glaucoma en miopes

Una persona miope tiene más factores de riesgo de padecer glaucoma, primera causa de ceguera irreversible en el mundo. Ello nos aleja del concepto clásico de que el glaucoma “solo” afecta a las personas mayores y nos acerca a la necesidad de acudir al oftalmólogo para hacer una revisión del fondo de ojo si se padece miopía.

El glaucoma es una enfermedad ocular caracterizada por la pérdida de visión como consecuencia de un daño en el nervio óptico producido por una intolerancia a la propia presión intraocular. “Se produce como consecuencia de una obstrucción lenta en los canales de drenaje del ojo que genera un aumento progresivo de la presión intraocular y el consiguiente daño del nervio óptico. Ello provoca la pérdida de visión de forma lenta, afectando primero a la visión periférica (lateral) y llevando a lo que se conoce como visión en túnel o visión en cañón de escopeta, por lo que el paciente puede notar dificultad para bajar escaleras o para esquivar algunos objetos”, comenta el doctor Gonzalo Muñoz, director médico de Clínica Baviera. En la mayoría de los casos, el glaucoma no genera síntomas hasta las fases avanzadas de la enfermedad y por eso se la conoce como la ceguera silenciosa. Existen distintos tipos de glaucoma siendo el más común de todos, que afecta al 80% de los pacientes, el glaucoma primario de ángulo abierto o crónico simple.

Los principales factores de riesgo son la hipertensión ocular (por encima de 21 mm Hg), el factor de riesgo más importante, ser mayor de 50 años y tener antecedentes familiares de glaucoma. Otros factores de riesgo son la miopía, la diabetes y tomar corticoides de manera prolongada.

Ser miope, factor de riesgo

La miopía constituye un factor de riesgo significativo de desarrollar el glaucoma, especialmente cuando se trata de miopía alta o magna. Así lo explica el doctor Pedro Pablo Rodríguez Calvo, responsable de la Unidad de Glaucoma del Instituto Oftalmológico Fernández-Vega. Según este experto, un ojo miope por encima de lo normal puede tener predisposición a desarrollar otras alteraciones visuales como: desprendimiento de retina, maculopatías miópicas, alteraciones del nervio óptico o glaucoma, por lo que en estos casos es imperativo acudir a la consulta del oftalmólogo para hacer una revisión del fondo de ojo y comprobar que su salud ocular es la adecuada.

Congénito y juvenil, en menores de 20 años

Los menores de 20 años pueden desarrollar fundamentalmente glaucoma congénito y juvenil. El glaucoma congénito se suele identificar por una tríada clásica en el primer año de vida que, en un 80% de los casos, incluye epífora, blefaroespasmo y fotofobia. Los bebés afectados suelen presentar lagrimeo y ojos enrojecidos, opacidad corneal y agrandamiento ocular ocasionado por el estiramiento del ojo inmaduro debido a la elevada presión intraocular. Este diagnóstico debe ser realizado por un oftalmólogo para que pueda ejecutar una exploración completa, y en ocasiones es necesario efectuar la exploración bajo sedación, para facilitar la colaboración del paciente.

Por su parte, el glaucoma juvenil, que tiene una incidencia de 1 por cada 300.000 personas menores de 20 años, “suele aparecer entre los 5 y 18 años, aunque puede presentarse más tarde, y habitualmente se diagnostica a jóvenes miopes”. En estos casos se debe ofrecer consejo genético a los individuos con la mutación causante de la enfermedad, “informándoles de que existe un 50% de riesgo de transmitir la mutación a su descendencia”, sostiene el doctor Rodríguez Calvo.

Por otra parte, un glaucoma secundario que tiene relativa importancia entre los jóvenes es el glaucoma pigmentario, una enfermedad asociada a otra causa conocida que acaba derivando en un problema de la regulación de la presión intraocular. “Este tipo de glaucoma se debe a una mala posición del iris, que puede rozar con el cristalino. Esta anatomía ocular del paciente es lo que genera la aparición de esta patología, siendo los pacientes jóvenes varones y los miopes los más afectados”, explica.

Examen ocular completo

El daño que produce el glaucoma en el ojo es irreversible, de ahí la importancia de que el diagnóstico se realice de forma precoz. La mejor manera de detectarlo es mediante un examen ocular completo, pues una prueba de medición de la presión intraocular no es suficiente ya que una tercera parte de los pacientes con glaucoma no presentan presiones intraoculares elevadas. “Se deben incluir al menos las siguientes pruebas: medición de la presión intraocular, revisión del ángulo de drenaje del ojo, examen del nervio óptico, prueba de visión periférica o campo visual y medición del espesor de la córnea”, explica el doctor Gonzalo Muñoz.

Los síntomas que nos deben hacer sospechar de un glaucoma son puntos ciegos irregulares en la visión periférica o central, visión de túnel, dolor de cabeza intenso, dolor ocular, visión borrosa, halos de luces y náuseas y vómitos.

El tratamiento: de local a láser o cirugía

El tratamiento va orientado a rebajar la presión intraocular para frenar el deterioro del nervio óptico y la pérdida de campo visual”, indica el doctor Muñoz. El tratamiento farmacológico con colirios hipotensores suele ser el inicial, pero puede ser preciso emplear cirugía láser (trabeculoplastia) o cirugía convencional (esclerectomía no perforante) que permite crear una nueva vía de drenaje. “La cirugía se valorará en los casos en los que el daño en el nervio óptico sea considerable o cuando se detecte progresión por falta de eficacia o por intolerancia al tratamiento con colirios”, concluye el doctor Gonzalo Muñoz.

El consejo farmacéutico

  1. Revisar tanto la vista como la presión intraocular (PIO) de manera periódica, al menos cada 5 años a partir de los 40 años y cada 2, a partir de los 65 años, también si a algún familiar se le diagnostica glaucoma.
  2. No fumar y seguir una dieta rica en antioxidantes y vitaminas, así como baja en grasas animales.
  3. Controlar el estrés, ya que puede llevar a un aumento de la PIO y moderar el consumo de sustancias excitantes como por ejemplo el café.
  4. Practicar ejercicio físico moderado y regular.
  5. Cuidar la postura al dormir, con PIO alta es recomendable elevar algunos centímetros la cabecera de la cama y evitar dormir boca abajo.
  6. Evitar los corticoides (incluyendo los tópicos) y los fármacos vasoconstrictores.
  7. Espaciar 10-15 minutos la instilación de más de un colirio.
  8. No aplicar el tratamiento con lentes de contacto blandas.

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Paula Rivero

Soy de la primera promoción de Periodismo que salía del "horno" de Sevilla (en todos los sentidos), allá por el año 94, estudios que completé con los de Historia Contemporánea, licenciándome en...