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¿Qué es la vigorexia?
Es un trastorno que padecen aquellas personas que se obsesionan por tener una imagen corporal fuerte, musculosa y baja en grasas ; a pesar de tener una musculatura bien desarrollada, estos individuos muestran una apariencia bastante delgada y frágil.


La vigorexia también recibe el nombre de anorexia invertida, porque estas personas no están privadas de alimentos, sino que están obsesionadas con comer muchas proteínas e incluso usan anabólicos, que pueden causar efectos secundarios como acné, agrandamiento de los senos, caída del cabello, cambios de humor, problemas del corazón.
Para los vigoréxicos, el ejercicio físico no es sinónimo de salud, pero lo que buscan es lograr una estética perfecta sacrificando incluso su bienestar.
¿Cuáles son los síntomas?
Los síntomas más comunes de la dismorfia muscular incluyen:
- mirarse constantemente en el espejo
- comparar frecuentemente su cuerpo con el cuerpo de otra persona
- sentirse estresado al saltarse una sesión de entrenamiento o una comida
- preocupación frecuente por alcanzar su objetivo de ingesta diaria de proteínas
- descuidar a la familia y los amigos, el estudio o el trabajo
- Hacer del ejercicio y el ejercicio la prioridad central en la vida.
¿Cuáles son las causas de la vigorexia?
La vigorexia puede estar ocasionada por problemas fisiológicos o emocionales, casi siempre relacionados con el entorno del afectado.
Los problemas fisiológicos están asociados a trastornos en las hormonas y los mediadores de la transmisión nerviosa del Sistema Nervioso Central.
En el caso de que este trastorno aparezca vinculado a la relación del paciente con su entorno, se encuentran implicados factores sociales, culturales y educativos, que influyen para que el individuo desarrolle un tipo de personalidad obsesiva.
Tratamiento
Un problema frecuente de los afectados por vigorexia es que no se consideran enfermos, por lo que suelen acudir al médico cuando el trastorno está muy avanzado, o ha progresado a un trastorno obsesivo compulsivo, anorexia o bulimia. Es imprescindible, por lo tanto, que la persona reconozca que padece el trastorno y esté dispuesta a someterse a tratamiento para superarlo.
El objetivo del tratamiento de la vigorexia debe centrarse en modificar la conducta y la percepción distorsionada que tiene el paciente sobre su propio cuerpo. Y una pieza clave es que la persona lo asuma y ayude en el cambio que conlleva acabar con este trastorno.
Existen tratamientos de psicoterapia que han demostrado ser efectivos, por ejemplo, la terapia cognitiva basada en la atención plena (MBCT), la terapia de aceptación o compromiso o la terapia cognitivo-conductual (TCC) . Este último es, quizás, el que goza de mayor popularidad y el que ofrece las máximas garantías.
La terapia cognitivo-conductual aplicada a la vigorexia tiene como objetivo concienciar al paciente de cómo sus creencias y comportamiento están afectando su bienestar, y luego modificar su forma de pensar y comportarse. Para ello, utiliza diferentes técnicas como el entrenamiento en habilidades sociales o la reestructuración cognitiva, entre otras.