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¿ Alergia al polen ?. Las mascarillas FFP2 filtran hasta el 95% de partículas de polen y se ajustan más a la cara, disminuyendo el consumo de medicamentos de rescate y las visitas a urgencias en personas alérgicas. En una primavera de fuerte polinización debido a las altas temperaturas, las lluvias y las nevadas de este invierno, ve haciendo acopio de ellas.
Las temperaturas frías, las lluvias y las nevadas del invierno propiciarán un mayor crecimiento de las plantas y una mayor producción de polen, según las previsiones de la Sociedad Española de Inmunología Clínica, Alergología y Asma Pediátrica (SEICAP). En estas circunstancias, el uso de la mascarilla obligatoria va a contribuir a reducir los síntomas de rinitis alérgica por su capacidad de filtrar el polen y el polvo en aire inhalado, por lo que previsiblemente, disminuirá el consumo de medicamentos de rescate y las visitas a urgencias, por lo que asistiremos a una incidencia de rinitis alérgica mucho menor de lo que cabría esperar con esas circunstancias ambientales. A ello se une, según la SEICAP, la reducción de la actividad humana contaminante (vuelos comerciales, tráfico rodado, industrias), capaces de generar diversos tipos de partículas que provocan daños inflamatorios, directos e indirectos en los tejidos, promoviendo síntomas respiratorios, incluso graves, e interfiriendo en la respuesta farmacológica.
Además de al polen, otros aeroalérgenos frente a los que las mascarillas hacen de escudo son los ácaros del polvo, las esporas de hongos y los epitelios de los animales.
Pese a la mayor polinización, las primaveras 2020 y 2021 serán más benignas para los alérgicos al polen, debido, por un lado, al uso de mascarillas autofiltrantes y, por otro, a la reducción de la actividad humana contaminante (vuelos comerciales, tráfico rodado, industrias).
Cómo influye la contaminación
Las sustancias contaminantes interactúan con el epitelio respiratorio y el sistema inmune amplificando el daño inflamatorio y produciendo síntomas más graves, también con los pólenes, aglutinándolos o fraccionándolos en partículas más pequeñas y de fácil dispersión, aumentando así el riesgo de sensibilización alérgica.
La mascarilla más idónea
“Este año hemos tenido días en invierno muy fríos, con heladas y nevadas, lo que propicia que las plantas tengan raíces más profundas, crezcan más vigorosas y tengan mayor capacidad para adquirir nutrientes, lo que repercute en una mayor producción de polen”, afirma el doctor Javier Torres, miembro del Grupo de Trabajo de Alergia Respiratoria y Asma de SEICAP. En estas circunstancias, las mascarillas más eficaces, también en niños, sonlas FFP2, “porque filtran hasta el 95% de partículas y además se ajustan más a la cara. A diferencia de años previos, este año se debe evitar el uso de mascarillas dotadas de válvula espiratoria, pues, aunque aportan comodidad al paciente, son una ventana para la diseminación de virus.
Aunque las quirúrgicas también filtran partículas, quedan menos ajustadas y dejan más huecos por los que podría pasar el polen”, indica el doctor Torres. Por otro lado, las mascarillas quirúrgicas están hechas para proteger a los demás (hacia fuera) de los productos exhalados, mientras que las FFP protegen también al que la lleva puesta (hacia dentro) de las partículas suspendidas en el aire.
Pólenes “marca España”
Según explican desde la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica, las enfermedades de alergia al polen, afectan en nuestro país a más de ocho millones de personas, siete de los cuales son alérgicos a gramíneas seguidos en orden decreciente por alergia al olivo, arizónica, plátano de sombra, salsola y parietaria. Según explica el doctor Luis Moral Gil, responsable del Grupo de Trabajo de Alergia Respiratoria y Asma de la SEICAP, los alérgicos a pólenes pueden necesitar usar mascarillas durante casi todo el año: en invierno por las cupresáceas (arizónica y ciprés), en primavera por el plátano de sombra, abedul, gramíneas, olivo y parietaria y por último en verano por la salsola y la parietaria.
Sin embargo, la utilización de las mascarillas en alérgicos estaría especialmente indicada para aquellos que residen en zonas donde se producen de forma habitual niveles muy elevados de pólenes, debido a la abundancia de determinadas plantas en esos lugares. “Esto ocurre en grandes ciudades como Madrid, Barcelona, Zaragoza y Valladolid en los meses de marzo y abril por el plátano de sombra; en provincias como Jaén en mayo y junio por la polinización del olivo, y en Cáceres y Badajoz en las mismas fechas por las gramíneas”, puntualiza el doctor Moral. “También se observa que algunas especies vegetales están aumentando año tras año su hábitat, extendiéndose de forma progresiva por zonas en las que no estaban presentes previamente”, sostiene el doctor Torres.
Un ejemplo de ello es la ambrosía, de la que se prevé un importante aumento en las próximas décadas en cuanto a la frecuencia de sensibilización en la población de Europa occidental.
Mascarilla. Colócala correctamente
La mascarilla debe cubrir tanto la nariz como la barbilla y evitar que las fosas nasales queden al descubierto. “En el caso de que llevemos una mascarilla quirúrgica, debemos procurar adaptar bien la parte superior de la mascarilla, que lleva un alambre flexible, al contorno de la nariz”, indica el doctor Pedro Ojeda, alergólogo y responsable de Comunicación de la SEAIC.
Alergia al polen: Y añade: “los pólenes también se depositan en la mucosa de los ojos, por lo que es necesario llevar también unas gafas de sol que nos cierren bien el contorno de la cuenca ocular”. También es necesario seguir las tradicionales recomendaciones del especialista para disminuir la exposición a pólenes: evitar estar al aire libre, especialmente los días ventosos, viajar en el coche con las ventanillas subidas, revisar los filtros antipolen, evitar dejar mucho tiempo las ventanas de casa abiertas, entre otras.
¡No es coronavirus!
Niños con rinitis alérgica en pandemia
Uno de los aspectos a tener en cuenta por los niños con rinitis alérgica y sus familias es la importancia de saber distinguir los síntomas para poder diferenciarlos de infecciones respiratorias como el resfriado o la causada por el virus SARS-CoV-2. “Hay algunos síntomas que pueden llegar a ser coincidentes, pero ya sabemos que la presencia de tos, fiebre y pérdida de olfato, son signos prominentes de COVID-19, mientras que la congestión nasal, el prurito y la conjuntivitis son más propios de una rinitis alérgica”, explica el doctor Torres. Además, es importante que, dada la situación global de transmisión del virus SARS-CoV-2, los niños y adolescentes con rinitis alérgica “sigan más que nunca unas medidas higiénicas a la hora de toser o estornudar con el fin de evitar el contagio por aerosoles, en caso de ser asintomáticos”, comenta.
Por otro lado, cada paciente debe disponer de un plan de actuación establecido por su pediatra alergólogo. “Este incluye un tratamiento preventivo, que se ha de tomar a diario, y tratamientos de rescate que se utilizan en caso de la aparición de síntomas”, advierte el doctor Torres. En este sentido, recuerda la importancia de cumplir con el tratamiento, “pues una alergia al polen no controlada puede incrementar el riesgo de diseminación viral”. También desde SEICAP se recuerda que los niños con alergia al polen no son grupo de riesgo frente al COVID-19 y que no existe contraindicación para el uso de corticosteroides intranasales.
ALERGIA | CORONAVIRUS |
Picor nasal | Síntomas parecidos a los de una gripe |
Picor de ojos | Fiebre de moderada a intensa |
Estornudos repetidos | Malestar general |
Destilación nasal acuosa | Abatimiento |
Congestión nasal de instrucción más o menos brusca | Tos habitualmente seca y puede asociar flemas y dificultad para respirar |
Vacuna frente a la COVID-19
¿Contraindicada?
Según la SEAIC, presentar una alergia a penicilina, a analgésicos o a pólenes o alimentos vegetales o seguir un tratamiento con corticoides tópicos o inhalados, por ejemplo, no tiene por qué contraindicar la administración de la vacuna de la COVID-19. Además, la vacunación del paciente alérgico puede ir desde unos meses a unas semanas antes de la época de polinización. No obstante, la Federación de Asociaciones Científico-Médicas (FACME) puntualiza que, “si el paciente que va a vacunarse de COVID-19 ha recibido otra vacuna, se recomienda un intervalo mínimo entre 7 y 10 días hasta recibir la primera dosis de vacuna frente a la COVID-19. Una vez iniciada la vacunación, si es posible, se recomienda no iniciar otras vacunas y posponerlas hasta pasados otros 7 a 10 días tras la segunda vacunación frente a la COVID-19”.