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El 73% de los afectados por urticaria crónica cancela su participación en actos sociales, más del 70% se siente limitado en sus relaciones sexuales, y 1 de cada 4 falta al trabajo casi una vez al mes. Así de limitante puede llega a ser esta patología que a menudo requiere la visita a urgencias y que ha sido la protagonista de la Semana Mundial de la Alergia celebrada el pasado mes de abril.
Aunque los pacientes coinciden en que al principio es en lo primero que se piensa, la urticaria crónica es una enfermedad autoinmunitaria y no alérgica, que afecta a la piel y las mucosas, y que tiene una duración mínima de 6 semanas. De hecho, casi nunca está causada por una sensibilización o una reacción de hipersensibilidad a alérgenos ambientales como el polen, los hongos, los ácaros del polvo o los epitelios de animales. El origen puede ser autoinmunitario, por lo que se detectan anticuerpos que estimulan crónicamente los mastocitos que liberan histamina. En muchos otros casos no se identifica ninguna causa que la desencadene. De hecho, las causas que la provocan «son difíciles de determinar y su diagnóstico no siempre resulta fácil, lo cual supone un desafío tanto para para el clínico como para el propio paciente”, asegura el doctor Antonio Valero, presidente electo de la SEAIC. No obstante, en un 40% de pacientes se ha podido demostrar que se trata de un mecanismo autoinmunitario, esto es, que es nuestro propio sistema inmunitario el que genera una respuesta inflamatoria exagerada en la piel, en forma de habones o ronchas e intenso picor.
Beber leche o evitar alimentos ricos en histamina como los frutos secos, los mariscos o las fresas no tiene sentido ni mejoran los síntomas de la urticaria, ya que la enfermedad no se debe a una alergia alimentaria.
Síntomas y consecuencias
Se manifiesta con la aparición prácticamente diaria de habones o ronchas por todo el cuerpo, en ocasiones acompañadas de angioedema, que consiste en una inflamación de los tejidos subcutáneos produciendo hinchazón de párpados, labios, lengua, manos, región genital, etc. La aparición de los síntomas en muchos casos se produce de forma espontánea e impredecible, sin desencadenante externo específico, produciendo una falta de control que potencia la incertidumbre y el malestar. Aunque el estrés no es la causa directa de la urticaria, sin embargo, la ansiedad y el estrés emocional favorecen el rascado continuo y contribuye al empeoramiento del prurito crónico y al desarrollo de lesiones. Tal y como explica la doctora Lys Herráez, presidenta del Comité de Alergia Cutánea de la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica (SEAIC), “los síntomas tan visibles de esta patología y el picor continuo de la piel afectan mucho a la calidad de vida de quienes la sufren y requieren visitas a los servicios de urgencias”. Así lo corrobora también una encuesta realizada por la Asociación de Afectados de Urticaria Crónica (AAUC), que ilustra con datos los efectos negativos, físicos y emocionales de la urticaria crónica: el 73% de los afectados cancela su participación en actos sociales, más del 70% se siente limitado en sus relaciones sexuales, y 1 de cada 4 falta al trabajo casi una vez al mes. Además, cabe destacar la alta vulnerabilidad de los pacientes de UC a desarrollar trastornos como insomnio y comorbilidades psicológicas como depresión y ansiedad.