
La dermatitis atópica es una enfermedad pruriginosa e inflamatoria de la piel que padece hasta un 25% de la población infantil y un 2-3% de la población adulta. Según explica el doctor Jose Luis López Estebaranz, jefe del Servicio de Dermatología del Hospital Universitario Fundación Alcorcón en Madrid, Director de DermoMedic y miembro asesor del Board de DoveMed, “en un 60% de los casos la dermatitis atópica se desarrolla en el primer año de vida y, aunque esta enfermedad se suele resolver en la edad adulta, existen casos en los que aparecen las lesiones sólo en pacientes adultos sin haber tenido previamente lesiones en la infancia”.
La dermatitis atópica causa brotes recurrentes con lesiones con enrojecimiento, sequedad, exudación, costras y engrosamiento de la piel, explica el experto. “Son lesiones que producen picor y ocasionan un importante malestar al paciente. Además, estos pacientes pueden desarrollar con más frecuencia rinitis alérgica, asma y alergias alimentarias. Son casos en lo que se habla de marcha atópica”.
En el desarrollo de la dermatitis atópica intervienen factores de predisposición genética, factores ambientales y alteraciones inmunológicas. “El 70% de los pacientes con dermatitis atópica tienen antecedentes familiares de atopia”, señala López Estebaranz. “Se ha observado que el riesgo de desarrollar la enfermedad aumenta entre 2 y 3 veces si uno de los padres es atópico, y entre 3 y 5 veces si los dos padres son atópicos”, añade el doctor.
Otro factor que también se ha identificado como relevante a la hora de desarrollar dermatitis atópica es la presencia de mutaciones en el gen de la filagrina, “y es que cerca del 60% de los pacientes con esta enfermedad presenta mutaciones en dicho gen” dice el especialista. La filagrina es una proteína presente en la epidermis y es fundamental para mantener la integridad de la barrera cutánea de la piel. La filagrina interviene en la producción del factor natural humectante de la piel y ayuda a mantener el pH, entre otras funciones. Al carecer de esta proteína los pacientes con esta mutación tienen alterada la barrera epidérmica cutánea”.
A la hora de diagnosticar la dermatitis atópica, el dermatólogo revisa el tipo de lesiones, la forma de presentación y la evolución de éstas. La severidad de la dermatitis atópica viene determinada por la intensidad de las lesiones y la repercusión en la calidad de vida de los pacientes que la padecen. El experto explica que “es importante evaluar la influencia de la enfermedad en la calidad de vida del paciente y sus familiares. Se ha comprobado que más del 60% de los niños con dermatitis atópica tienen alteraciones en el sueño. En algunos casos, también pueden llegar a asociarse a esta enfermedad alteraciones conductuales como el déficit de atención e hiperactividad o incluso la depresión”. Por lo tanto, a la hora de tratar con los pacientes es importante tener en cuenta todas estas repercusiones para instaurar el tratamiento más adecuado y dar el soporte necesario.
Actualmente se dispone de múltiples terapias para tratar la dermatitis atópica. Cremas con antiinflamatorios de distinta naturaleza, inmunomoduladores, fototerapia o inmunosupresores. López Estebaranz indica que “según la severidad, recurrencia y características personales del paciente el manejo debe individualizarse para conseguir unos resultados óptimos”. Al ser una enfermedad en la que está dañada la barrera cutánea “son fundamentales las medidas activas para restablecer la misma y mantenerla íntegra”, concluye el especialista.