- Que a ver qué me dice usted de la bisagra?
- Eso, aquí al lado, en la ferretería.
- ¡Qué ferretería ni qué puñetas! Le hablo de las pastillitas azules.
- ¡Ah, se refiere a la Viagra! Tiene usted problemas de erección, ¿verdad?
- ¿Yo? ¡Qué va! Es mi cuñado el que me ha dicho que pregunte.
- ¿Y por qué no viene él?
- Porque le da corte.
- ¿Y qué le pasa exactamente a su cuñado?
- Mire, empezó con problemas de? ¿cómo se lo explicaría yo??
- ¿De orgasmo?
- No, el órgano lo tiene perfectamente.
- Me refiero al momento crucial.
- Efectivamente. El gustito?, usted ya me entiende. ¿Ve como todo esto es un corte?
- Mire, los problemas de sexualidad son los más difíciles de solucionar porque el enfermo no quiere curarse.
- Yo no estoy enfermo, ¡vamos, me refiero a mi cuñado!
- Bueno, pues a su cuñado. Una disfunción eréctil no es exactamente una enfermedad. Por eso, en lugar de enfermo, emplearemos la palabra paciente.
- Eso está mejor.
- Entonces su cuñado, el paciente según me dice, tiene un problema de retardo del orgasmo.
- Si, pero mal que bien lo iba solucionando, porque, aunque tardara más que una lista de espera, lo conseguía.
- Entonces, ¿cuál es su problema?
- Que de un tiempo a esta parte la tiene aburrida.
- ¿Que la tiene qué??
- ¿Ve usted como todo esto es un problema? ¡Que no sé?!
- Entonces es una disfunción eréctil y eso ya es más preocupante.
- ¡Vaya por Dios? y que conste que lo digo por mi cuñado?!
- Dígale que no se preocupe, que ya hemos quedado en que no es una enfermedad.
- No es una enfermedad pero sí un disgusto.
- Ha empleado la palabra justa ya que disgusto es antónimo de gusto y en eso estamos.
- Entonces las pastillas, ¿no sirven?
- Claro que sí, pero no se pueden tomar así como así. Hay que conocer las causas, pero quizás usted, al tratarse de su cuñado, no las sepa.
- ¡Pregunte, pregunte! Mi cuñado es para mí como un hermano.
- ¿Está tomando alguna medicación?
- Verá usted, aquí en confianza, está tomando pastillas para los nervios.
- ¿Una depresión?
- Es que lo echaron del trabajo? bueno, lo han prejubilado y tiene una tristeza encima que no se puede imaginar. ¡Eso hay que vivirlo!
- Conoce usted a su cuñado perfectamente.
- Es que a mí me ha pasado igual con el trabajo y como estoy desocupado nos vemos mucho. ¡Y ahora encima esto!
- Pues mire usted por dónde la causa de esta disfunción puede estar motivada por la ingesta de antidepresivos.
- ¿Entonces dejo de tomarlos?? ¡Vamos, mi cuñado!
- ¡Radicalmente, no! Los antidepresivos hay que irlos eliminando paulatinamente y según la indicación del psiquiatra.
- ¿Ve usted? El psiquiatra todo lo que hace es echar mano del bolígrafo y venga a recetar. No me da oportunidad de hablar?, bueno a mi cuñado, como lo estoy haciendo con usted.
- Es que los farmacéuticos somos más accesibles.
- Bueno, pues deme usted una cajita de esas pastillas.
- Para dárselas se las tiene que prescribir su médico.
- ¿Porque no se pueden tomar con la de las nervios?
- Precisamente estas pastillas están indicadas para los estados depresivos. Pero, para dispensarlas, es preceptiva la receta médica.
- Pues se lo diré al psiquiatra?vaya, a mi cuñado. Muchas gracias por todo y buenos días.
- Tenga cuidado al cerrar la puerta porque está algo atascada.
- Eso puede ser la bisagra. ¿Lo he dicho ahora bien?