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Hace unos meses saltó la alarma porque una conocida influencer hizo una review de varios productos, entre los que se encontraba un antibiótico. Esto provocó la indignación de un gran número de sanitarios: «¿pero no está prohibido publicitar medicamentos?», “¿es que nadie controla el contenido en redes sociales?”, “¿estarán implicados los laboratorios?”Vayamos por partes. O dosis, como prefieran.
Por Guillermo Martín Melgar
@farmaciaenfurecida
Siendo ajeno al mundillo Blogger/Youtuber/Influencer (a partir de ahora Influencer para resumir), me pregunté si esto era una práctica habitual. Así que me dio por tirar del hilo y buscar más posibles casos. Imaginad mi sorpresa cuando comprobé que Youtube estaba plagado de vídeos de influencers recomendando Eridosis, Lumigan, mupirocina y varios medicamentos más. Instagram, que es el nuevo hábitat natural del Influencer, tampoco se quedaba atrás: rutinas faciales con antibióticos, corticoides usados como champú o utilizados para borrar tatuajes, recomendaciones de isotretinoina utilizada para tener la piel más joven… y un sinfín de afirmaciones negligentes o absurdas.
Pero ¿Qué es lo que lleva a una bloguera de moda a “tontear” con asuntos de farmacia? Dos mundos sin conexión aparente. Pues fácil: todos esos medicamentos tienen algún efecto «cosmético» o ayudan con algún problema por lo general cutáneo -echo en falta alguna review de algún enema, por ejemplo. Esto, en mi opinión, se debe a la forma farmacéutica. Con frecuencia en el mostrador nos enfrentamos a pacientes que creen que sólo hay un tipo de colirio (el famoso colirio para los ojos), y ni se plantean que pueda llevar antibiótico o corticoide. O que todos los sprays nasales son de agua de mar. Creo que estamos ante el mismo caso: estas personas, acostumbradísimas a dar su opinión sobre productos cosméticos que utilizan, ven una pomada o toallitas antibióticas y creen que es lo mismo que una crema hidratante y unas toallitas de limpieza. Y, obviamente, no lo es.
“Medinfluencers«, en el limbo de la legalidad
No todo el mundo ha estudiado Farmacia (gracias a Dios, o nos quedaríamos sin trabajo), así que no se puede culpar a nadie de no tener esos conocimientos. También es verdad, que a estas influencers lo que más se les ha recriminado no ha sido la recomendación como tal, sino la actitud de prepotencia y desprecio hacia los sanitarios «sois unos envidiosos», «yo paso de estas mierdas», «me da igual que necesite receta, la voy a recomendar igual»… ¿Os suenan? Rectificar es de sabios.
¿Y esto es legal? Como ya sabemos, la publicidad de los medicamentos anteriormente citados está prohibida (o reservada a canales sanitarios), como también lo está la promoción de su consumo: no veréis anuncios en televisión, radio o prensa del Eridosis, ni recomendaciones en ningún programa. Y ahí está el conflicto: estas cuentas llegan a más personas que muchos medios de comunicación (algunas llegan al millón de seguidores). De hecho, viven de la publicidad que consiguen gracias a su influencia en redes sociales -algunas cobrando miles de euros por post- sin embargo, nadie les exige responsabilidades. No son un medio de comunicación o publicidad registrado. Y aquí está el matiz de la cuestión: si bien es verdad que recomendar medicamentos es algo que “se ha hecho toda la vida entre vecinos” (lo cual es peligroso de por sí), estas cuentas actúan como un medio de comunicación masivo.
¿Hay alguien detrás de estas prácticas?
Otra pregunta que ha suscitado esta polémica ha sido sobre la participación de los laboratorios en estas recomendaciones. Es decir, si han pagado a las “influencers” por esa publicidad. Sinceramente, creo (creo, repito) que no. Por dos motivos: por un lado, dañan la imagen del laboratorio, haciendo que la gente se cuestione su honestidad. Por otro lado, cuando una empresa realiza una colaboración con estos perfiles sobre un producto, les asesoran y dan información sobre el mismo. En estos casos, la mayoría, no tenía ni idea de lo que estaban diciendo. No daban una.
¿Se puede denunciar?
¿Y cómo controlamos este problema? Recientemente Sanidad ha decidido tomar cartas en el asunto solicitando a Youtube que retire los vídeos en cuestión (para lo cual han pedido a los sanitarios que colaboren enviando los links). Y es un buen primer paso. Otra opción que sugiero, y sería sencilla y muy efectiva, sería en Instagram: permitir la denuncia de publicaciones o perfiles que promuevan el consumo de medicamentos. Instagram ya cuenta con un mecanismo fácil y rápido (a veces en cuestión de minutos) para eliminar los posts que muestren drogas, desnudos o armas… ¿Por qué no incluir también la opción de medicamentos? Son más peligrosos que un desnudo y están más a mano que un arma. Algunas aplicaciones, como Wallapop (de compraventa de artículos de segunda mano) ya lo hacen.
El papel del sanitario: con autoridad y responsabilidad
¿Y si soy sanitario, puedo hablar sobre medicamentos en redes? Puedes, sí, pero con responsabilidad. Ten en cuenta que estás hablando de medicamentos de cara a la población general y, como ya sabrás, la recomendación de un tratamiento tiene que ser personalizada. No sabes quién te está leyendo ni si será apropiado para él. Por ello la información debe ser objetiva, sin enseñar marcas determinadas a ser posible, sin incitar al consumo y recomendando que para cualquier cuestión sanitaria consulten a sanitarios habituales.
Los tiempos cambian. Y, con ellos, la tecnología, la información y la forma de comunicación los pacientes. El sanitario debe estar en redes sociales para informar y ser informado, pero siempre siendo responsable. Debemos ser conscientes de que mucha gente (incluidos nuestros pacientes) buscan, con cada vez mayor frecuencia, información en internet. Es nuestro deber, como sanitarios, educar a la población también en los nuevos canales. Y educar también incluye desmentir bulos y denunciar prácticas que puedan poner en peligro la salud de la población.