Todos hemos sufrido en algún momento los incómodos gases, un problema que pude producir dolor y molestias abdominales más o menos intensas. Sobre todo una enorme intranquilidad porque el organismo busca la manera de eliminarlos y el momento puede no ser oportuno. Si no se deben a ningún trastorno o enfermedad, la solución está en la dieta.

La flatulencia o meteorismo se produce por un exceso de gases en el intestino que causa espasmos intestinales y distensión o hinchazón abdominal. Este gas se genera en el intestino grueso de forma natural por fermentación de los alimentos y también lo introducimos en nuestro cuerpo al ingerir y tragar cuando comemos. De este modo todos padecemos gases en un grado u otro, pero sólo en algunas personas se convierte en un problema.

Qué alimentos provoca gases

¿Qué provoca los gases?


Algunos alimentos ricos en fibra, los carbohidratos, la celulosa, proteínas y grasas, junto con las bebidas gaseosas, pueden provocar la acumulación de gases en el estómago y el intestino. Con mucha frecuencia, la flatulencia va unida al hecho de comer deprisa o con prisa, ya que provoca que se trague demasiado aire.

También influyen factores relacionados con el estilo de vida como el estrés, la ansiedad o el nerviosismo, que favorecen la aceleración el ritmo intestinal y una mayor deglución de aire. Asimismo los gases pueden tener su origen en ciertos fármacos (los antibióticos, por ejemplo, desequilibran la flora intestinal); y en el estreñimiento ya que las heces acumuladas favorecen su aparición.

Sin embargo, en otras ocasiones es un síntoma más de ciertas alteraciones o enfermedades, entre las que destacan:

  • el estreñimiento ocasional o crónico
  • la intolerancia a la lactosa (si se toma leche, surgen molestias digestivas)
  • la gastritis
  • la úlcera gástrica o duodenal
  • la dispepsia intestinal o un funcionamiento anormal de los músculos del esófago o de la entrada del estómago
  • la enfermedad de Crohn (que produce inflamación del intestino y puede afectar a otras zonas del aparato digestivo).
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Por tanto, cuando los cambios de alimentación o la modificación de actitudes nerviosas no incidan en un menor estado de flatulencia, es conveniente consultar al médico.

Siempre que la acumulación de gases no tenga su origen en una patología concreto o en la administración de ciertos fármacos. La mejor manera de combatirla es la dieta y el estilo de vida. Los medicamentos destinados a paliar los casos graves de flatulencia deben emplearse bajo supervisión médica. Siempre y cuando la modificación de los hábitos alimenticios no haya aliviado los síntomas.

¿Qué hacer?

  1. Reducir o eliminar de la dieta aquellos productos que originan gases: bebidas gaseosas y alimentos ricos en proteínas, grasas y fibra; alimentos fritos y rebozados, con exceso de aceite, guisos y estofados grasos, salsas con exceso de grasa.
  2. Comer de forma pausada. El estrés y la ansiedad pueden incidir en el  problema ya que provocan una excesiva deglución de aire y que se aceleren los ritmos intestinales. Se recomienda masticar bien los alimentos, comer y beber despacio los líquidos, especialmente las bebidas con gas. Procurarse a la hora de comer un ambiente tranquilo y sin ruidos.
  3. Evita el estreñimiento, ya que las heces estancadas en el intestino generan gases.
  4. Comer de forma ordenada (primer y segundo plato y postre), respetando los horarios de un día para otro y sin saltarse comidas.
  5. No realizar comidas demasiado copiosas muy condimentadas o fuertes.


Comer o no comer, esa es la cuestión

Está comprobado que algunos alimentos son flatulentos, por lo que es recomendable eliminar o limitar su consumo. Otros sin embargo pueden evitar su acumulación.


• NO- Son perjudiciales la  leche condensada y lácteos con nata.



• SÍ- Sin embargo se puede consumir leche entera, semi o desnatada dependiendo de las necesidades de cada uno, aunque en general se recomiendan los lácteos menos grasos.


• (SÍ)- El yogur contiene bacterias que ayudan a equilibrar la flora del intestino por lo que están especialmente recomendados.


• NO- Carnes grasas o muy condimentadas, productos de charcutería y vísceras.

• SÍ- Pescados, carnes, huevos en las cantidades recomendables.



• NO- Las legumbres que se cocinan con ingredientes grasos de origen animal (chorizo, morcilla, tocino…).

• SÍ- Sin embargo se admiten lentejas, garbanzos, alubias, habas o guisantes si se comen solas o combinadas con patata o arroz y verduras. Si aún así no sientan bien, se pueden pasar por el chino para eliminar la piel y mejorar su digestibilidad.



• (NO)- Algunas verduras son flatulentas: alcachofas, col, coliflor, brócoli, coles de Bruselas, pimiento, pepino, rábanos y rabanetas, cebolla, puerros y ajos.



• NO- Frutas en almíbar o confitadas y frutos secos.


• (NO)- Pan fresco recién horneado y pasta poco cocida (fermentan en el estómago y crean molestias).

• NO- Café y té, bebidas con gas, bebidas con chocolate y bebidas alcohólicas de baja graduación (cerveza, vinos de mesa, sidra).


• SÍ- Agua, caldos, infusiones suaves y zumos naturales.


• NO- Nata, manteca, tocino y sebos.


• (NO)- Pastelería y repostería rellenas, con chocolate o bañadas en soluciones azucaradas, golosinas y dulces. Tampoco se recomienda el azúcar común o sacarosa, fructosa y jarabes de glucosa.

Los beneficios de los probióticos

Muchos estudios vienen confirmando los efectos beneficiosos de los probióticos en: patologías o procesos gastrointestinales y estimulación del sistema inmune. De grupos de población como mujeres embarazadas, niños o personas mayores.

Así se puso de manifiesto durante la celebración del Workshop ‘Probióticos y salud: evidencia científic’, celebrado recientemente en la sede central del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). En el que participaron más de cien expertos entre investigadores científicos y especialistas clínicos. La reunión se centró en la relación de los probióticos con tres áreas de salud: la microbiótica intestinal, el sistema inmune y las funciones digestivas.

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En el caso del aparato digestivo, los expertos han puesto de manifiesto que existen cepas probióticas con eficacia demostrada para indicaciones concretas de salud gastrointestinal como algunos tipos de diarrea, estreñimiento, síndrome del intestino irritable o inflamación intestinal.

Del síndrome del intestino irritable, patología que agrupa a un conjunto de síntomas gastrointestinales sin causa estructural intestinal reconocible. Cuya prevalencia se sitúa entre el 3 y 25% de la población. El doctor Miguel Mínguez Pérez, del Servicio de Gastroenterología del Hospital Clínico de Valencia, dejó patente que “los probióticos mejoran los síntomas globales, la intensidad del dolor y la flatulencia en estos pacientes”.

El doctor Luis Alberto Menchén, del Hospital Gregorio Marañón de Madrid, analizó la relación entre probióticos e inflamación intestinal, centrándose en la enfermedad inflamatoria intestinal (EII), que agrupa procesos de difícil tratamiento como la enfermedad de Crohn y la colitis ulcerosa.

Los beneficios de los probióticos en esta patología, según Menchén, tienen que ver con su actuación sobre el defecto de regulación inmune, la disfunción de la barrera intestinal y el déficit de flora comensal normal, comunes a estos procesos. El experto ha explicado que “los mecanismos de acción terapéutica de los probióticos en este ámbito son tres:

1. Por una parte, actúan en el bloqueo de la acción de los patógenos

2. En segundo lugar, intervienen en la regulación de la función epitelial de las células

3. Tienen un importante papel en la regulación de la respuesta inmune de las mucosas”.

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Redacción Consejos

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