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Llegó el cole de nuevo, y con él los comedores escolares y la preocupación de los padres por la alimentación de sus hijos. De entre los alimentos más utilizados, el huevo y los llamados ovoproductos o derivados del huevo. Su utilización a gran escala y en infinidad de platos, unido al riesgo de toxiinfección alimentaria que le es propio, (quién no ha oído hablar de la salmonella), ha hecho que cada vez se ponga más hincapié en las garantías para su consumo. De ahí que se le someta a procesos de pasteurización que garanticen la destrucción de posibles microorganismos patógenos en su utilización como materia prima para la elaboración de los derivados del huevo. Desde el año 1991 en que se prohibió el uso de huevo fresco en la restauración colectiva (elaboración de mayonesas y salsas), la comercialización y utilización de los ovoproductos o derivados del huevo ha crecido mucho en España. Estos ovoproductos se definen como los resultantes de aplicar un tratamiento al huevo fresco o a partes del mismo, ya sean mezcladas o por separado, y después de retirar la cáscara y las membranas. A ellos se les puede añadir otros productos alimentarios o aditivos, siempre que estén autorizados y se declaren en la etiqueta. Su presentación comercial puede ser desde líquidos a concentrados, pasando por desecados, cristalizados, congelados, ultracongelados o coagulados, resultando mucho más versátiles, seguros y de fácil uso.