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El Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad ha autorizado el uso en España de una nueva combinación de antirretrovirales contra el VIH en una única pastilla, ‘Stribild’ (Gilead), que ha demostrado un menor grado de toxicidad e interacciones a largo plazo que los tratamientos ya existentes.
«Esto es importante porque los pacientes se nos van haciendo mayores, y comienzan a tomar medicaciones para otras condiciones crónicas», ha defendido el jefe del Servicio de Enfermedades Infecciosas del Hospital Ramón y Cajal, Santiago Moreno, quien de hecho ha reconocido que con la llegada de este nuevo fármaco «se está rozando la perfección».
El tratamiento del VIH vivió una revolución hace unos años con la llegada de los primeros tratamientos combinados que permitían su administración en una única pastilla diaria, con la misma eficacia que los tratamientos tomados por separado, logrando mantener la presencia del virus en niveles indetectables.
Sin embargo, ha reconocido Moreno, «aunque estaban resueltos los problemas de eficacia y de fracasos, había que resolver algunos problemas con la toxicidad de estos fármacos», ya que solían presentar pequeñas complicaciones que hacían que «después de un tiempo los pacientes tuvieran que ser cambiados a otra terapia».
De hecho, con el mejor de los tratamientos únicos, el «Atripla», también de la farmacéutica Gilead, el 20 por ciento de los pacientes debían cambiar de tratamiento después de un año por algún problema de toxicidad. En este caso, este nuevo fármaco pertenece a una nueva familia de antirretrovirales, los inhibidores de la integrasa, y combina cuatro principios activos (elvitegravir, cobicistat, emtricitabina y fumarato de tenofovir disoproxil).
Y según los resultados de los ensayos clínicos realizados durante su desarrollo, la tolerancia ha sido muy alta y los pacientes apenas han presentado molestias ni problemas de toxicidad o interacciones farmacológicas. De hecho, ha explicado Moreno, ya se tienen datos después de tres años de seguimiento y no se ha tenido que suspender ningún ensayo clínico porque un paciente no lo tolere. Además, es «muy cómodo de administrar», ya que el paciente lo puede tomar en una sola pastilla diaria, «sin necesidad de tomarlo con alimentos, agua, y sin horario estrictos».
«La idea es conseguir fármacos que alcancen una mayor durabilidad, y que no tengas que estar cambiando al paciente por ninguna causa», asegura Moreno. Esto es clave, según ha añadido el jefe del Servicio de Enfermedades Infecciosas del Hospital Clínic de Barcelona, José María Gatell, porque los pacientes con VIH «van envejeciendo» y va aumentando su riesgo de padecer otras enfermedades, por lo que «se deben buscar nuevos fármacos, sencillos y bien tolerados, que no interfieran con otras necesidades de la población».
El fármaco está en principio indicado para nuevos diagnósticos pero también podría usarse en pacientes ya en tratamiento. Gatell ha reconocido que el 90 por ciento de los pacientes ya tratados «tienen una vida normal y aparentemente no hay una necesidad de cambiarle el tratamiento».
No obstante, añade, el hecho de que haya pequeños efectos secundarios o toxicidades de bajo nivel «que se toleran cuando no hay otro remedio pero son mejorables» hace que se pueda plantear el cambio a este fármaco «como medida de prevención a largo plazo».
Ambos expertos consideran que con estos nuevos fármacos se garantiza la cronicidad de la enfermedad. El único reto pendiente, admite Gatell, es que «ninguno de ellos erradica el virus ni curan la infección, por lo que el tratamiento tiene que durar toda la vida», lo que genera ciertas incertidumbres. «No sabemos qué puede ocurrirle a una persona después de 30 o 50 años tomando antirretrovirales. Quizá no les pase nada y los sigan tolerando muy bien. Además, ya pasa en medicina con otros tratamientos, como la insulina para la diabetes», ha apuntado.