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Ahogamientos: las “mentiras arriesgadas” que duplican el peligro

por Redacción Consejos
como evitar los ahogamientos

Cuando vayas con niños a la playa o la piscina, ante todo, no te fíes: no les quites la vista de encima y mantén siempre con ellos la distancia de una brazada. En caso de ocurrir una desgracia en tu presencia, estas son las maniobras que hay que poner en marcha. Recuerda que como dice la Asociación Española de Pediatría, “cada minuto cuenta”. 

No hay verano en el que las estadísticas arrojen datos escalofriantes sobre ahogamientos de niños en piscinas y playas españolas. De hecho, constituyen la segunda causa de fallecimiento accidental en menores de 14 años. Pero no hablamos únicamente de fallecimientos, ya que se considera que por cada muerte de ahogamiento puede haber de uno a cuatro ahogamientos no mortales que requieren hospitalización y pueden dejar secuelas con distintos grados de daño neurológico. Lo peor de todo es que, según la Asociación Española de Pediatría, más del 80% de los casos ocurren en presencia de un adulto que no sabe cómo reaccionar. Otro dato a tener en cuenta es que mientras que los ahogamientos de menores de 4 años suelen producirse en aguas dulces, sobre todo en piscinas particulares, los adolescentes tienden a sufrir este tipo de accidentes en el mar, canales, ríos y lagos, asociándose el alcohol y las drogas como causas desencadenantes.

Recomendaciones y algoritmos “al rescate”

Todo ello ha llevado a la Asociación Española de Pediatría (AEP) a lanzar una guía breve con recomendaciones clave y algoritmos prácticos para ayudar a prevenir siniestros y salvar vidas.

  1. “El único sistema que previene el ahogamiento infantil son tus brazos”. Aunque lleven sistemas de flotación como manguitos o flotadores, no pueden dejarse nunca sin la supervisión de un adulto. Estos dispositivos no garantizan que las vías respiratorias queden fuera del agua en todo momento, salvo en el caso del chaleco salvavidas. Incluso aunque haya socorrista, no debemos dejar de vigilar a los menores, pues son responsabilidad de los padres.
  2. “No hay cantidad de agua segura”. 2 cm de agua pueden ser una trampa mortal para un lactante: un cubo de fregona, una bañera, una piscina hinchable o una zona de chapoteo en una piscina son de hecho lugares en los que se producen ahogamientos. 
  3. “Las vallas incompletas o las lonas flojas que recubren las piscinas no protegen”. La AEP recomienda siempre el cercado completo de las piscinas, a una altura mínima de 122 cm desde el suelo y con una distancia entre barrotes y el suelo de menos de 10 cm, para evitar que se puedan colar por ellos. Las lonas deben ser firmes y capaces de soportar un peso de hasta 100 kilos, sin que haya espacios libres en los bordes donde un niño podría caer. 
  4. Evita que se tiren de cabeza”. Es mucho más seguro que los niños se tiren al agua de pie que de cabeza, para evitar posibles accidentes en la columna vertebral y la médula espinal. Las normativas de las piscinas prohíben tirarse de cabeza cuando la profundidad no supera los 1,20 metros, pero en ríos, pantanas o en el mar no se puede conocer a ciencia cierta la profundidad.
  5. “Siempre hay que tapar los desagües”, que deben contar con rejillas u otro mecanismo que evite el atrapamiento por succión. 

“Mentiras arriesgadas”

Entre las “fakes” más peligrosas que circulan por las redes, la Asociación Española de Pediatría cita las siguientes:  

  1. Creer que las banderas rojas por fuerte oleaje o viento no afectan a deportistas: “contar con un alto nivel de experiencia en deportes náuticos, practicar surf, nadar en aguas abiertas o realizar cualquier disciplina acuática no exime del cumplimiento de las normas ni garantiza inmunidad frente a posibles incidentes en el agua.
  2. Pensar que la persona que se ahoga pide ayuda: al contrario, quien se está ahogando centra todos sus esfuerzos en intentar mantener la cabeza fuera del agua para poder respirar y no suele gritar ni pedir ayuda.
  3. Creer que hay que lanzarse al rescate: lo primero que hay que hacer es alertar a los servicios de emergencia y, si es posible, lanzar o acercar un objeto flotante para que la víctima pueda sostenerse y mantenerse a flote hasta la llegada de ayuda especializada. No se debe entrar al agua para intentar un rescate, ya que esto podría poner en peligro también su vida y generar una segunda emergencia
  4. Pensar que hay que colocar a la víctima boca abajo. En la actualidad, la recomendación es clara: si una persona rescatada del agua no respira, debe aplicarse de inmediato el protocolo de reanimación cardiopulmonar (RCP), combinando ventilaciones y compresiones torácicas.

Después de comer, ¿esperar o no esperar a bañarse?

El llamado «corte de digestión» es, en realidad, un mito muy arraigado y difundido. Tradicionalmente se aconsejaba esperar unas dos horas tras una comida antes de bañarse para evitar este supuesto riesgo. Sin embargo, el término correcto para el fenómeno que preocupa es síncope por hidrocución, un choque térmico que afecta a la circulación sanguínea y puede producirse tanto dentro como fuera del agua. “Para prevenirlo, se recomienda aclimatarse de forma gradual al agua, mantenerse bien hidratado, evitar comidas copiosas y la exposición prolongada al calor, así como estar alerta ante cualquier signo de mareo, debilidad o malestar”, explican los expertos de la AEP. 

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