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Con motivo del Día Europeo de la Depresión, que se celebra el 1 de octubre, entrevistamos al doctor Guillermo Lahera Forteza, profesor de Psiquiatría y Psicología Médica en la Universidad de Alcalá de Henares e Investigador en el CIBERSAM.
Se estima que en 2030 la depresión sea la principal causa de morbilidad en todo el mundo, a su entender ¿cuáles son las causas que provocan el aumento de esta patología?
Es indudable el aumento de la frecuencia de este trastorno, lo cual convierte a este trastorno en un importante problema de salud pública. Las causas son diversas e interaccionan entre sí. Algunas son el mayor estrés de las sociedades occidentales, el consumo de tóxicos o los hábitos de vida poco saludables (el aislamiento social, el sedentarismo…), pero también influyen el aumento de la esperanza de vida y la mayor capacidad para el diagnóstico de nuestro sistema de salud.
¿En qué consiste este trastorno?
Es un trastorno del estado del ánimo que suele aparecer entre los 20 y los 50 años y que tiende a la recurrencia a lo largo de la vida. Se trata de una enfermedad mental multidimensional y heterogénea, con una clara base cerebral, que se expresa a través de una extensa variedad de síntomas, tanto afectivos (tristeza, ansiedad, irritabilidad, bajo estado de ánimo, desesperanza…) como cognitivos (dificultades de atención y concentración, de memoria, de toma de decisiones y planificación, etc.) y somáticos (fatiga, cambios en el apetito y peso, alteraciones del sueño, cefalea, problemas estomacales…).
En su ‘Decálogo sobre la depresión’ explica lo que NO es la depresión (no es falta de carácter o de voluntad, por ejemplo). Cuestiones que en muchos casos a la sociedad, o incluso a familiares y amigos de los afectados les cuesta comprender…
Claro, pero es fundamental separar la depresión de lo que son reacciones emocionales negativas ante sucesos adversos y de rasgos patológicos de personalidad. Si no lo hacemos, podemos trivializar el sufrimiento real del paciente depresivo, o culparlo de su propia incapacidad. Así, no se trata de diagnosticar de depresión “todo aquello que se le parezca”, sino de identificar bien los síntomas y separarlos de otras patologías o reacciones emocionales. Es fundamental, por ejemplo, atender al aspecto somático de la depresión, la reducción del instinto vital. Para ello, la clave está en dotar de formación y tiempo de consulta a los médicos de Atención Primaria.
En este punto, ¿cómo se debe tratar al paciente, cuál debe ser el comportamiento de los que rodean a una persona con depresión?
La mejor manera es colaborar para que el paciente sea bien diagnosticado y tratado por un profesional. El familiar o amigo debe actuar como familiar o amigo, no tratar de ser terapeuta. Además, dar al paciente un continuo apoyo, recomiendo no culpabilizarle, no tratar de “animarle” sino, comprender su grado de malestar y sufrimiento y ofrecer ayuda y esperanza. Normalmente el que ha pasado por una depresión, luego se hace más comprensivo hacia otras personas con el problema. En general, los psiquiatras recomendamos no tomar grandes decisiones vitales durante el episodio depresivo (separaciones, cambios de trabajo…), dado que el paciente puede tener muy sesgado su análisis y visión de las cosas. También a veces vemos un énfasis exagerado por encontrar las “causas” de la depresión de una persona. Claramente el estrés y determinados conflictos personales pueden desencadenar un episodio, pero otras veces la asociación no es tan evidente, y los esfuerzos deben dirigirse a la resolución del cuadro.
Es una enfermedad bastante frecuente, ¿cual es su incidencia?
La cifra global que se tiene es que el 8-10 % de la población ha tenido o tendrá un episodio de depresión a lo largo de su vida. Este porcentaje es superior en la mujer que en el hombre, con una proporción de 2-3 a 1.
Pero también infradiagnosticada… ¿En dónde radica aquí el problema? ¿Es el paciente el que no ve la necesidad de acudir al médico?
Se da la paradoja de que la depresión está a la vez sobre-diagnosticada (en el sentido de llamar depresión a lo que no lo es) e infra-diagnosticada (porque la auténtica enfermedad depresiva a veces no llega a ser diagnosticada). Cuando ocurre, el paciente presenta una falta de energía y de motivación, que dificulta el acceso a la red asistencial. La desesperanza conduce al paciente a pensar que no va a mejorar y que por qué va a intentarlo. Es fundamental por ello la psicoeducación, conocer e identificar los síntomas y signos de un episodio depresivo.
¿Cuáles son los síntomas de la depresión? ¿Qué nos puede hacer sospechar que estamos ante una enfermedad y no ante un periodo de tristeza o preocupación?
Más allá de la tristeza, el llanto, la irritabilidad, el decaimiento, aparecen unos síntomas característicos: incapacidad para tener placer con las actividades; falta de motivación y falta de energía; insomnio, trastornos del apetito, falta de deseo sexual, autoestima baja, visión negativa de uno mismo, del pasado y del futuro. Es frecuente que la desesperanza conduzca a ideas de muerte, es decir, a pensar que la vida no tiene mucho sentido. Pueden aparecer dificultades cognitivas, por ejemplo para recordar cosas o para atender. El paciente está en un bucle, rumiando ideas negativas sobre él mismo y sobre la vida. El tratamiento consiste en sacarlo de ese bucle y orientarlo hacia delante.
Para diferenciarlo de reacciones emocionales, hay que preguntarse en primer lugar si la sintomatología tiene una relación directa y clara con un acontecimiento adverso (p.ej. la muerte de un ser querido, el desempleo…); y en segundo lugar si la afectación funcional, es decir, si el impacto negativo sobre su vida diaria, afecta a todas sus áreas (personal, familiar, social, laboral).
¿Se conocen sus causas?
Se tienen modelos explicativos del trastorno, que combinan factores neurobiológicos (p.ej. heredabilidad, desequilibrio bioquímico, alteraciones en la estructura y función del cerebro) y cognitivos (esquemas y pensamientos automáticos que configuran el ánimo bajo).
¿La depresión es curable?
La gran mayoría de depresiones sí se curan, aunque luego haya que recibir un tratamiento para prevenir recaídas. Luego hay un porcentaje de casos más resistentes, pero en general el futuro del tratamiento de la depresión debe encararse con esperanza, porque cada vez sabemos más de los mecanismos cerebrales subyacentes, contamos con tratamientos seguros y eficaces, y tenemos nuevas líneas de investigación científica en desarrollo.
El objetivo terapéutico, en la actualidad, persigue que el paciente recupere la funcionalidad, de modo que pueda desempeñar las tareas de su día a día como lo hacía antes de la enfermedad. Hay que prestar atención a la presencia de síntomas residuales, que son aquéllos que permanecen tras la mejoría, y que siguen limitando la actividad habitual del paciente. Suelen manifestarse como dificultades cognitivas (falta de atención o de memoria), síntomas somáticos, insomnio o pérdida de apetito sexual. No son tan manifiestos como la tristeza, la desesperanza o la culpa, pero impiden que el paciente vuelva a su vida normal, de ahí la necesidad de detectarlos y tratarlos.
¿En qué consiste el tratamiento? ¿Es sólo farmacológico o se suelen recomendar otro tipo de terapias?
Lo primero es que el tratamiento debe ser individualizado, integral y estar de acuerdo a las guías internacionales de práctica clínica. Estas guías recogen la evidencia que apoya nuestros tratamientos y sirven para homogeneizar en lo posible la calidad asistencial de la depresión. El tratamiento puede ser farmacológico o psicoterapéutico, pero en la mayoría de casos (sobre todo aquellos moderados-graves) es una combinación de ambos, añadiendo un componente psicoeducativo, de explicación del trastorno. Una buena relación terapéutica (confiar en el terapeuta) y una alta adherencia al tratamiento aumentarán las probabilidades de éxito.
¿Existen novedades en cuanto a fármacos más efectivos?
Están apareciendo novedades, tanto a nivel farmacológico como psicoterapéutico muy reseñables. Farmacológicamente, son productos con nuevos mecanismos de acción y mucha mejor tolerancia por ejemplo a nivel cognitivo, metabólico o sexual (dado que es un efecto secundario frecuente en los antidepresivos antiguos). En psicoterapia, hay intervenciones nuevas, basadas en Mindfulness, por ejemplo, que muestran resultados notables.
Usted explica que la principal y más grave complicación de la depresión es el suicidio. ¿En qué medida aumenta el riesgo en este tipo de personas?
El riesgo de suicidio es 21 veces superior en los pacientes con depresión frente a la población general. Un elevado porcentaje de los casos de suicidio están relacionado con la existencia de trastornos psiquiátricos, siendo la depresión la principal patología. Hay combinaciones potencialmente letales, como son depresión, abuso de alcohol o cocaína y rasgos de personalidad como impulsividad o baja tolerancia a la frustración.
¿Existen conductas o comportamientos del enfermo que nos puedan poner en alerta sobre este riesgo a fin de evitarlo?
El suicidio constituye uno de los grandes tabúes de la sociedad, resulta muy difícil abordarlo. Pero lo que indican los datos es que hablar sobre el suicidio permite una correcta valoración del riesgo y a veces incluso reduce este riesgo, al permitir la expresión emocional. Por tanto, hay que conocer que en la depresión pueden existir estos pensamientos y ser capaz de explorarlos en el paciente con delicadeza y empatía. Por otro lado, cuando el paciente cambia bruscamente su actitud, se vuelve evasivo, poco hablador o incongruentemente despreocupado, hay que alertarse. También si existen antecedentes de conducta suicida, consumo tóxico asociado o menciones implícitas a dejar de vivir. Es fundamental darle apoyo, confianza y esperanza, pero por otro lado seguridad, minimizando los riesgos de conducta suicida. En estos casos es fundamental contar con la ayuda de un médico psiquiatra.