nutrición infantil

Nutrición y hábitos saludables para un buen crecimiento en la niñez

Si hay una etapa en la que practicar ejercicio y llevar una dieta equilibrada es esencial es en la niñez, momento en el que se adquieren los hábitos nutricionales imprescindibles para un óptimo desarrollo en la edad adulta. Álvaro Román, farmacéutico nutricionista en Farmacia Puerta de Carmona de Sevilla nos resuelve todas las incógnitas relacionadas con la alimentación durante esta etapa de crecimiento.

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Cada etapa vital viene marcada por una serie de requerimientos y necesidades nutricionales a los que hay que atender y que, en determinados momentos, difieren mucho unos de otros: no es lo mismo alimentarse en etapas de crecimiento que durante los años de vida fértil o a partir de la tercera edad.

Importancia de una dieta equilibrada

Pero si hay una etapa en la que llevar una dieta equilibrada es esencial es en la niñez, momento en el que se adquieren los hábitos nutricionales imprescindibles para un óptimo desarrollo en la edad adulta.

“No quiere esto decir que haya etapas más importantes que otras, sino que en algunas de ellas hay que permanecer un poco más alerta a ciertos requerimientos nutricionales específicos”, explica Álvaro Román Molina, farmacéutico nutricionista y cotitular de la farmacia Puerta de Carmona de Sevilla.

En cualquier caso, es trascendental entender que nuestra alimentación es la base de lo que somos, según Román, es “nuestro principal ‘caballo de Troya’ que nos protege y nos proporciona las armas con las que defendernos de los agentes patógenos que amenazan constantemente nuestra salud. Domarlo y montarlo correctamente en cada etapa de la vida requiere de unos conocimientos previos que nos sirvan de guía para no darnos de bruces con una enfermedad o deficiencia en el futuro”, concluye.

Hasta los 3-4 meses, sólo leche

Aunque no debe ser un trauma psicológico optar por la opción de amamantar con leche artificial, hoy en día muy conseguidas y completas, la leche materna debe ser la base fisiológica y exclusiva de la alimentación del lactante durante los 5 o 6 primeros meses de vida, siempre que sea posible, ya que a nivel inmunitario siempre es mejor opción la leche materna frente a la artificial.

La leche materna no sólo constituye un soporte vital para el bebé, sino que con ella se obtienen nutrientes y macronutrientes, se adquieren enzimas digestivas que permiten la metabolización de macronutrientes, agentes bacteriostáticos para la defensa frente agentes externos, así como factores bifidógenos (probióticos y prebióticos) y factores de crecimiento y desarrollo óptimo para el bebé.

“Sobre todo el ‘calostro’, un líquido denso y espeso que constituye la primera secreción del seno materno y que es casi inapreciable por su densidad, (de ahí que genere confusión en muchas madres lactantes que creen que no consiguen dar una leche plena a sus bebés), es rico en leucocitos, inmunoglobulinas y otras moléculas de carácter defensivo e inmunitario, y constituye un alimento rico e imprescindible a la hora de aumentar las defensas del bebé”, afirma Román.

En caso de no poder amamantar, las leches de crecimiento son una alternativa útil y complementaria en la dieta del bebé, que les permite alcanzar las ingestas recomendadas de nutrientes esenciales durante la infancia.

En ocasiones, en niños con determinadas enfermedades es necesario introducir leches especiales, cuya composición es diferente a la de las leches de inicio o de continuación. Es el caso de las leches con hidrolizados de proteínas, indicadas en lactantes con alergia o intolerancia a las proteínas de la leche de vaca; fórmulas de soja, no recomendadas en menores de 6 meses por el exceso de fitatos que contienen (que pueden inhibir la absorción de ciertos minerales y de fitoestrógenos cuyo efecto hormonal no está bien establecido); fórmulas antirregurgitación, que contienen espesante para evitar las regurgitaciones aunque no evitan el reflujo; y las fórmulas sin lactosa, indicadas en bebés con intolerancia a la lactosa.

En cuanto a la leche de vaca, no debe introducirse en la alimentación del niño antes de los 12 meses y nunca debe sustituirse su valor nutricional por el que proporcionan las bebidas vegetales. Además, por debajo de los 2 años la leche debe ser entera, salvo que el pediatra indique lo contrario.

El primer año, primer contacto con los alimentos

En los posteriores meses es cuando se van introduciendo progresivamente los alimentos no lácteos a la dieta del bebé, siempre según las indicaciones del especialista y de manera paulatina:

  1. A los 5-6 meses: frutas y compotas de frutas.
  2. A los 6-7 meses: verduras, carnes y cereales, primero sin gluten (maíz o arroz) y después con gluten.
  3. A los 8 meses: yema de huevo, yogur y leches fermentadas.
  4. A los 9 meses: pescado blanco, legumbres, patatas…
  5. A los 12 meses: huevo completo, verduras de hoja verde, queso fresco y demás alimentos en general.

Hasta los 12 años “construimos nuestros pilares alimenticios”

  • La niñez está marcada por la adquisición de los pilares alimenticios que constituirán el devenir de la vida culinaria en la edad adulta. En este momento, el papel de los padres y educadores es fundamental para que el niño incorpore los hábitos saludables que le acompañarán a lo largo de su vida. Lo más importante es que la alimentación sea variada y equilibrada y en ella se incorporen constantemente nuevos alimentos. “Hay que luchar contra el grado de desinterés paternal en la alimentación del niño, que cada día es más creciente, y contra la aceptación y exaltación de modelos corporales que comprometen con rotundidad el perfil nutricional de nuestros niños. Y lo mismo respecto a la regularidad del ejercicio físico. El ejemplo paterno es fundamental”, explica Román.
  • En el cole, los menús deben ser completos y equilibrados y estar elaborados por nutricionistas. También es fundamental la figura del educador formado en nutrición, para que pueda dar nociones e incidir en la importancia de una adecuada alimentación en los niños. En palabras de Román, “todos los que participan en la restauración colectiva (personas que comen en el comedor de sus Colegios o Centros de estudios), deben alentar a los nutricionistas/cocineros a realizar una cocina equilibrada y variada”.
  • Completar el menú en casa: “la elaboración del menú es muy importante a la hora de contrarrestar en casa, en las cenas o durante los fines de semana, posibles carencias de algunos grupos de alimentos, ya que a menudo existe déficit en pescados frescos, huevos y carnes ibéricas de calidad”, explica el nutricionista.
  • En cuanto a los snacks de media mañana, deben ser variados y seguir un orden diario, pautando para cada día de la semana un grupo de alimentos: “por ejemplo, se puede incorporar los lunes un lácteo entero, los martes fruta y/o frutos secos, los miércoles  un bocadillo integral a elegir, los jueves fruta y/o legumbres tipo altramuces o procesado en tortitas de legumbres; y los viernes cereales integrales y/o fruta/lácteo entero, dando prioridad a frutas y frutos secos o legumbres (ejemplo altramuces, garbanzos crudos)”, enumera Román.

En la adolescencia, no a las deficiencias

La adolescencia, período que sucede tras la niñez y se prolonga hasta la edad adulta, es una etapa marcada por la adquisición de mayores cotas de autonomía que requieren también de un mayor control y vigilancia por parte de los padres.

Es una etapa marcada por muchos cambios, tanto físicos, debido a los cambios hormonales que van a determinar su apariencia futura como adulto, como psicológicos, derivados de la alteración de la imagen corporal que se da en esta etapa y de la necesidad de ser “aceptados” por determinados grupos sociales.

Todo ello, según Álvaro Román, puede producir un “estrés intermitente” que puede desembocar en conductas alimenticias inapropiadas y poco coherentes con un estilo de vida saludable, como una sobrealimentación que provoque sobrepeso, una anorexia, una bulimia, estados depresivos y complejos estéticos derivados de una falta de autoestima”.

En definitiva, es una etapa vital que separa con una delgada línea roja la niñez de la etapa adulta y nos invita a permanecer más alerta a la alimentación de nuestros adolescentes, evitando las deficiencias, y a supervisar de cerca sus hábitos de vida, incidiendo en la práctica deportiva, la socialización y el contacto con la naturaleza, y supervisando hábitos en los que se inician a esta edad como el consumo de alcohol o drogas.

Hábitos alimenticios en la infancia y la adolescencia

Una alimentación sana desde la infancia puede ayudar a prevenir enfermedades en la vida adulta. De ahí que sea responsabilidad de los padres proporcionar a sus hijos alimentos nutritivos y evitar los procesados y los alimentos ricos en grasas, azúcares y sodio.

Los pediatras recomiendan 3 o 4 raciones diarias de leche o lácteos, preferiblemente enteros, así como de frutas (preferiblemente entera), que no engordan y aportan vitaminas y fibra. Las carnes y el pescado (preferentemente azul, rico en ácidos grasos Omega 3) tienen muchas proteínas para el crecimiento, por lo que son muy necesarias en esta etapa.

Las grasas deben ser insaturadas, como las que se encuentran en los frutos secos, destacando entre ellos las nueces; semillas oleaginosas, como las semillas de lino o chía; los aceites vegetales, como el de girasol, soja, colza, maíz y fundamentalmente el de oliva virgen; así como el aguacate, rico en ácidos grasos monoinsaturados.

Igualmente, las legumbres constituyen unos “superalimentos” que aportan poca grasa y son una excelente fuente de hidratos de carbono complejos, fibra y proteínas vegetales, además de ser ricos en vitaminas, minerales y antioxidantes. Incluirlos en esta etapa 3 o 4 veces a la semana ayuda a combatir el exceso de peso, un problema que afecta a cuatro de cada diez niños y niñas y tres de cada diez adolescentes.

Respecto a los alimentos que suelen estar muy a mano y no conviene incluir en la dieta durante esta etapa, están los refrescos y zumos, que no son buena opción, ya que tienen demasiadas calorías y azúcares y no quitan la sed, y la bollería, que debe tomarse menos de una vez a la semana.

Siempre desayunos y meriendas saludables

El desayuno en la etapa infantil y en la adolescencia es fundamental para la concentración y el buen desarrollo cognitivo y debe cubrir un 25% de las necesidades calóricas diarias. Sin embargo, entre un 6-8% de los niños y adolescentes españoles no desayunan habitualmente, en especial los adolescentes, debido a las prisas, a no haber descansado bien, o simplemente porque no tienen sensación de hambre al levantarse de la cama.

En este punto, los pediatras insisten en la importancia del ejemplo paterno y en la necesidad de hacer desayunos completos y en familia antes de ir al colegio para que los niños adquieran este hábito y no se lo «salten».

La Asociación Española de Pediatría considera que un buen desayuno debe incluir:

  • Un lácteo: vaso de leche o yogur o queso fresco.
  • Cereales integrales: pan, cereales en copos sin azúcares añadidos.
  • Una fruta: mejor si es fruta natural entera.
  • Acompañamientos para el pan: aceite de oliva, tomate, aguacate, queso fresco.

No al sedentarismo y a la obesidad

En España, la obesidad infantil sigue creciendo a tasas de más del 40%, una de las más altas de Europa. El abuso de pantallas y la falta de ejercicio y el sedentarismo están detrás de tan elevadas cifras.

Y para muestra un botón: si la OMS recomienda al menos 60 minutos de actividad física de moderada a vigorosa al día entre los seis y los 18 años, solo el 30% de los menores españoles cumple con esta recomendación.

Se trata de un tema preocupa mucho a los pediatras, al estar relacionado con un mayor riesgo de desarrollar enfermedades crónicas como diabetes, enfermedades cardíacas y cáncer en la edad adulta.

Principales enfermedades asociadas con la obesidad, por la Sociedad Española de Nutrición (SEN).

En cambio, la práctica deportiva durante la niñez y la adolescencia previene la patología crónica en el adulto y evita los riesgos de un estilo de vida sedentario que conduce no solo a obesidad, sino también a síndrome metabólico, hipertensión, diabetes y patología musculo-esquelética.

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Paula Rivero

Soy de la primera promoción de Periodismo que salía del "horno" de Sevilla (en todos los sentidos), allá por el año 94, estudios que completé con los de Historia Contemporánea, licenciándome en...