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El elevado contenido en fósforo de muchos alimentos procesados procedente de los aditivos, conservantes y saborizantes, resulta especialmente nocivo para las personas mayores de 70 años, que tienen una función renal disminuida y no pueden eliminarlo adecuadamente. Exígelo en el etiquetado.
El fósforo tiene beneficios para la memoria, la digestión, la menopausia, la salud de huesos y dientes y para tener más energía. Según explica la presidenta de la Sociedad Española de Nefrología (SEN), María Dolores del Pino, todos estos beneficios son ciertos, pero dentro de una dieta equilibrada y con alimentos naturales. Ahora bien, si las necesidades diarias de este mineral están fijadas en 700 miligramos de fosfato, en una dieta occidental llegamos a consumir hasta tres gramos, es decir, entre dos y cuatro veces más de lo recomendado, lo cual, según los nefrólogos, tiene su peligro, ya que los fosfatos de los alimentos procesados son absorbidos con mucha facilidad por el organismo, resultando perjudiciales para la salud del riñón y acelerando el envejecimiento, al poner en marcha procesos que calcifican los vasos y decalcifican el hueso.
El nuevo colesterol
“El fósforo de los alimentos procesados, tomado en cantidades excesivas, es perjudicial para la salud del riñón y resulta especialmente nocivo para las personas mayores, con una función renal disminuida y menor capacidad para eliminarlo”, explica la experta. La percepción social es que “llegamos a viejos con las funciones renales necesariamente disminuidas, como si el deterioro renal fuera exclusivamente fisiológico y no estuviera inducido por factores como la dieta”, ha explicado la presidenta de la SEN, que ha señalado que “hay que enseñar a todos, y particularmente a las personas que se van haciendo mayores, que el deterioro renal es tan patológico como la hipertensión”. De hecho, “se le ha denominado con razón el nuevo colesterol, y la gran paradoja es que los consumidores creen que es bueno para la salud. Lamentablemente estamos acostumbrados a que no se le dé a las enfermedades renales la importancia que tienen, a pesar de su gran impacto sobre el sistema sanitario y la calidad de vida de las personas, y de su enorme correlación con las enfermedades cardiovasculares”, concluye.
Un lugar en el etiquetado
Por ello, los más de mil expertos españoles y europeos en la enfermedad del riñón reunidos en el XLVII Congreso Nacional, celebrado recientemente en Burgos, han lamentado que en el nuevo etiquetado alimentario europeo, vigente desde diciembre de 2016, haya quedado excluido este mineral. Tras la última modificación comunitaria del etiquetado alimentario, los aditivos son identificados por una E seguida de una serie de números. Estos pueden significar la presencia de fosfatos, pero para saberlo a ciencia cierta el consumidor debe memorizar la codificación (algo casi impensable) o consultarla en alguna aplicación. En cualquier caso, la cantidad de fosfato no queda especificada. Todo ello ha llevado a esta sociedad a apelar a las organizaciones de consumidores para que exijan la incorporación del contenido en fósforo (en general como fosfato) en el etiquetado alimentario, que consideran “urgente y crucial” para la salud pública en todas las sociedades occidentales, y recomienda a los consumidores que se instalen en sus teléfonos móviles aplicaciones que les ayuden para la identificación de fosfatos.