Antes de hacer su mochila, programa una revisión visual, sobre todo a partir de los 6 años.
Escozor, lagrimeo, dolores de cabeza, conducta negativa en la escuela o una mala postura del cuerpo o de la cabeza pueden ser identificativos de algún problema visual que inmediatamente debe llevarnos al oftalmólogo para descartar algún defecto refractivo o ambliopía. Una revisión exhaustiva puede detectar problemas de visión comunes como la miopía, hipermetropía, astigmatismo, ojo vago e incluso evaluar la capacidad de comprensión lectora. Para algunos de estos niños, como aquellos que tienen «ojo vago» (uno de los dos ojos se utiliza menos que el otro por distintos motivos), el descubrimiento y tratamiento precoz incluso antes de la edad escolar es de gran importancia.
Uno de cada cuatro niños en edad escolar sufre algún problema de visión sin diagnosticar y alrededor del 30 por ciento del fracaso escolar está relacionado con anomalías visuales.
Señales de alarma: hazle una revisión visual
Siempre que notes alguno de estos síntomas en el día a día de tu hijo o durante la lectura, conviene consultar al oftalmólogo para descartar algún defecto de refracción o una ambliopatía.
Qué descarta una revisión visual
Después de realizar las pruebas necesarias, el oftalmólogo valorará la necesidad de prescribir gafas para la compensación de defectos de refracción, como miopía, hipermetropía, astigmatismo. Así es como actúan las lentes en cada uno de los casos:
• MIOPÍA: si se es miope, el defecto refractivo se compensa con unas gafas provistas de lentes divergentes; entonces las imágenes que proceden del entorno se desvían ligeramente al atravesar las lentes y se encuentran exactamente sobre la retina.
• HIPERMETROPÍA: si el globo ocular es demasiado corto (hipermétrope), el problema visual se ha de compensar con ayuda de unas lentes convergentes, de manera que también aquí la imagen vaya a situarse sobre la retina.
• ASTIGMATISMO: para corregir el astigmatismo se emplean cristales cuya curvatura se compone de una superficie esférica y otra cilíndrica, que complementan ópticamente al cristalino haciéndolo trabajar como si tuviera una forma esférica perfecta (lentes tóricas).
Ojo vago
El Colegio Nacional de Ópticos-Optometristas (CNOO) explica que el ojo vago se produce cuando uno de los dos ojos se utiliza menos que el otro como consecuencia de que el paciente padece estrabismo (cada ojo mira en una dirección) o cuando el paciente tiene una gran diferencia de graduación entre un ojo y otro, lo que se conoce como anisometropía (un ojo domina y el otro se deja de utilizar).
Es muy importante corregir este defecto visual durante la infancia (antes de los 7 u 8 años), ya que, si se deja pasar, el paciente puede llegar a perder completamente la visión del ojo que no utiliza.
La ambliopía u ojo vago se trata mediante gafas con una graduación adecuada y oclusiones del ojo dominante (parches sobre el ojo bueno con el que se ve bien), para así forzar la actividad del ojo ambliope (el ojo afectado). En la mayoría de las ocasiones, al ver bien por uno de los dos ojos, el niño se desenvuelve con total normalidad y el ojo vago no se diagnostica hasta que no acude a una revisión médica rutinaria, de ahí que sea tan importante prevenirlo en el momento en que se empiecen a notar señales de alarma.
Estrabismo: miradas cruzadas
Según explican desde el CNOO, en los niños con estrabismo u ambliopía estrábica, uno de los ojos, llamado dominante, se dirige al objeto deseado del entorno, mientras que el otro se dirige hacia un punto distinto del espacio. En la mayoría de las ocasiones, los estrabismos se hacen evidentes en los primeros años de vida: un niño con estrabismo convergente adopta unas posturas y realiza unas acciones muy características: por ejemplo, tener la espalda algo curvada y pies dirigidos hacia el interior. En el caso de un estrabismo divergente, el niño adopta las posturas contrarias.
Cuidado con los dispositivos electrónicos
El Colegio Nacional de Ópticos-Optometristas (CNOO) advierte que un uso abusivo e incontrolado de dispositivos digitales aumenta notablemente el riesgo de sufrir miopía. Desde su nacimiento, los niños están desarrollando su sistema visual hasta que sus capacidades visuales se encuentran al 100% y pueden enfocar los objetos de forma correcta. La musculatura del ojo se encuentra relajada cuando utilizamos la visión lejana, pero cuando miramos algo de cerca durante mucho tiempo, el ojo tiene que realizar un trabajo mayor y la musculatura puede llegar a bloquearse, lo que se conoce como espasmo de la acomodación. Según explica Juan Carlos Martínez Moral, decano del CNOO, “algunos síntomas derivados de un uso prolongado de este tipo de dispositivos son visión transitoria, dificultad de enfoque de distancias, sensibilidad al brillo de la luz, incomodidad ocular, dolor de cabeza y ojos irritados, secos o cansados”. Además, estar conectado a las pantallas un elevado número de horas produce una disminución en la frecuencia de parpadeo, lo que obliga a hacer un esfuerzo aún mayor que repercute en el desgaste ocular.
El pupitre, siempre inclinado
En relación a la capacidad de comprensión lectora y la atención en clase, los ópticos-optometristas señalan que la mala ergonomía de los pupitres puede generar estrés visual en los niños. Según estos expertos, el pupitre ideal es aquel que tiene un plano de lectura ligeramente inclinado hacia el niño en lugar de horizontal.
El denominador común de la prevención
*Por el director médico de Clínica Baviera, el doctor Fernando Llovet.
1. Acudir al oftalmólogo con regularidad.
2. Cuidar la alimentación. Llevar una dieta sana y rica en nutrientes con alto contenido en vitaminas A y C y minerales como el magnesio, ayuda al buen funcionamiento de las células del sentido de la vista. Alimentos ricos en vitaminas como los cítricos proporcionan al organismo vitamina C, mientras que los lácteos y el pescado azul, ricos en vitamina A, o los vegetales de hoja verde, como las espinacas, aportan vitamina E. La dieta también debe ser rica en alimentos ricos en Omega 3, como son pescado, el marisco o la yema de huevo. También conviene incluir zanahorias, ricas en betacarotenos, aunque también están presentes en otros alimentos como los pimientos, la calabaza, en verduras como las acelgas o el brócoli y en frutas como las manzanas, las ciruelas o la papaya.
3. Evitar las grasas saturadas y los azúcares. Las grasas y los azúcares pueden taponar venas y arterias que puede favorecer no solo enfermedades cardiovasculares, sino también puede provocar problemas oculares o distorsiones visuales. Incorporar alimentos antioxidantes, especialmente aquellos que contienen luteína y zeaxantina. La luteína puede encontrarse en vegetales como la col rizada, las espinacas, el apio o los espárragos y en frutas como las naranjas o el mango. Por otro lado, encontramos la zeaxantina en alimentos como el maíz, las naranjas, las nectarinas o la papaya.
4. Mantenerse hidratado. Tener una buena hidratación interna contribuye a mantener la flexibilidad de las diversas membranas intraoculares.
5. Mantener una distancia de lectura correcta. A la hora de leer es conveniente mantener los libros o dispositivos electrónicos a una distancia de unos 50 centímetros. También se debe leer con una luz adecuada (ya sea artificial o natural), evitando tanto el exceso como el defecto de luz. En el caso de los dispositivos no se deben usar en la oscuridad total cuando son la única fuente de luz. Además, es recomendable descansar la vista realizando pausas en la lectura cada hora aproximadamente.
6. Proteger los ojos del sol en cualquier época del año. Es importante adquirir las gafas de sol en los establecimientos adecuados y que tengan el certificado CE.
7. Evitar factores externos agresivos. Se deben mantener los ojos alejados, en la medida de lo posible, de los factores ambientales perjudiciales: alérgenos (polen, ácaros…), contaminación, cloro de las piscinas/agua salada del mar, calor o frío excesivo.
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