Sensación grasa, brillos “impertinentes”, tono apagado, “sobrecarga” de impurezas… Esta es la “mochila” que soporta la piel del rostro cuando no se limpia adecuadamente y/o con la periodicidad necesaria. Y es que la limpieza facial diaria es un gesto que va más allá de la estética, ya que tiene un efecto terapéutico -y, también, “liberador”- para todas las pieles.
Cuestiones de higiene aparte, lucir un cutis perfectamente limpio es una de las sensaciones más reconfortantes y, además, un gesto cosmético tan, tan, tan básico e imprescindible, que de él depende el “éxito” del resto de los cuidados y productos, incluido el maquillaje. Pero hay una razón más “profunda” por la que hay que asegurarse una piel libre de cualquier resto de impurezas: el microbioma, ese ecosistema invisible de bacterias beneficiosas que realiza una importante función de escudo protector natural frente a al amplio y variado “batallón” de agresores externos. De ahí la importancia de mantener en perfecto estado esa capa física que nos “blinda” de todos estos agentes, “ya que, si se altera, pueden aparecer irritaciones, sequedad, acné o sensibilidad extrema. Por eso, la forma en la que limpiamos la piel es tan importante”, comenta Ana Martín, maquilladora profesional de Be Cherry Cosmetics.
En su justa medida
Independientemente de otros factores como la frecuencia o la modalidad elegida, la premisa básica que no hay que perder de vista en una limpieza facial es la “suavidad controlada” o, lo que es lo mismo, que en ningún caso suponga una agresión para la piel. Tal y como advierte Ana Martín, “la obsesión por lucir una piel completamente libre de grasa o de esos ‘brillos de sudor’ puede ser contraproducente, pues cuando usamos productos demasiado agresivos o que incluyen activos detergentes fuertes, eliminamos no sólo la suciedad y el maquillaje, sino también parte de ese manto protector natural”.
¿Qué pasa si no hacemos este gesto todos los días?
Clara Lacasta, especialista en Dermatología Médico-Quirúrgica y Medicina Estética del IMR (Instituto Médico Ricart), nos deja claro cuál es la periodicidad con la que, sí o sí, hay que limpiar la piel del cutis: “Lo ideal es dos veces al día: por la mañana y por la noche. Es importante tener en cuenta que, aunque no te hayas maquillado, la piel acumula impurezas a lo largo del día (sudor, contaminación, restos de productos), por lo que es fundamental limpiarlas antes de dormir. De esta forma se elimina cualquier residuo y se prepara la piel para iniciar la rutina nocturna con el rostro completamente limpio y receptivo a los tratamientos”.
En cuanto a las consecuencias negativas de no realizar este gesto o hacerlo de forma incorrecta, la dermatóloga enumera las más importantes:
- Acumulación de sebo y suciedad, que pueden obstruir los poros.
- Se favorece la aparición de acné, puntos negros o espinillas.
- Piel opaca, deshidratada o con textura irregular.
- Disminución de la eficacia de otros productos cosméticos (como serums o cremas).
- En pieles sensibles, puede provocar irritación o brotes.
Simple, doble, triple…
Actualmente, se han popularizado varios protocolos de limpieza facial, siendo tres las modalidades más habituales: la simple, la doble y la triple. Clara Lacasta explica las diferencias entre ellas e indica en qué casos está más indicada una u otra:
–Limpieza simple: “Consiste en la aplicación de un solo producto limpiador (gel, leche o espuma). Es ideal para pieles jóvenes o secas que no llevan maquillaje o un SPF alto. Constituye la rutina mínima”.
–Doble limpieza: “Combina una fase oleosa (aceite o bálsamo desmaquillante) con una fase acuosa (gel, espuma o leche limpiadora). Es la más indicada para quienes usan maquillaje habitualmente, llevan protector solar o viven en ciudades con altos niveles de contaminación”.
–Triple limpieza: Es igual que la limpieza doble, pero añadiendo al protocolo un tónico purificante (a veces incluye exfoliación suave). Va muy bien en pieles con tendencia acneica o mixtas-grasas, que necesitan una limpieza más profunda”.
Exfoliación: cómo y cuándo introducirla en la rutina
Una duda muy habitual es la conveniencia o no de incluir la exfoliación en la rutina de limpieza (este gesto arrastra la “mala fama” de ser muy agresivo). Como señala Clara Lacasta, la frecuencia de la exfoliación depende del tipo de piel y del producto utilizado: “En pieles sensibles o secas se recomienda realizarla entre una y dos veces por semana, mientras que en pieles grasas o engrosadas puede hacerse entre dos y cinco veces”.
La dermatóloga recuerda que existen dos tipos principales de exfoliantes: “los físicos, que contienen partículas y no se aconsejan para las pieles sensibles, y los químicos, formulados con alfa y beta hidroxiácidos, adecuados para todo tipo de piel según su concentración”. Respecto al mejor momento para incluir este gesto en el ritual, Lacasta afirma que lo ideal es realizar la exfoliación por la noche, después de la limpieza habitual y antes de aplicar el tónico y el resto del tratamiento. La experta aconseja también aplicar siempre protector solar al día siguiente de exfoliar la piel, ya que tras este tratamiento puede quedar más expuesta a la acción de los factores medioambientales.
La rutina básica, paso a paso
“Tanto de día como por la noche, los productos básicos para una limpieza facial son: un limpiador acuoso (en formato gel, espuma o leche) y, en caso de realizar una doble limpieza, un limpiador oleoso”, dice Clara Lacasta, quien describe los pasos a seguir en ambos rituales:
- Por la mañana: “Basta con una limpieza simple”: primero: lavarse las manos y humedecer el rostro con agua tibia; aplicar una pequeña cantidad del limpiador facial en las manos y, después, masajear suavemente, con movimientos circulares por todo el rostro, incluyendo frente, nariz, mejillas, mentón y cuello; después, aclarar con abundante agua tibia y secar con una toalla suave, dando pequeños toques sin frotar.
- Por la noche: “Especialmente si se usa maquillaje y/o protector solar, lo más recomendable es llevar a cabo una doble limpieza”: En la primera fase, utilizar un limpiador oleoso: aplicar el aceite o bálsamo desmaquillante sobre la piel seca, masajeando bien todo el rostro; a continuación, añadir un poco de agua para emulsionar, hasta que el producto se vuelva lechoso, aclarando después con agua tibia; en la segunda fase, completar la limpieza repitiendo los pasos de la limpieza simple, utilizando el producto acuoso habitual.
Espumas limpiadoras: manual de uso
Sin duda, son el producto de higiene facial más popular en la actualidad, debido a sus muchas ventajas, especialmente su textura suave, fresca y ligera; su sensorialidad y su facilidad de uso. Pero su popularidad puede llevar a que no se utilicen adecuadamente, tal y como advierten algunos expertos, que ofrecen las “coordenadas” para sacar todo el partido a este cosmético: “Es aconsejable que este producto de limpieza contenga aceites parecidos a los que están presentes de forma natural en la piel, para así minimizar el posible efecto agresivo de este gesto. Algunas espumas pueden contener jabones que arrastren parte del film protector de la piel, alterando la barrera cutánea. Es cierto que las espumas dejan la piel con una sensación ultra-limpia, pero pueden eliminar parte de la barrera protectora”, señala el cosmetólogo y doctor en Farmacia Pedro Catalá, fundador de Twelve Beauty. “Una buena manera de saber si este paso esencial es demasiado agresivo es comprobar si después de la limpieza la piel queda tirante o seca”, añade.
Por su parte Begoña Gómez, experta en tratamiento de Yves Rocher incide en que “las espumas limpiadoras deben extenderse siempre sobre el rostro previamente humedecido. Después, masajear delicadamente y luego, aclarar con agua. La dosis perfecta de producto es la equivalente al tamaño de una nuez. Y muy importante: evitar el contacto con los ojos”.
Pieles 40+: atención a estos consejos
La edad es otro factor a tener en cuenta en este ritual, tal y como apunta Estefanía Ferrer, ingeniera química y CEO de Lico Cosmetics: “A partir de los 40 años es el momento de hacer ajustes en la rutina de limpieza facial. La razón es que la piel que entre en la madurez exige nuevos gestos y, en este contexto, el ritual de limpieza se convierte en la piedra angular de la belleza”. La experta concreta en tres las recomendaciones a seguir en estos casos:
-Doble limpieza… concentrada. La experta comenta que existe la posibilidad de hacer este tipo de limpieza sin recurrir a dos productos distintos: “Se pueden hacer ambos pasos con el mismo cosmético, usándolo de forma más ‘intensa’. El objetivo es conseguir una limpieza profunda que no deje ningún residuo. Lo ideal es realizar una primera pasada para ‘ablandar’ las impurezas más resistentes y superficiales, como los protectores solares y el maquillaje, y después, con una segunda pasada, se consigue retirar cualquier resto depositado en las capas más profundas de la piel”. Existen productos en el mercado especialmente formulados para llevar a cabo este “dos en uno”.
-Una nueva relación con el agua micelar. Este producto es uno de los más empleados en las limpiezas faciales, debido a sus propiedades y su practicidad. Pero en el ritual 40+ hay que cambiar sus “códigos de uso”. Estefanía Ferrer explica por qué: “Con el uso continuado en el tiempo, el agua micelar puede resultar contraproducente para una piel madura, ya que lo habitual con este tipo de limpiadores es no aplicar agua para retirarlos al finalizar, y esto implica el riesgo de dejar tensioactivos ‘olvidados’ sobre la piel”.
-Ni fría ni caliente. “Siempre hay que retirar los productos de limpieza con agua templada, debido a que las temperaturas extremas no son en absoluto recomendables en la piel en general y en las maduras en particular”, apunta Ferrer.
Higiene profesional: el siguiente nivel
Una cosa es el ritual de limpieza que hay que hacer a diario en casa y otro los tratamientos profesionales que, con este mismo cometido, se llevan a cabo en los centros de estética. Así lo afirma Yvette Pons, terapeuta estética y fundadora del Institut que lleva su nombre: “Una buena higiene facial no es sólo limpieza, sino que implica diagnóstico, prevención, regeneración y salud. A menudo se confunde con una simple limpieza en casa, pero la profesional va mucho más allá: debe incluir pasos estratégicos como el diagnóstico personalizado, la exfoliación controlada, el drenaje linfático, el uso de activos específicos y técnicas como la crioterapia, para equilibrar la piel. Se trata de un tratamiento integral que, bien realizado, tiene efectos tanto visibles como invisibles, ya que mejora el aspecto de la piel y también su funcionalidad interna”.
La experta alude también a otros aspectos diferenciales entre el ritual casero y el profesional: “Por ejemplo, en casa no se deben realizar extracciones, ya que si la técnica no es precisa se puede inflamar o dañar la piel. Por otro lado, en cabina utilizamos cosméticos pre y post extracción, que son fundamentales para calmar, exfoliar y equilibrar correctamente el pH cutáneo”.
Respecto a en qué casos es aconsejable acudir a un tratamiento de higiene facial profesional, Yvette Pons precisa que no hace falta esperar a tener un brote u otra alteración cutánea para acudir a un centro especializado: “Hay que tener en cuenta que la piel habla, y lo hace en forma de poros dilatados, textura rugosa, brillos persistentes o un tono apagado. Todas estas son señales claras de que necesita una higiene facial. En este sentido, hay que tener en cuenta algunos factores que pueden actuar como detonantes de un desequilibrio cutáneo que es necesario abordar en estos centros: estrés, cambios estacionales, exposición solar intensa…”.
Según comenta la experta, hay determinados momentos del año en el que este tipo de tratamientos son incluso más recomendables: “Los cambios de estación y el final del verano (a la vuelta de vacaciones) son fechas estratégicas para oxigenar, regenerar y preparar la piel para la siguiente fase”.
¿Cada cuánto tiempo hay que someterse a este tipo de limpieza? Según Yvette Pons, la frecuencia ideal varía en función del tipo de piel y del momento vital: “Como norma general, se recomienda cada 4 o 6 semanas, pero hay pieles más exigentes que requieren atención más frecuente, como las acneicas o aquellas con exceso de secreción sebácea, y otras que necesitan tratamientos más suaves, como las sensibles o muy finas”.
Finalmente, la terapeuta estética hace hincapié en la importancia de comenzar a recurrir a estos tratamientos ya en la adolescencia: “Una higiene bien realizada desde los 12-14 años puede prevenir imperfecciones y evitar secuelas, además de enseñar a cuidar la piel correctamente”.

Productos:
1-Dermo Cleanser-Gel, de Farma Dorsch. Con acción seborreguladora, elimina las impurezas y el exceso de grasa con suavidad, purificando en profundidad y sin resecar.
2-Essential Cleansing Oil, de Isdin. Potente limpiador de textura “oil to milk” (al contacto con el agua se transforma en emulsión), formulado con un 85% de ingredientes naturales.
3- DermoPure Gel Limpiador Triple Efecto, de Eucerin. Con acción global anti-imperfecciones, anti-manchas y anti-brillos, limpia, exfolia y prepara la piel para otros tratamientos.
4-Exfoliante Sobregraso Higo, de Beau Terra. Producto 2 en 1 (rostro y cuerpo), para todo tipo de pieles y con ingredientes vegetales que eliminan las impurezas sin irritar.
5-Limpiador Facial Water Based, de Camaleon Cosmetics. Suave, sin jabón y no graso, elimina hasta el maquillaje más resistente y todo tipo de impurezas, respetando la microbiota cutánea.
6-Gel Limpiador Carbón de Bambú, de Saluvital. A base de un poderoso y milenario activo, limpia la piel y, además, purifica, desintoxica, exfolia y tiene acción antibacteriana.

