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Cuando se enciende un cigarrillo, una
parte del humo que se genera, (aproximadamente el 25 %), lo inhala el fumador y tras la exhalación pasa al
ambiente; el resto del humo producido pasa directamente al aire, por la propia
combustión del cigarrillo, sin la intervención del fumador. En cualquiera de
estos casos este humo contiene más de 4.000 sustancias, en su mayoría tóxicas,
que pueden afectar a la salud. El humo que pasa directamente del cigarrillo al
ambiente, contiene partículas de menor tamaño que las contenidas en el humo
exhalado, y es precisamente el menor tamaño de las partículas la razón por la
que penetran más fácilmente en el organismo. En estas circunstancias, el
fumador pasivo inhala las mismas sustancias tóxicas que el activo, pudiéndose
dar el caso de que un fumador pasivo en un local cerrado y muy contaminado por
el humo del tabaco, absorba más elementos nocivos que el fumador activo fumando
al aire libre. Ni que decir tiene que en ambos casos, la inhalación de las
partículas procedentes de los cigarrillos supone un riesgo para la salud.