso depresión, están producidos por un aumento de cortisol y un descenso de testosterona. Uno de los beneficios de hacer ejercicio, tener un buena alimentación y reducir los niveles de estrés es que la relación entre la testosterona y el cortisol se normaliza, reduciéndose los niveles de cortisol y e incrementándose los niveles de testosterona”.

Así, la FEC recomienda practicar ejercicio físico una media de 30 minutos al día para elevar los niveles de testosterona, dormir un mínimo de 8 horas diarias y descansar bien, ya que el sueño reparador consigue mejorar la masa muscular. En este sentido, se ha observado que durante la fase REM, un periodo que representa un 25% del sueño, hay una mayor estimulación de los mecanismos celulares que contribuyen a la regeneración muscular después del daño fisiológico que produce el ejercicio físico o el propio estrés emocional.

La testosterona, una hormona con historia
La testosterona se empezó a usar como medida de emergencia después de la Segunda Guerra Mundial en los presos de los campos de concentración para recuperar su completa funcionalidad, ya que habían perdido toda su musculatura y su actividad testicular.

A pesar de esta utilidad, un estudio publicado en Journal of the American Association revisó el historial médico de 8.700 veteranos de guerra, muchos de los cuales presentaban bajos niveles de testosterona, y concluyó que aquellos que habían recibido tratamientos de testosterona corrían un riesgo un 30% mayor de sufrir un infarto cerebral o un ataque al corazón.

Ante estos datos, el doctor Carlos de Teresa manifiesta que “el organismo tiene mecanismos adaptativos ante situaciones que produzcan carencias o desequilibrios no debidos a enfermedades, siempre que los hábitos sean adecuados y saludables. Sólo cuando las situaciones patológicas de enfermedad lo requieren, se debe recurrir a tratamientos de suplementación hormonal, si bien aún en estos casos la adopción de estilos de vida saludables son un magnífico mecanismos para potenciar los efectos beneficiosos del tratamiento médico”, concluye el doctor.

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Redacción Consejos

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