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“Si algo no ha cambiado durante todo este periodo desde que se inició la pandemia hasta hoy, es nuestra certeza absoluta de que la participación de los farmacéuticos comunitarios en el abordaje de este tipo de retos mayúsculos se ha vuelto más necesaria que nunca”.
Por Vicente Baixauli, presidente de SEFAC
Ha pasado ya más de un año desde que el 11 de marzo de 2020 la OMS elevara a categoría de pandemia el brote epidémico de la COVID-19. Encaramos ahora el segundo año de esta crisis con grandes esperanzas, gracias al comportamiento de la primera generación de vacunas, que ya están recibiendo los colectivos más vulnerables y estratégicos. También nos enfrentamos a nuevas incertidumbres, derivadas de la irrupción de nuevas variantes y la escasez de tratamientos efectivos para mitigar los devastadores efectos del virus en su versión más letal. Pero si algo no ha cambiado durante todo este periodo es nuestra certeza absoluta de que la participación de los farmacéuticos comunitarios en el abordaje de este tipo de retos mayúsculos se ha vuelto más necesaria que nunca.
Ya desde los albores de aquel confinamiento total en la primavera de 2020 pusimos a disposición de las autoridades sanitarias el valioso arsenal humano y terapéutico que atesoran las farmacias comunitarias. Algunas de las propuestas que lanzamos entonces, que se toparon con el incomprensible rechazo en algunos sectores, han acabado calando por la fuerza de la lógica y los hechos. Me refiero, entre una larga lista de medidas que propusimos desde SEFAC ya en marzo del año pasado, a la dispensación de medicamentos de diagnóstico hospitalario en las farmacias comunitarias, y a la posibilidad de que la red de farmacias española participase, con los debidos protocolos y formación, en los cribados para la detección del SARS-CoV-2. Nuestro convencimiento de que las farmacias podrían convertirse en un aliado clave en la detección precoz del coronavirus nos llevó a la puesta en marcha en mayo de un curso de detección del SARS-CoV2, que actualizamos el pasado octubre y que hemos puesto a disposición de todos los farmacéuticos comunitarios españoles que quisieran formarse al respecto.
Esta formación ofrecida por SEFAC fue la base de la experiencia pionera llevada en farmacias autorizadas de la Comunidad de Madrid, que a fecha de 15 de febrero han realizado de forma totalmente altruista cerca de 1.700 test de antígenos y, lo más importante, han frenado cerca de una treintena de cadenas de transmisión. El concurso de la farmacia comunitaria en los momentos más duros de la tercera ola ha contribuido a reducir la presión asistencial en los centros de salud y aflorar un importante número de portadores asintomáticos del virus, marcando un camino a seguir para otras Comunidades Autónomas, que han mostrado su interés en poner en marcha experiencias similares.
“La pregunta que debemos hacernos no es si la farmacia comunitaria española está preparada para vacunar a parte de la población, sino cuándo será posible hacerlo”. Pero se cometería un grave error si esta enriquecedora experiencia quedase reducida a anécdota puntual. Estamos en un momento de inflexión en el abordaje de la pandemia. Todo parece indicar que nos encontramos, tras las dificultades logísticas y el cuello de botella generado por la escasez de dosis de las primeras semanas, a un paso de dar comienzo al proceso de vacunación masiva en España, para lograr el ansiado objetivo de inmunizar al 70% de la población a finales de verano (en torno a 35 millones de personas). Hasta entonces, se han de vacunar cada semana a cerca de dos millones de personas, y no podemos permitirnos desperdiciar ni una sola dosis por falta de personal disponible.
Desde SEFAC consideramos, en consecuencia, que ha llegado el momento de dar un paso más allá e incluir al colectivo de farmacéuticos comunitarios en este proceso de inmunización masiva de la población. Así se lo hemos comunicado a la nueva ministra de sanidad y así lo han sabido comprender en países punteros en vacunación como Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Irlanda o Australia; una tendencia global que está siendo además impulsada por movimientos como el de la FIP (Federación Farmacéutica Internacional, por sus siglas en inglés), que recientemente ha puesto en marcha una herramienta para mejorar estrategias y habilitar marcos regulatorios para utilizar las farmacias comunitarias en la lucha contra la pandemia. Este recurso se ha desarrollado en base a experiencias previas de países donde se han producido experiencias de éxito en la introducción y regulación de vacunas en farmacia comunitaria.
La pregunta que debemos hacernos no es si la farmacia comunitaria española está preparada para vacunar a parte de la población, sino cuándo será posible hacerlo. Los farmacéuticos comunitarios españoles no son menos capaces que los portugueses, franceses o ingleses, y pueden vacunar también, al igual que ellos, con la correspondiente formación. Dadas las características de la red capilar de farmacias en nuestro país –una de las más importantes a nivel europeo-, también son el profesional sanitario al que consulta en primer lugar la población, el más cercano y próximo a su domicilio, y actualmente al que de forma más tangible pueden acceder.
Gran parte de las más de 22.000 farmacias y 50.000 farmacéuticos podrían ponerse a disposición del Sistema Nacional de Salud para, con la debida formación y protocolos, aliviar la carga de nuestros compañeros de atención primaria, que podrían centrarse en la vacunación de colectivos vulnerables, como la población envejecida o crónica.
Contamos además con un elemento a favor, que no se suele tener en cuenta cuando se piensa en el papel de la farmacia comunitaria en procesos de vacunación, y en el que debemos insistir: un número importante de farmacias comunitarias en España dispone de la logística necesaria para garantizar el almacenamiento y distribución necesaria para estas vacunas de primera generación, incluyendo una gestión estricta de la cadena de frío. La farmacia comunitaria es un centro fiable y seguro para el proceso de inmunización, pese a las críticas sin fundamento e infundios vertidos por determinados órganos de interés negacionistas que no representan el sentir del colectivo sanitario en España.
Contamos con personal y logística adecuados, y estamos aprendiendo además a mejorar las fórmulas de comunicación con nuestros compañeros de atención sanitaria de consultorios, centros de salud y hospitales. No hablamos de una vacía declaración de intenciones. Hace unos meses, y de la mano de las sociedades científicas de atención primaria SEMERGEN, semFYC y SEMG, además de la Sociedad Española de Medicina de Urgencias y Emergencias (SEMES), la Sociedad Española de Medicina Interna (SEMI) y la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (SEPAR), publicamos el documento Síntomas menores y COVID-19. Protocolo de actuación en farmacia comunitaria, que no solo aporta información para diferenciar la COVID-19 de otras patologías respiratorias prevalentes, sino que establece un protocolo de derivación de la farmacia comunitaria a la consulta del médico ante la detección de posibles casos sospechosos de COVID-19. Una experiencia bien acogida entre todos los colectivos implicados de la que, estoy seguro, saldrán nuevos proyectos para dinamizar los flujos de comunicación interprofesionales en nuestro sistema de salud.
Como venimos demostrando desde el principio de esta terrible crisis, nuestra mano siempre está tendida a las autoridades sanitarias y administrativas, a los que instamos a hacer uso de nuestro formidable músculo profesional para gestionar lo que todos esperamos sea la recta final de la pandemia, pero también para incluir a la farmacia comunitaria en futuros programas de prevención que garanticen una respuesta conjunta de los profesionales sanitarios a la altura de las circunstancias. Se lo deben a nuestros pacientes.