A cada estación, su plan de belleza
Adaptar la rutina de cuidados a los cambios primaverales es clave para mantener una piel sana y equilibrada.
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Como las plantas, la piel “brota” en primavera, pero no siempre lo hace para lucir en todo su esplendor, como las flores, sino que hay una serie de factores, sobre todo ambientales, típicos de esta estación que pueden hacer que nuestra epidermis ponga su “peor cara” al buen tiempo. Para evitarlo es necesario hacer una serie de reajustes en el plan de cuidados y activar las alarmas frente a los elementos y situaciones que más la desestabilizan.
El “buen rollo”, el mayor bienestar y la positividad que suelen asociarse a la llegada de la primavera no son acogidos con la misma “alegría” por parte de nuestra piel. De hecho, para muchas personas -sobre todo aquellas que tienen la piel sensible o padecen algún problema cutáneo crónico- esta época del año resulta especialmente complicada, debido principalmente a los cambios meteorológicos y otras circunstancias que alteran el estado de la epidermis y/o empeoran los síntomas de alguna patología pre-existente.
Ya está aquí la “tormenta perfecta”
“Una tormenta perfecta”. Así define la doctora Trinidad Montero, dermatóloga del Hospital Virgen de las Nieves (Granada) y miembro de CILAD, el impacto que los factores ambientales y de otro tipo asociados a la primavera tienen sobre la piel, y explica el porqué: “En esta época del año nos encontramos más expuestos al exterior; hay más horas de sol, llevamos menos ropa, y todo ello agrava los problemas cutáneos. Además, en primavera, también florecen las plantas y son más frecuentes las dermatitis de contacto alérgicas e incluso irritativas por culpa del polen. Y no hay que olvidar que, por si fuera poco, al estar la piel más expuesta al sol, también aumenta el riesgo de las picaduras de insectos”.
Las tipologías cutáneas que más acusan los efectos negativos del cambio de estación son las pieles sensibles, tal y como comenta María Pérez de Villaamil, directora de Centro Mem, especializado en estética natural, ecológica y orgánica: “La piel es el órgano más grande que tenemos y actúa como barrera protectora entre el organismo y el entorno exterior, frente al que se expresa a través de reacciones muy diversas: desde rojeces e irritaciones hasta picores intensos o eccemas repentinos. En el caso concreto de las pieles sensibles, en situaciones como las que se dan en primavera, pueden llegar a volverse intolerantes o reactivas, algo cada vez más frecuente, por cierto”.
Por todo ello, y de forma similar al cambio de armario que se hace en primavera, es necesario también resetear el neceser cosmético, sustituyendo las texturas más densas del invierno por formulaciones ligeras que aporten la hidratación necesaria, pero sin “asfixiar” una epidermis obligada a reaccionar a los embates del clima (generalmente inestable y variable) de esta época del año, y optando por productos específicamente formulados para calmar las manifestaciones cutáneas más habituales.
¿Bronceado pre-verano? Por qué no es una buena idea
A la hora de poner de relieve los factores medioambientales que están más implicados en los efectos perniciosos de la primavera a nivel cutáneo los expertos son unánimes al señalar a la radiación solar. Y es que ese “moreno precoz” que la mayoría estamos ansiosos por lucir y que tan favorecedor resulta puede convertirse en un enemigo encubierto para la piel (más allá del consabido riesgo de cáncer y otras alteraciones cutáneas serias). “Una de las primeras medidas para cuidar la piel en esta época del año es protegerse del sol, usando un fotoprotector y también cubriendo el cuerpo con ropa, gorras o sombreros”, comenta la dermatóloga Trinidad Montero, quien hace especial mención al papel de “agente doble” que pueden jugar en este momento las gafas de sol: “Además de proteger a los ojos frente a la radiación solar también pueden actuar como barrera frente al contacto con alérgenos, especialmente en la zona de los párpados, que es muy sensible”.
Por su parte, Paula Martín, farmacéutica para Naturadika, advierte sobre la “cara oculta” de la tan ansiada exposición a los rayos solares tras el frío invierno: “Aunque puede parecer que el sol es beneficioso para calmar afecciones cutáneas como el acné, la psoriasis o el eczema debido a su acción antiinflamatoria, estos beneficios son de corta duración. Por ejemplo, para protegerse de los rayos UV, la piel se engrosa y da la sensación de que el acné está desapareciendo, produciendo la ilusión de una piel más lisa”.
Otro “efecto fake” es la impresión de que la piel está menos grasa, “pero en realidad se trata de una reacción de defensa contra la deshidratación producida por el aumento de las temperaturas, lo que lleva a una sobreproducción de sebo por parte de la glándula sebácea, para compensar esa pérdida de hidratación”, señala Paula Martín. Algo similar ocurre con las imperfecciones y cicatrices cutáneas, que el “tono primavera” parece difuminar, pero no es así, como apunta la experta: “La exposición al sol a veces puede provocar que las cicatrices se vuelvan marrones, haciéndolas menos visibles con el bronceado. Esto se explica por el aumento de producción de melanina por parte de la piel para protegerse de los rayos UV, lo que se conoce como hiperpigmentación”.
No sólo el clima: texturas, ingredientes y entornos que hay que vigilar
- La deshidratación. El viento (ese “marzo ventoso” del que habla el refranero), el aumento de las temperaturas, la excesiva sequedad de algunos entornos y una dieta inadecuada son algunos de los factores que propician la deshidratación que muchas pieles experimentan en esta época del año y que se manifiesta en una sensación de tirantez, tono apagado, aparición de picazón y/o escozor, etc. La deshidratación puede dar lugar a su vez a otra situación cutánea que es también más frecuente en primavera: lo que se conoce como piel estresada que, como comenta María Pérez de Villaamil, se caracteriza por una alteración generalizada de la epidermis: “Una piel estresada presenta unos mecanismos de defensa deteriorados y un pH alterado. Como consecuencia de ello, el cutis pierde luminosidad, presenta un tono apagado y los poros pueden estar obstruidos, al aumentar la segregación de grasa. Otro signo de que estamos ante una piel estresada es un nivel de deshidratación evidente y, como consecuencia, unas arrugas y líneas de expresión acentuadas”.
- El binomio humedad-grasa cutánea. Aunque el aire húmedo y los chaparrones que caracterizan a la primavera en algunas latitudes favorecen que la piel retenga la humedad con más facilidad, este efecto, muy deseable en el caso de las pieles secas, no lo es tanto en las grasas, ya que un clima excesivamente húmedo puede aumentar la producción de las glándulas sebáceas, lo que a su vez provoca la obstrucción de los poros y la congestión.
- La contaminación. Al pasar más tiempo en el exterior, el contacto con la contaminación y otros tóxicos ambientales es mayor, lo que va en detrimento de una piel sana: “La contaminación del aire, especialmente en las ciudades, está llena de partículas finas, metales pesados y compuestos orgánicos volátiles, sustancias todas ellas que pueden depositarse en la piel y generar radicales libres, moléculas inestables que dañan las células cutáneas y aceleran el envejecimiento. Los signos visibles de esta acción incluyen arrugas prematuras, manchas oscuras y una textura desigual”, explica la directora de Centro Mem.
- Ciertos ingredientes cosméticos. Es frecuente que las mismas fórmulas y texturas cosméticas que se usan en invierno no sólo no resulten efectivas sino que incluso contribuyan a alterar la piel durante la primavera. María Pérez de Villaamil afirma al respecto que “muchos productos de belleza y cuidado personal contienen ingredientes que pueden ser tóxicos, como parabenos, ftalatos, sulfatos y ciertos conservantes químicos, fragancias y perfumes. Estos químicos pueden irritar la piel, producir alergias y, con el tiempo, interrumpir la función normal de las glándulas sebáceas, lo que favorece la aparición de problemas como el acné, la dermatitis y la sequedad”.
Atención pieles grasas y acneicas: sois las más perjudicadas
Las pieles grasas y con tendencia acneica deben activar al máximo las alertas en lo que a cuidados se refiere en cuanto el termómetro empieza a subir, ya que está demostrado que el calor de la primavera y el verano hace que estas pieles sean más proclives a sufrir brotes, debido a que los múltiples factores ambientales, la radiación ultravioleta o la aplicación/reaplicación del protector solar pueden alterar las glándulas sebáceas, aumentando la producción de grasa y, por lo tanto, generando más acné.
La evidencia más visible de esta mala relación entre las altas temperaturas, el exceso de sebo y el acné son los habituales “rebotes” que experimentan muchas de estas pieles al final de la temporada estival si no se cuidan adecuadamente durante los meses de más calor.
Asimismo, hay que tener en cuenta que aunque el acné facial centra toda la atención, es muy importante no olvidarse del acné corporal (un target “de plena actualidad” en lo que a formulaciones cosméticas se refiere). “Las glándulas sebáceas en el cuerpo, igual que en el rostro, pueden producir más aceite del que la piel puede manejar y los poros se acaban obstruyendo. En combinación con las células muertas de la piel, esta acumulación dentro del folículo piloso puede dar lugar a la aparición de granos o comedones”, comenta Marta Agustí, directora dermocosmética de Omorovicza.
Los granitos típicos del acné corporal aparecen en zonas como la espalda, el pecho, los brazos y los muslos, con la peculiaridad de que no sólo son antiestéticos, sino que también pueden resultar incómodos e incluso dolorosos.
Granitos y compañía: cómo mantenerlos a raya
- Limpieza diurna…. Tal y como apuntan desde HD Cosmetic Efficiency, en esta época del año la piel suda más debido al incremento de la temperatura ambiental y como consecuencia de esto, si no se limpia a diario y de manera adecuada, se produce un exceso de suciedad que puede introducirse en los poros, empeorando el estado de estas pieles. “Asimismo, tanto para la limpieza como para el resto de cuidados cosméticos es fundamental emplear productos específicos para este tipo pieles, con el objetivo de evitar que la epidermis se engrose y que las células obstruyan el poro, lo que favorece la inflamación y propicia una potencial infección, dando lugar a los granos característicos del acné”, señalan.
- … Y, también, nocturna. La farmacéutica Paula Martín hace hincapié en la necesidad de realizar una limpieza profunda antes de dormir y de adoptar otras rutinas nocturnas que aseguran el confort de las pieles acneicas con la llegada del buen tiempo: “Cambiar regularmente las fundas de la almohada para reducir las bacterias y aceites que obstruyen los poros, y descansar bien por la noche, para así regular las hormonas y reducir la inflamación”.
- Limitar (y/o evitar) la exfoliación. “El uso frecuente de exfoliantes puede irritar aún más la piel (que ya está predispuesta a este efecto debido al cambio de estación) y, por tanto, empeorar el acné, al dañar la barrera cutánea, provocando además microabrasiones. En la piel del cuerpo, aconsejo utilizar un cepillo de ducha de mango largo para exfoliar las células muertas sin causar irritación y llegar fácilmente a la espalda, que es una de las zonas corporales más afectadas por esta alteración cutánea”, explica Paula Martín.
- Perfumes y baños de espuma, guardados hasta el otoño. La experta aconseja evitar determinados gestos cosméticos, como los baños de burbujas perfumados y densos: “Los perfumes pueden causar irritación, mientras que la textura densa puede obstruir los poros. Lo mejor es buscar opciones más ligeras, preferiblemente que contengan ingredientes como el ácido azelaico, que tiene propiedades antiinflamatorias y antibacterianas”.
Problemas “de todo el año” que empeoran con el buen tiempo
El cambio de las circunstancias medioambientales puede agravar y/o intensificar los síntomas de muchas afecciones cutáneas, pero hay dos que son más sensibles a la acción del entorno primaveral: la rosácea y la dermatitis atópica:
- Rosácea: ¿es o no es? “La rosácea es una enfermedad inflamatoria crónica multifactorial que, como tal, no tiene cura, aunque sí se pueden minimizar o espaciar los brotes y reducir los síntomas. Se caracteriza por una reactividad cutánea incrementada con frecuentes episodios de enrojecimiento facial (lo que se conoce como cuperosis)”, explica Estefanía Ferrer, ingeniera química y CEO de Lico. No se conocen con precisión las causas de la rosácea, pero se sabe que se asocia a condiciones predisponentes, algunas de las cuales son características de la primavera: factores ambientales como una temperatura excesivamente alta, el sol, el viento o la humedad; realizar un a actividad física intensa (un hábito más frecuente en esta época del año) y el estrés (una condición en la que los brotes son prácticamente inevitables). Uno de los aspectos que más dificultan el tratamiento de la rosácea es que puede confundirse fácilmente con un episodio de intolerancia y también con otros problemas con “agravamiento primaveral” como la dermatitis o el acné. Por ello, es importante identificar claramente los síntomas y las formas en las que se manifiesta en la piel: “La rosácea afecta principalmente a las áreas centrales del rostro (pómulos, nariz, mentón y frente) y sus síntomas más característicos son los siguientes”, apunta Estefanía Ferrer: Rubor facial: “Aparecen brotes periódicos, lo que se conoce como flushing”; eritema (enrojecimiento/irritación) permanente, con pápulas y pústulas; presencia de arañas vasculares; sensación de quemazón, picor y escozor en la piel.
“En cuanto al tratamiento, la cosmética es efectiva, pero deben utilizarse productos que contengan ingredientes que repongan los lípidos epidérmicos, mantengan la hidratación y reparen la función barrera de la piel. Además, han de estar formulados con activos antiinflamatorios, antibacterianos y queratolíticos, con el objetivo de calmar y proteger la piel de la hidratación y no provocar alergias ni acné”, comenta la experta de Lico.
- Dermatitis atópica: su nexo con las alergias: Según explica la doctora Trinidad Montero, la piel con dermatitis atópica, caracterizada por ser especialmente sensible, es una de las que más acusa los efectos del cambio primaveral, especialmente los derivados de la mayor exposición a la luz: “Estas pieles tienen alterada la función de barrera, por lo que también van a sufrir hipersensibilidad ante el polen. Pero uno de los aspectos más determinantes en su agravamiento es el cambio de temperatura, que facilita la aparición de lesiones relacionadas con el sol, como quemaduras, hiperpigmentación y las picaduras de insectos”.
Otro elemento que incide especialmente en el empeoramiento del estado de estas pieles es la contaminación: “En las ciudades hay mayor prevalencia de la dermatitis de contacto alérgica asociada a la primavera, pero este efecto puede ser aún más intenso en las zonas rurales en las que florecen más las plantas, aumentando por tanto la presencia de polen, que no sólo favorece el desarrollo de dermatitis de contacto alérgica en las personas que están sensibilizadas sino que, además, propicia la aparición de lesiones en zonas más frágiles como son los párpados y el área alrededor de los ojos, la boca y la nariz, produciendo también rojeces y sensación de quemazón”.
Pieles sin reacciones
1-Radiance Serum, de Farma Dorsch. Tratamiento prebiótico diseñado para actuar como un escudo protector frente a los factores ambientales, ayudando a prevenir la inflamación cutánea.
2-Emulsión Cuidado Intensivo HD Rosae, de HD Cosmetic Efficiency. Solución para las pieles sensibles con rojeces y con tendencia a la cuperosis y la rosácea.
3-Biretix Serum Doble Corrección, de Cantabria Labs. Producto diseñado para el acné adulto, minimiza poros e imperfecciones, combate la textura irregular y suaviza los signos de edad.
4-DermoPure Crema Corporal Triple Effect, de Eucerin. Tratamiento formulado específicamente para abordar las características específicas del acné del cuerpo.
5-Free Skin Patch, de Talika. Parche transparente invisible que absorbe las impurezas y el exceso de sebo, protege contra las agresiones externas y ayuda a suavizar las cicatrices del acné.
6-Day Calm Mist Biotic Pro, de Camaleon Cosmetics. Bruma calmante con complejo prebiótico que alivia el malestar y la sequedad de la piel mientras refresca y protege la barrera cutánea.