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El ácido hialurónico capitanea todas las estrategias y protocolos de cuidado antiaging, tanto en casa como en los centros de medicina estética. Por su parte, el ácido glicólico goza de un especial momento de popularidad (es, de hecho, el segundo ingrediente que cuenta con más búsquedas en la red) debido principalmente a las nuevas formulaciones, que lo han convertido en “apto” para todo tipo de pieles. Descubre por qué estos dos principios activos tienen que formar parte, sí o sí, de tu rutina cosmética diaria.
El paso del tiempo altera la composición y el estado de la piel que, no hay que olvidarlo, es un órgano que está en constante evolución y que además del “efecto calendario” acusa la acción de los numerosos factores ambientales a los que está expuesta. En este sentido, los dermatólogos expertos de Clínicas Dorsia recuerdan que aunque nuestra epidermis posee una enorme capacidad de auto-reparación y regeneración, ésta, a medida vamos cumpliendo años, se ralentiza y pierde eficacia, lo que se traduce en la aparición de manchas, imperfecciones o falta de luminosidad. “El colágeno y la elastina se degradan y las células ya no son capaces de producir estas sustancias (presentes de forma natural en la piel) tan rápidamente, así que es habitual que los contornos comiencen también a decaer. Por todos estos motivos, resulta imprescindible introducir nuevos productos y tratamientos que ayuden a las células a ganar vitalidad”, explican estos expertos.
Guía beauty para adaptar los cuidados al calendario
Para facilitar la puesta en marcha de esta estrategia antiaging, desde Dorsia ofrecen una serie de pautas a tener en cuenta, especialmente a partir de los 40-50 años. La básica y principal es llevar un estilo de vida lo más saludable posible, que incluya una alimentación equilibrada y ejercicio moderado. “Una dieta rica en vitaminas, antioxidantes, proteínas y grasas saludables ayudará siempre a la regeneración celular”, dicen.
En cuanto a los gestos cosméticos que resultan clave, hacen hincapié en la importancia de usar fotoprotector durante todo el año: “es el mejor aliado para evitar el fotoenvejecimiento de la piel causado en todos los niveles dérmicos por los rayos UVA y UVB. Puede aplicarse de diferentes maneras, encima de una hidratante o usando una que contenga SPF o bien aplicando una base de maquillaje con protección solar. Hay que acordarse de repetir la aplicación en el tiempo, para que la piel no quede desprotegida”.
Otro gesto que se vuelve imprescindible a medida que se cumplen años es la exfoliación, que se debe realizar una vez a la semana, seguida de un masaje estimulante intenso con aceites esenciales o mascarillas intensivas. “Exfoliando el rostro se consigue una regeneración celular, y también se prepara la piel para absorber de manera más efectiva cualquier tratamiento que se aplique posteriormente”, comentan.
Respecto a los principios cosméticos más recomendados, los dermatólogos apuntan a dos tipos de activos: por un lado, los antioxidantes y antipolución y, por otro, aquellos que estimulan la renovación de las capas superficiales de la piel. En relación con los primeros, varios estudios han demostrado que las pieles expuestas a altos niveles de contaminación muestran una pérdida de elasticidad y firmeza, junto a un aumento de la sequedad, de arrugas prematuras y alergias cutáneas. “Para prevenir todos estos efectos se aconseja aplicar cosméticos con activos como la vitamina C y la vitamina E, que protegen a las células frente al daño de los radicales libres. Lo mejor es hacerlo en forma de serums, tres o cuatro días a la semana, aplicados por las mañanas”, afirman.
Entre el segundo grupo de principios activos, estos expertos destacan los ácidos alfahidroxiácidos, como el ácido glicólico, el ácido salicílico, el ácido azelaico o el retinol, “que son grandes aliados para unificar el tono y alisar la superficie engrosada por el paso del tiempo”.
En línea con estas recomendaciones, las nuevas gamas de cosmética antiedad tienen en cuenta estos activos en sus formulaciones, en las que destacan sobre todo dos sustancias: el ácido hialurónico y el ácido glicólico. La razón de este protagonismo está en los cada vez más demostrados efectos que ambas tienen a nivel cutáneo y que van más allá de sus virtudes antiedad.
Ácido hialurónico: el súper “hidratador” y mega “redensificador”
“El ácido hialurónico es una sustancia que se encuentra de forma natural en el organismo: piel, tejidos, cartílagos, ojos, etc. Su propiedad principal es su capacidad de retener agua, lo que consigue que dichos tejidos se mantengan en buen estado. Sin embargo, como consecuencia del proceso de envejecimiento, la presencia del ácido hialurónico en la piel disminuye y, a efectos cutáneos, esto supone una pérdida de hidratación, elasticidad y firmeza”, explica la doctora Mar Lázaro, experta en medicina estética.
De hecho, aproximadamente el 50% del total del ácido hialurónico presente en el cuerpo humano se encuentra en la piel y como credencial de su importante efecto hidratante basta aludir a su capacidad para atraer y retener más de mil veces su peso en agua, pudiendo incluso extraer la humedad de la atmósfera circundante y llevarla a las diferentes capas de la piel.
Opción 1: Ingrediente “top” de la cosmética antiaging
Aunque la palabra “ácido” puede echar para atrás a algunas personas (sobre todo a aquellas con piel sensible y/o reactiva), lo cierto es que en el caso del hialurónico, sus características hacen que sea una categoría “especial” dentro de esta familia de productos, ya que, a diferencia de otros ácidos, su principal misión no es la exfoliación, sino que actúa como un gran “reponedor” de elementos que se desgastan como consecuencia del paso tiempo. De hecho, se puede decir que se trata de la sustancia que “lidera” uno de los claims cosméticos que marcan tendencia: la redensificación, heredera del efecto lifting que ha dominado los soluciones antiedad durante mucho tiempo. Este objetivo de redensificar, en el que las evidencias sobre las posibilidades cosméticas del ácido hialurónico ha tenido mucho que ver, se basa en los hallazgos más recientes en el ámbito del envejecimiento cutáneo y que apuntan a que los rasgos de cansancio y de facciones desdibujadas propias de la edad están más relacionados con la pérdida de densidad y volumen de la piel (unido a la distensión de los músculos faciales) que con las arrugas. En este contexto, el aporte del ácido hialurónico va más allá de la hidratación, ya que gracias a su capacidad de retención de la humedad, ayuda a aumentar/reconstruir el volumen del tejido cutáneo. Asimismo, su aplicación tópica dentro del plan de cuidados habitual mejora notablemente la elasticidad y el tono cutáneo, tiene propiedades antiinflamatorias y aporta calma y regeneración a las pieles sensibles y reactivas.
Una de las peculiaridades de este ingrediente (que explica en gran medida su alta efectividad) es que presenta diferentes pesos moleculares. “Las moléculas de ácido hialurónico más pequeñas pueden penetrar profundamente en la piel, elevando la humedad desde las capas inferiores. Por su parte, las moléculas más grandes se asientan en la piel como un depósito de humedad, alimentando las capas superiores y bloqueando la pérdida de agua”, explica Elisabeth San Gregorio, directora técnica de Medik8, quien añade que, usados en conjunto, los diferentes pesos ayudan a distribuir la hidratación a lo largo de la totalidad de la piel, previniendo el envejecimiento relacionado a una falta de hidratación y creando un efecto de relleno, ya que uno de los efectos que se percibe de forma más inmediata es que la piel se vuelve más jugosa.
Opción 2: Medicina estética: resultados cada vez más personalizados (y naturales)
Desde hace tiempo el ácido hialurónico es uno de los principales materiales utilizados en la medicina estética (de hecho, éste fue su primer “campo de actuación”, saltando de ahí al ámbito de la cosmética). A la hora de hablar de la aplicación de este ingrediente por parte de los expertos en medicina estética es importante tener en cuenta dos aspectos: la reticulación (nivel de procesado para que mantenga sus propiedades durante más tiempo) y la densidad (cuanto más reticulado es el ácido, más densidad tiene y más dura su efecto).
Como explica la doctora Lázaro, los diferentes tipos de reticulaciones y densidades se utilizan en función de la zona donde se aplica y los resultados que se buscan.
Uno de los usos más demandados es la hidratación: “En este caso se emplea un ácido hialurónico de bajo peso molecular, que se aplica en dermis superficial a modo de múltiples pinchacitos (mesoterapia). Con ello se logra hidratar, mejorar la calidad de la piel y aumentar un poco su densidad”.
Otro de sus usos es la reposición de facciones o aumento de volumen: “para recuperar la densidad de unos pómulos o mejillas, redibujar el mentón y/o el ángulo mandibular, aumentar, hidratar o perfilar los labios o disimular el surco de la ojera, el ácido hialurónico debe tener un mayor peso molecular y aplicarse en otros planos de la dermis. Asimismo, también se utiliza para la eliminación de arrugas y surcos”.
¿Hincha?
Una “queja” clásica respecto a la aplicación médico-estético del ácido hialurónico es la que se refiere al excesivo efecto “hinchante” que puede producir en algunas personas. “Eso ocurría hace años, pero no hoy, cuando la tendencia, en lugar de redondear, es reposicionar y tensar. Huimos de las caras hinchadas y de los pómulos exagerados”, comenta Mar Lázaro.
¿Cuánto dura?
En cuanto a la duración de los efectos, la doctora Lázaro explica que el efecto en zonas como el pómulo o el mentón puede mantenerse alrededor de un año. “En labios, puede durar unos 10 meses, y cuando se aplica para el tratamiento de las ojeras, alrededor de 18 meses. Se trata de un material seguro siempre que esté indicado por un médico profesional con experiencia, y no genera rechazo, porque es una sustancia que tenemos en nuestro propio cuerpo de forma natural. Como mucho, puede ocasionar en algunos casos una respuesta inflamatoria, que suele desaparecer a las 24 horas”.
Finalmente, Mar Lázaro explica la diferencia entre el ácido hialurónico y el botox. “Aunque en ocasiones genera confusión, los fines de ambas técnicas son diferentes. Se trata de productos infiltrados, pero mientras la toxina botulínica (botox) relaja sin rellenar, tratando las arrugas de expresión del tercio superior, el ácido hialurónico rellena o reposiciona sin relajar, utilizándose sobre todo en el tercio medio e inferior”.
Glicólico: el ácido “de moda”
Perteneciente a la familia de los alfahidroxiácidos (AAH), el ácido glicólico, al igual que sus “parientes”, el láctico y el málico, actúa básicamente descomponiendo el “pegamento” que mantiene unidas las células cutáneas superficiales. Pero, además, aporta el beneficio añadido de que ayuda a combatir las líneas de expresión y las arrugas y también contribuye a mejorar el aspecto de la piel grasa. “Se trata de un hidroxiácido de bajo peso molecular que consigue penetrar hasta los estratos más profundos del tejido cutáneo para, desde la base, producir grandes efectos en la piel. Su poder más conocido es el exfoliante, ya que con su aplicación se mejora la textura de la piel, purificándola, eliminando las células muertas, reduciendo la pigmentación y tratando la luminosidad”, comenta Elisabeth San Gregorio.
En la misma línea, los expertos de Camaleon Cosmetics (www. camaleoncosmetics.com) enumeran algunas de las razones que hacen que este principio activo se considere un indispensable en la rutina beauty a cualquier edad, pero más especialmente en las pieles maduras: “Es un excelente agente exfoliante, que debilita las uniones entre las células de la última capa de la piel para promover la renovación celular. Además, reduce las marcas de acné, el tamaño de los poros y aclara las manchas; permite que los capilares se dilaten, de forma que aporten más oxígeno y energía a las células; y aumenta la producción de colágeno y ácido hialurónico”.
Por su parte, Raquel González, directora de educación de Perricone MD (www.perriconemd.es), hace hincapié en el efecto antiedad de esta sustancia: “activa los procesos de síntesis de colágeno y elastina, reduciendo la apariencia de las arrugas y líneas finas de expresión. Asimismo –y aunque este efecto no es del todo conocido por muchas personas- mejora los niveles de hidratación de la piel, ya que evita la pérdida de agua al estimular la producción de ácido hialurónico endógeno, favoreciendo el volumen cutáneo y dando a la piel un aspecto jugoso y con menores signos de edad”.
Al igual que el resto de los ácidos, la acción exfoliante que puede producir hace que no todas las pieles toleren bien esta sustancia, así que hay que estar muy pendiente si tras su uso, se nota que la piel enrojece y pica en exceso. Por suerte, los últimos lanzamientos que incorporan esta sustancia ofrecen distintos porcentajes de concentración, haciendo posible versiones aptas para prácticamente todos los tipos de piel.
Manual de uso
Para sacar todo el partido a las propiedades del ácido glicólico es importante seguir un manual de uso. En este sentido, la primera cuestión a tener en cuenta son dos características: el pH y la concentración. Tal y como explican desde Camaleon Cosmetics, el pH de la formulación es clave ya que a medida que éste aumenta disminuye la concentración activa de ácido y, por tanto, su eficacia. En cuanto a la concentración, si ésta es menor al 4%, la exfoliación que produce el ácido es suave, mientras que un rango superior al 20% sólo debe utilizarse bajo prescripción médica. “Por tanto, en la zona intermedia es dónde encontramos las fórmulas ideales para tratar los signos más comunes de envejecimiento a largo plazo y mejorar la textura de la piel”, comentan.
Otro aspecto importante es cómo introducir el ácido glicólico en la rutina de cuidados diaria. En este sentido, Estefanía Nieto, directora técnica de Omorovicza (www. purenichelab.com), aconseja hacerlo poco a poco. Además, y según el nivel de concentración, formará parte de los productos de uso diario o en días alternos. “Por ejemplo, su carga en mascarillas puede ser mayor, usándolo en este caso sólo dos veces a la semana, mientras que en ciertos productos como pueden ser las cremas de noche, su porcentaje es inferior y se aplicará a diario, permitiendo que su efecto vaya acumulándose en el tiempo”.
Asimismo, esta experta recomienda dar periódicamente “vacaciones” a la aplicación de esta sustancia en la piel: “Es importante tener claro que los principios de alta actividad, como es el ácido glicólico, en muchas ocasiones funcionan mejor si se descansa de ellos uno o dos días a la semana, haciendo que la piel trabaje por sí sola. Esto también ocurre con activos como el retinol o la vitamina C”.