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Por Humberto Arnés, director general de Farmaindustria
La razón de ser de la industria farmacéutica es desarrollar nuevos fármacos cada vez más eficaces y ajustados a las necesidades de cada paciente, con el fin de mejorar su salud y calidad de vida. A ello se suma facilitar que esos medicamentos lleguen en efecto a quienes los necesitan, y eso implica desde contribuir a la sostenibilidad y calidad del sistema sanitario hasta colaborar con los profesionales sanitarios y los pacientes para identificar mejor las necesidades, orientar la investigación y hacer el uso más adecuado de los fármacos. Sobre estos ejes gira en gran medida el compromiso de la industria, que lo es con los pacientes, con el sistema sanitario y, por ende, con el conjunto de la sociedad.
El primer aspecto, el desarrollo de medicamentos, vive un gran momento. El fármaco gana peso en el aumento de la esperanza de vida de la sociedad moderna. En la primera década del actual siglo aumentó en los países desarrollados en 1,74 años, de los que dos tercios se atribuyen al uso de los nuevos fármacos que aparecieron en ese periodo. Gracias a estos desarrollos terapéuticos innovadores ha sido posible convertir en crónicas enfermedades hasta hace poco incurables o gravemente incapacitantes (como la infección por VIH/sida) o incluso curarlas (hepatitis C), y los importantes avances de la mano de la genómica y la proteómica están abriendo la puerta a una nueva medicina de precisión.
Todo ello hubiera sido imposible sin la apuesta decidida de los laboratorios farmacéuticos por la investigación y el desarrollo, que bate récords de inversión en el mundo. En el caso de España, la inversión de las compañías farmacéuticas en I+D alcanza ya los 1.085 millones, con un crecimiento en 2016 del 8 por ciento (muy por encima del aumento del PIB), lo que hace del farmacéutico el sector industrial líder en este terreno, con un 21% del total, así como un agente clave para fomentar un modelo productivo generador de riqueza, empleo cualificado y exportación y con fuerte capacidad de arrastre para el conjunto de la economía. Es muy relevante que ya casi la mitad de esa inversión (el 45,4%) se destina a proyectos de colaboración con hospitales, universidades y otros centros de investigación públicos y privados, en una dinámica creciente de trabajo extramuros que hace de la industria farmacéutica la gran fuerza dinamizadora del tejido investigador biomédico.
Mejorar la salud de las personas y garantizar el acceso al medicamento implica reforzar los sistemas sanitarios. La industria farmacéutica en España está comprometida con este reto, y una prueba es el Convenio de colaboración por la sostenibilidad, el acceso y la innovación suscrito por Farmaindustria con el Gobierno, renovado el pasado diciembre. En virtud de este acuerdo, fruto de años de colaboración y diálogo con la Administración, la industria se compromete a compensar al Estado si el gasto público en medicamentos crece más de lo que lo haga el PIB.
Este acuerdo se suma a otras soluciones innovadoras que se han venido aplicando en los últimos años en busca de mayor eficiencia, como las fórmulas de contratación que fijan techos de gasto y acuerdos de riesgo compartido; otorga al Gobierno un instrumento eficaz de control presupuestario, hasta el punto de que ha señalado su intención de firmar acuerdos similares con otros agentes; pone de manifiesto que el diálogo ofrece respuestas a los retos en el ámbito sanitario, y muestra, como decía, el compromiso de la industria por contribuir a la eficiencia, la calidad y el uso adecuado del medicamento, aspecto donde la colaboración con el profesional, desde el médico prescriptor al farmacéutico, es crucial.
La colaboración con el sistema sanitario y sus profesionales debe construirse a partir de la confianza, que ha de trasladarse a los pacientes y al conjunto de la sociedad. Este objetivo explica la apuesta de la industria farmacéutica por la transparencia, que se apoya en un sólido sistema de autorregulación, recogido en un exigente Código de Buenas Prácticas por cuyo cumplimiento vela una Unidad de Supervisión Deontológica.
Esta obligación de transparencia no es nueva: desde hace años se publican las sanciones a las compañías o los acuerdos de mediación en aplicación del Código o las colaboraciones con organizaciones de pacientes. El último hito, desde hace tres años, es la publicación de todas las transferencias de valor a organizaciones y profesionales sanitarios, una medida pionera y honesta que contribuirá a mostrar a la sociedad el valor y necesidad de la colaboración entre industria y profesionales sanitarios, esencial para impulsar la investigación y el uso adecuado del fármaco, previniendo conflictos de interés.
Junto a todos estos elementos, que configuran la columna vertebral de nuestro compromiso social, no hay que olvidar la existencia de una realidad que afortunadamente se está poniendo de relieve de forma cada vez más clara en la sociedad: que la industria farmacéutica es uno de los pilares esenciales del sistema sanitario y que como tal ha de contribuir, junto a gestores y profesionales (médicos, farmacéuticos, enfermeros…), a dar soluciones a los retos que afronta.
En Farmaindustria estamos convencidos de que este compromiso se acrecentará en los tiempos venideros, con la vista puesta en el paciente y en seguir avanzando en materia de I+D. Inmersos como estamos en la actual revolución biomédica, que no ha hecho más que dar sus primeros pasos de la mano de las nuevas tecnologías de la información y el big data, no tenemos duda de que nuestro compromiso con la sociedad es la mejor base para afrontar estos desafíos, y otros que surgirán en el futuro, con las mayores garantías de éxito.
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