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Sin duda, el verano es la estación idónea para regenerarse y desintoxicarse. El tandem entorno natural (playa o montaña) y la ausencia de obligaciones (es decir, relax), proporcionan las mejores condiciones para ponerse a punto física y mentalmente. Y es que no todo es abandonarse al “dolce far niente”….
Ya Hipócrates afirmaba rotundamente que el mar era capaz de curar enfermedades, y se cuenta que el principal fin que empujó en su día a Marco Antonio a conquistar el Mar Muerto fue el de proporcionar a su amada Cleopatra las sales necesarias para que ésta pudiera convertir sus famosos baños en una auténtica cura de belleza y relax. Emulando a la monarca egipcia, podemos sacar todo el partido a los beneficios –muchos y variados- que el mar, la playa y los entornos naturales proporcionan al organismo y, por tanto, a nuestro look.
Costa y playa: todas son ventajas
“Desde el punto de vista de la salud, las dos grandes bazas de pasar las vacaciones en la playa son, por un lado, el clima marino, que es estimulante y tonificante para el organismo y, por otro, el agua de mar, cuya repercusión en el organismo se traduce en una mejora del equilibrio hormonal”, explica el doctor Juan Carlos San José, Presidente de
Y es que el agua de mares y océanos supone un auténtico cóctel de elementos necesarios para la salud, entre los que destacan algunos minerales que el organismo puede absorber en pequeña proporción a través de la piel: el yodo, que actúa principalmente sobre la glándula tiroides (encargada del equilibrio metabólico); el potasio y el sodio, que regulan la cantidad de agua en células y tejidos, y son imprescindibles para mantener el tono cardiaco y muscular; el azufre, que alivia el reumatismo y fortalece huesos y tendones; el calcio, que interviene en la formación de los huesos y participa en otras funciones del organismo; y el silicio, que actúa sobre el sistema inmune. ¿El resultado? Un buen estado en general que se traduce también en un mejor aspecto físico
Piel en reparación
Protección solar aparte, el entorno marino supone una auténtica cura de salud para la piel en general y para determinadas patologías dérmicas en particular. La psoriasis, un problema que afecta al 5 por ciento de la población, se ve muy favorecida por los efectos de los baños de sol y el agua de mar. De hecho, una de las terapias que se siguen recomendando a estos pacientes es acudir a la playa siempre que puedan. En el caso de los eczemas y otras alteraciones de la piel que pueden estar producidas por procesos alérgicos, el contenido en azufre, yodo, magnesio, calcio, oxígeno y otros minerales y oligoelementos del mar resulta muy beneficioso desde el punto de vista terapéutico.
Piernas “de sirena
”
Pasear por la arena mojada y por aquellas zonas de playa en las que la arena está firme, dejando que el agua rompa a la altura de los tobillos, es muy recomendable para aliviar problemas relacionados con la circulación como las varices, la pesadez de piernas e incluso la celulitis.
Adiós impurezas
El agua de mar ejerce un efecto muy beneficioso para el cutis excesivamente sensible o con problemas como el acné y el exceso de grasa. El hecho de estar al borde del mar ejerce prácticamente el mismo efecto que respirar un aerosol de agua marina, ya que esa especie de “vapor” que producen las olas es muy efectivo para fluidificar las secreciones. Por otro lado, el agua de mar está compuesta de una mezcla de más de 98 sales y oligoelementos que, nebulizadas en el aire, ejercen una importante acción desintoxicante de las mucosas. Además, el agua de mar es rica en iones negativos que reequilibran el organismo. Todo ello redunda en una mayor oxigenación de los tejidos.
Pedicura marina
¿Sabías que la arena ejerce una más que recomendable acción exfoliante en la planta de los pies?. Por otro lado, el contacto de los pies desnudos con la arena es un perfecto sucedáneo de la digitopresión, ya que refuerza el arco plantar y estimula todos los músculos podales. Si a esto unimos el efecto curativo que el agua de mar tiene sobre los problemas cutáneos, las durezas, las grietas y demás “pupas”, esta parte de nuestra anatomía sale beneficiada con creces de los paseos al borde del mar.
El poder de las algas
El entorno marino supone la mejor oportunidad de acceder, “cuerpo a cuerpo”, a los beneficios de una de las sustancias que gozan de más prestigio en el campo cosmético: las algas. De hecho, se ha demostrado que existe una importante analogía entre las plantas marinas y la piel: sus células tienen las mismas características básicas, los mismos componentes y las mismas funciones de defensa, de ahí que la talasoterapia extraiga lo mejor de ellas para aplicarlas con fines cosméticos. Su gran riqueza radica en el hecho de que absorben y concentran del mar vitaminas, minerales, oligoelementos, aminoácidos, etc., fundamentales tanto para el bienestar como para la belleza, ya que combaten los radicales libres y protegen las proteínas de la piel, como la queratina, el colágeno y la elastina. “Además, las algas tienen un gran poder anticelulítico y adelgazante y, también, son antiinflamatorias y activadoras de la circulación linfática y venosa”, explica Felicidad Carrera, especialista en estética corporal y directora del Centro de Estética Felicidad Carrera de Madrid.
Teniendo en cuenta esto, no es de extrañar que las algas sean un ingrediente habitual en las formulaciones cosméticas de todo tipo: corporal, antiedad, adelgazante… Las variedades más empleadas en cosmética son las algas azules (antienvejecimiento), el fucus (contra la obesidad y la celulitis) y la sea tangle (hidratante, exfoliante, tónica, limpiadora y antiedad).
Otro componente marino importante son las sales minerales, que poseen efectos antialérgicos, calmantes, hidratantes y nutritivos, además de revitalizar el tejido celular de la piel.
En cuanto a los lodos marinos, también conocidos como limos, proceden de los fondos de mares y lagos y presentan un gran contenido de elementos orgánicos (de origen animal o vegetal). “Aportan múltiples propiedades al organismo: estimulantes, antiinflamatorias si contienen yodo; curativas para la artrosis y los edemas; sedantes…
También, sin salir de casa
Aunque la forma original de acceder a las propiedades de todos estos derivados marinos es acudir a un centro de talasoterapia, hay otras fórmulas “adaptadas” que se emplean con frecuencia en los centros de estética, balnearios y spas urbanos. “Tanto los fangos como los lodos marinos y las algas se suelen aplicar en emplastos o mascarillas que se extienden sobre la piel, se cubren con un film osmótico o una sabanilla de plástico y se dejan reposar durante 25-30 minutos y, retirándose después con agua”, comenta la experta. Se emplean fundamentalmente en tratamientos de adelgazamiento y remineralización”.
Y, aunque se trata de soluciones inocuas que benefician a todo el mundo, también tienen sus contraindicaciones. Tal y como advierte Felicidad Carrera, “las mujeres embarazadas y las personas con problemas de tiroides deben evitar los lodos yodados y las algas”.
Por suerte, es posible acceder a muchos de los beneficios de la talasoterapia sin tener que acudir a un centro especializado e, incluso, sin veranear en un entorno marino. Éstas son las pautas que ofrece Felicidad Carrera para someterse a una sesión “a domicilio”:
-Comenzar con una exfoliación, de aproximadamente 5 minutos de duración, seguida de un baño a base de sales relajantes y suavizantes (20 minutos).
-A continuación, extender sobre la piel del cuerpo una máscara a base de algas y cubrirse con una sábana de plástico o film osmóticos. Dejar en exposición unos 30 minutos. Durante este tiempo hay que relajarse en posición horizontal, escuchando música que simule las olas el mar.
-Pasado este tiempo, retiraremos el cobertor de plástico y eliminamos el exceso de producto con una espátula. Después, nos duchamos con agua templada y aplicamos sobre la piel una crema hidratante fluida con propiedades autobronceadoras suaves.
Cómo “usar” la playa
Para sacar todo el partido terapéutico de la estancia en la costa se deben seguir una serie de pautas siempre que nos bañemos en el mar o paseemos por la orilla:
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Hay que tener en cuenta la temperatura del agua. Si es baja (como suele ocurrir en las playas del Norte), nunca hay que llegar a lo que los ingleses llaman “el segundo escalofrío”: una primera sensación de escalofrío siempre es favorable, ya que se trata de una reacción del organismo frente al medio, pero si se experimenta esta sensación una segunda vez, lo mejor es salirse inmediatamente del agua.
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Cuanto más cálida sea el agua, mejor se absorbe su composición química. Tras un baño, se depositan en la superficie corporal unos 20 ml de agua con sus ingredientes mineralizantes. Para que su acción se prolongue se aconseja retardar al máximo el momento de aclararse con agua dulce.
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Cuanto más cálida sea el agua, mejor se absorbe su composición química. Tras un baño, se depositan en la superficie corporal unos 20 ml de agua con sus ingredientes mineralizantes. Para que su acción se prolongue se aconseja retardar al máximo el momento de aclararse con agua dulce.
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En el caso de aguas con temperaturas bajas, lo mejor es meterse en el agua, dar tres brazadas y salir. En otros mares, como el Mediterráneo, el tiempo de permanencia puede ser más prolongado.
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Nunca hay que llegar al agotamiento. Ni dentro del agua ni durante los paseos hay que someterse a ningún tipo de sobreesfuerzos. Se trata de medir las propias fuerzas y, en definitiva, disfrutar.
Y en la montaña, también
Veranear en la montaña como “cura de salud” es una elección muy acertada, ya que las condiciones atmosféricas y climatológicas de su clima también ejercen importantes efectos terapéuticos sobre muchas patologías. Así, por ejemplo, resulta el destino ideal para aquellas personas que tienen alergia a los ácaros del polvo o a los hongos, alérgenos que necesitan un ambiente húmedo para sobrevivir.
Asimismo, patologías pulmonares como la tuberculosis y algunas enfermedades autoinmuines se ven favorecidas por las estancias en lugares cargados de oxígeno, como los de alta montaña, a ser posible, cerca de un bosque de pinares, y dedicando buena parte de la jornada al descanso. Los pueblos de sierra resultan ideales para huir de todo atisbo de contaminación.
Además, pasar tiempo al aire libre o dar largos paseos por la naturaleza es un gran reconstituyente y permite la práctica de actividades tan recomendables como el senderismo, muy aconsejable ya que, como todo ejercicio de tipo aeróbico, beneficia al sistema cardiovascular y regula la tensión arterial.
Nadar… y mucho más
No necesita equipación, es apta para todos los públicos y su técnica es muy sencilla. Si hay un deporte completo ése es la natación, y el verano supone una ocasión estupenda para ponerlo en práctica e incluso iniciarse en él si nunca antes se había practicado. De hecho, recibe el calificativo de deporte completo, ya que al nadar se implican todos los grandes grupos musculares y porque, al ser un ejercicio aeróbico, se puede disfrutar de él en sesiones de larga duración. Una de las zonas corporales que más se benefician de su práctica es la espalda, siendo muy recomendable para aquellas personas que padecen desviaciones de columna como escoliosis, hipercifosis e hiperlordosis. En el caso de los niños, es una actividad que permite mejorar la coordinación neuromuscular y psicomotriz, mientras que en los ancianos, al evitar el efecto de la gravedad, les permite liberar las articulaciones de la presión que supone el aguantar el peso del cuerpo, por lo que su efecto es muy importante en el caso de patologías como la artrosis.
Pero, además, el mar y las piscinas ofrecen otras oportunidades para ponerse en forma:
Acquagym:
Es el Fitness en el agua. En esto consiste este tipo de gimnasia cuya principal ventaja es que permite el doble beneficio de ejercitarse evitando lesiones. Desde el punto de vista estético, el acquagym mejora la celulitis, ya que el suave masaje que se consigue con el movimiento dentro del agua activa la circulación y reduce la hinchazón. Por otro lado, permite una mayor tonificación muscular.
Acqua running: Es como hacer jogging pero dentro del agua (sobre un fondo arenoso). Lo importante es calibrar la intensidad en función del mayor o nivel de entrenamiento que se quiere conseguir: cuanto más profundo te adentres, mayor será el esfuerzo. Es un ejercicio que estimula la circulación y el sistema cardiovascular; mejora el equilibrio; tonifica las piernas y los músculos abdominales y permite quemar cerca de 350 kcal a la hora. Y un plus añadido: el movimiento del mar proporciona un estupendo masaje anticelulítico. Basta media hora para acceder a todo los beneficios de la actividad aeróbica. La técnica es tan sencilla como adentrarse aproximadamente hasta que el agua cubra las rodillas y empezar a correr hacia delante, hacia los lados y hacia fuera para de esta forma reafirmar piernas, abdominales, glúteos y músculos lumbares. Para no agotarse al primer intento, lo mejor es alternar los primeros días el acqua-running con el acqua-walking (esto es, caminatas dentro del agua).
Otros deportes “playeros”: El típico juego de palas o el voley-playa son las mejores actividades aeróbicas que se pueden poner en marcha en el periodo estival para aunar ejercicio y diversión. Además de quemar un número importante de calorías, permiten reforzar la musculatura de brazos y piernas. Los estiramientos, tanto dentro como fuera del agua, permiten una oxigenación óptima, reforzando el aparato respiratorio (nada mejor que el ambiente marino para “limpiar” los bronquios) a la vez que pone los músculos a tono. Y para las más iniciadas, la arena supone el mejor “tapete” para realizar sobre él las posturas básicas del yoga. El relax está asegurado.