Únete a nuestra comunidad
Toda la actualidad del mundo de la salud y la farmacia en Consejos de tu Farmacéutico.
Además, puedes seguirnos en nuestras redes sociales:
Realizar actividad física, como nadar durante tres minutos después de trabajar vocabulario o combinar la narración de cuentos con movimientos corporales, ha demostrado generar mejoras inmediatas en los trastornos del desarrollo del lenguaje (TDL). Estos trastornos afectan aproximadamente al 7 % de los niños y niñas en edad escolar, según investigaciones internacionales.
Los TDL abarcan desde problemas de pronunciación hasta condiciones más complejas, como el trastorno específico del lenguaje (TEL), que impactan negativamente en la vida académica y social de los menores. Según los expertos, actividades como caminar o nadar provocan cambios neurofisiológicos que mejoran funciones cognitivas clave para el desarrollo del lenguaje, facilitando la retención de palabras y la resolución de problemas desde las primeras sesiones.
“El ejercicio físico tiene un impacto neurofisiológico directo, ya que promueve el flujo sanguíneo cerebral y la formación de sinapsis, lo que favorece el aprendizaje y las funciones cognitivas”, explica Llorenç Andreu, catedrático de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) e investigador del eHealth Center.
Beneficios del ejercicio físico en el lenguaje
Según Andreu, la actividad aeróbica fomenta el desarrollo de conexiones neuronales y mejora la plasticidad cerebral, factores que facilitan la atención, la memoria y el aprendizaje de palabras nuevas. Aunque los estudios específicos en niños con TDL son limitados, los beneficios en funciones cognitivas generales están bien documentados.
“El tipo de ejercicio tiene impactos diferentes en las funciones cognitivas”, añade Andreu. Actividades como caminar, nadar o montar en bicicleta, que aumentan de forma sostenida la frecuencia cardíaca, mejoran la atención, la resolución de problemas y la función ejecutiva. Un metaanálisis de la Universidad de Kentucky demostró que las intervenciones con ejercicio aeróbico mejoran el rendimiento académico en niños, aumentando el coeficiente intelectual y el desempeño en matemáticas, lectura, ciencias e inglés.
En cambio, los estudios sobre ejercicios anaeróbicos, como levantamiento de pesas o esprints, no han mostrado resultados concluyentes. Algunos sugieren beneficios en adultos jóvenes, mientras que en niños se han observado incluso efectos negativos.
Nadar y contar cuentos para aprender palabras
Un estudio de la Universidad de Delaware evidenció que niños preescolares que nadaron durante tres minutos después de aprender palabras nuevas retuvieron más vocabulario que aquellos que solo descansaron.
En una escuela australiana, una niña con retraso en el desarrollo del lenguaje participó en el programa Active Early Learning, que combina actividad física con aprendizaje estructurado. Durante un ejercicio que incluía la narración de cuentos y movimientos para imitar animales, comenzó a repetir palabras clave del relato, algo que antes no había logrado. Este avance no solo mejoró su vocabulario, sino también aumentó su confianza e integración social.
Otros programas, como el Special Olympics Unified Sports Soccer Program en Cantón (China), han demostrado mejoras en memoria de trabajo y habilidades sociales en adolescentes con discapacidad intelectual tras un año de entrenamiento regular de fútbol.
Mecanismos que conectan ejercicio y cerebro
Las actividades aeróbicas moderadas generan mejoras significativas en la atención, la memoria y el aprendizaje. Según Llorenç Andreu, estos beneficios están respaldados por:
- Mayor flujo sanguíneo cerebral, que mejora la liberación de neurotransmisores esenciales.
- Formación de conexiones neuronales y neuronas nuevas.
- Cambios en la estructura del sistema nervioso central, que refuerzan la capacidad del cerebro para adquirir nuevas habilidades.
Incluso sesiones breves de actividad física tienen efectos inmediatos en el aprendizaje y aumentan la retención de palabras. “Aunque no existe una pauta terapéutica específica, hacer ejercicio aeróbico moderado entre tres y cinco días a la semana sería muy adecuado”, concluye el catedrático de la UOC.