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Con la llegada del otoño, el número de consultas por casos de depresión y trastornos afectivos asociados al cambio de estación aumentan de forma importante, siendo el adolescente el colectivo más afectado. En algunos individuos, los síntomas pueden perdurar varios meses hasta que, de forma progresiva, éstos tienen a remitir por sí solos. “El organismo humano está sincronizado a los factores climatológicos como son el calor, el número de horas de luz solar, etc. Por ello, cuando se producen cambios en estos factores, ciertas personas experimentan síntomas de disminución de energía y estados de ánimos depresivos”, explica el profesor Joaquín Santo Domingo, psiquiatra de la Clínica La Luz.
En cuanto a su diagnóstico, los expertos coinciden en señalar la tristeza vital como signo inequívoco en todo cuadro depresivo. Además, en torno a este síntoma se articulan otros muchos como son la pérdida de la capacidad para disfrutar (o “anhedonia”), y el descenso de energía o impulso con el que se siente el individuo. Del mismo modo, la depresión tiende a despertar en muchas personas la falta de apetito en lo que concierne a las ganas de comer.
Para este experto, los trastornos del sueño suponen otra importante carga para quien sufre estos trastornos depresivos asociados al cambio de estación. En este sentido, dormir de forma regular y mantener un cierto ritmo de actividad ayuda a prevenir los cuadros de depresión y trastornos afectivos motivados por el cambio de estación.