Puede que la balanza entre las razones para dejar de
fumar o continuar con el ?vicio? aún esté equilibrada. Aquí te damos las ?pesas?
para desequilibrarla

A LA IZQUIERDA:

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El miedo a engordar: es un hecho el que la nicotina frena el apetito y
aumenta las necesidades calóricas (un paquete de
cigarrillos al día quema 300 calorías). De ahí se deduce que dejar de fumar
predispone a engordar, rondando la media de aumento de peso en los hombres los
2,8 kilos y los 3,8 kg en la mujer. Para
contrarrestar este aumento de peso no hay nada como prevenirlo siguiendo las
recomendaciones dietéticas indicadas por el médico y haciendo ejercicio a
diario.

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La irritabilidad: dependiendo del grado de dependencia, el abandono del tabaco puede
producir irritabilidad, estrés, ansiedad y trastornos del sueño. También esto
se puede combatir con la ayuda del profesional y haciendo uso de la llamada
terapia sustitutiva con nicotina en forma de parches o chicles.

v     
La dificultad de concentración: el tabaco afecta al cerebro y al sistema nervioso, de
manera que la dependencia también se genera a estos niveles.Su abandono, por lo tanto, dificulta
la concentración y altera los patrones de sueño hasta que el organismo su
acostumbra a su carencia.

A LA DERECHA:

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El riesgo de cáncer de pulmón. Parte del alquitrán queda en la sangre y los tejidos
y otra parte en las vías respiratorias. Esta sustancia es susceptible de
transformar una célula sana en cancerosa, pudiendo generar cáncer de pulmón.

v  
El riesgo de arteriosclerosis, y en consecuencia el
riesgo de sufrir un accidente cardiovascular o cerebrovascular.
Por efecto de la nicotina y el
alquitrán se produce un estrechamiento de las arterias, restándole flexibilidad
y aumentando su rigidez, con lo que se reduce el aporte sanguíneo al cerebro y al
corazón.

v  
El riesgo de sufrir hipertensión. El estrechamiento de las arterias produce hipertensión
y aumenta el ritmo de los latidos del corazón.

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El riesgo de bronquitis crónica. Esta enfermedad se caracteriza por el exceso de moco
en las vías aéreas, lo que produce tos y expectoración más de tres meses al año,
sobre todo al levantarse por las mañanas. 
Este proceso se puede detener si el afectado deja de fumar.

v  
El riesgo de enfisema pulmonar. Las sustancias dañinas del tabaco provocan la
destrucción de múltiples zonas del pulmón, apareciendo a modo de quistes o
burbujas. Esta destrucción de paredes alveolares es lo que se conoce como
enfisema y conlleva la pérdida de elasticidad del pulmón. La destrucción del
pulmón es el principal hallazgo que se encuentra en los pacientes con enfisema.

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El riesgo de EPOC (Enfermedad Pulmonar Obstructiva
Crónica),
enfermedad que se
caracteriza por la obstrucción progresiva e irreversible de las vías aéreas, y
en la que confluyen bronquitis crónica, enfisema pulmonar y enfermedad de las
pequeñas vías aéreas. De evolución lenta y progresiva, los síntomas aparecen de
forma tardía, lo que dificulta el diagnóstico temprano. Actualmente, la EPOC
afecta a unos 600 millones de personas en todo el mundo y ya es la cuarta causa
de muerte a nivel mundial, estimándose que el año 2020 será la tercera causa de
muerte. El humo del tabaco ocasiona mayor número de muertes por EPOC que por
cáncer de pulmón.  Actualmente no tiene
cura, pero el tratamiento y los cambios en el estilo de vida pueden ayudar a
los pacientes a manejar su enfermedad. El dejar el tabaco es el método más
eficaz de hacer más lenta la progresión de la enfermedad, junto con los
fármacos que pueden ayudar a aliviar los síntomas, preservar la función
pulmonar y reducir el riesgo de las crisis.

v  
El riesgo de afonías y la propensión a las faringitis,
amigdalitis y laringitis.

v  
Es muy
perjudicial para el feto durante el embarazo
y para los hijos de padres fumadores, los principales fumadores pasivos. Un
estudio realizado por investigadores de la Universidad de Harvard
en Boston, apunta a que los niños cuya madre fumaba durante la gestación tienen
más riesgo de ser adictos a la nicotina en el futuro, ya que la exposición al
tabaco altera la estructura cerebral del feto, lo que se traduce en una mayor
disposición a la dependencia de la nicotina.

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Mejora el rendimiento físico y evita los ahogos
ante cualquier esfuerzo. Hacer deporte, además, es una buena ayuda para dejar
el tabaco.

En 1510 el tabaco llegó a España, desde donde se
extendió a Francia e Inglaterra. 494 años después lo vemos sometido a la mayor
?caza de brujas? de su historia

Los beneficios en tiempo

  1. 20
    minutos después:
    nada más transcurrir
    20 minutos desde el último cigarrillo la presión sanguínea y las
    pulsaciones del corazón vuelven a la normalidad.
  2. 8 horas
    después:
    la cantidad de nicotina
    y de monóxido de carbono en la sangre disminuye a la mitad.
  3. 24
    horas después:
    los pulmones comienzan
    a eliminar las secreciones y los residuos del humo.
  4. 3 días
    después:
    la respiración se
    vuelve más fácil y fluida. El cansancio ante cualquier mínimo esfuerzo va
    desapareciendo.
  5. Unos
    meses después:
    la voz se aclara
    y el rendimiento de los pulmones aumenta en un 10 %.
  6. 5 años
    después:
    el riesgo de sufrir una
    crisis cardíaca es dos veces menor que el de un
    fumador.
  7. 10 años
    después:
    El riesgo de sufrir una
    crisis cardíaca es el mismo que el de una
    persona que no ha fumado jamás. Al mismo tiempo, el riesgo de desarrollar
    cáncer de pulmón se divide por dos respecto al del fumador. Si la
    capacidad respiratoria desciende con los años de tabaquismo, este descenso
    se paraliza bruscamente cuando se deja el tabaco. Aunque ciertamente no se
    recupera al 100 % ni podrá nunca ser igual a la de alguien que no ha
    fumado jamás, lo cierto es que el riesgo de sufrir bronquitis crónica
    disminuye, sin importar la edad del ex fumador. En general, la calidad y
    la esperanza de vida  se prolongan
    mucho más.          

La nicotina, en el banquillo de los acusados

La nicotina es la sustancia
más tóxica y nociva de la que se compone el tabaco, siendo además la que más
adicción crea en nuestro organismo y la más perjudicial para el fumador pasivo.

  1. Afecta
    al cerebro, sistema nervioso central y a la médula suprarrenal,
    reduciendo los reflejos, disminuyendo la agilidad
    mental y la capacidad sensitiva.
  2. Dificulta
    la circulación:
    al ejercer una
    constricción en los vasos sanguíneos reduce la aportación de sangre a los
    tejidos impidiendo una correcta oxigenación.
  3. Al tiempo que constriñe las arterias aumenta el
    ritmo de los latidos del corazón, generando hipertensión.
  4. Disminuye
    la temperatura de la piel:

    volviéndola amarilla y macilenta.
  5. Provoca
    inapetencia
    y en ocasiones puede
    producir náuseas y vómitos.
  6. Al reducir la secreción de insulina aumenta la
    tasa de azúcar en la sangre, pudiendo generar diabetes.
  7. El
    alquitrán y el monóxido de carbono
    son
    las otras dos sustancias contenidas en el tabaco y que también resultan de
    alta toxicidad. Mientras que el alquitrán es susceptible de transformar
    las células sanas en cancerosas y dificulta la oxigenación de la sangre,
    el monóxido de carbono, al repercutir en el sistema nervioso central
    reduce los reflejos y disminuye la agilidad mental, razón por la que en
    lugares cargados de humo nos duele la cabeza.

Antes de los 45-50 años

Tal y como manifiesta Pilar
de Lucas, presidenta de la Sociedad Madrileña de Neumología y Cirugía Torácica
(Neumomadrid), la edad límite para dejar de fumar con
garantías se sitúa antes de los 45-50 años. Según de Lucas, el riesgo de sufrir
cáncer de pulmón, bronquitis crónicas o enfisemas crece exponencialmente a
medida que se superan los 20-25 años de fumador. Además, los efectos nocivos
del tabaco en las mujeres mayores de 45-50 años coinciden con el inicio de la
menopausia y la pérdida progresiva de protección frente a las enfermedades
cardiovasculares.

Uno de cada cinco o seis fumadores sufrirá EPOC y uno
de cada dos o tres bronquitis crónica, según datos de Neumomadrid

Las ayudas terapéuticas

Para dejar de fumar no existe
un tratamiento milagroso. Ahora bien, cuando uno se ha decidido a dejarlo tiene
que ser realista y, aún conociendo los inconvenientes, echar mano de su
voluntad y perseverancia para no decaer en su decisión. En muchas ocasiones
puede resultar necesaria la ayuda de un profesional, bien sea médico o
farmacéutico, o la asistencia a un centro de deshabituación tabáquica.
Está demostrado que quienes dejan el tabaco por su propio pie y sin ayuda,
suelen recaer al año en el 95 % de los casos, mientras que contar con la ayuda
de un profesional triplica las posibilidades de éxito. Por lo tanto la
motivación, aunque fundamental, no resulta suficiente.

  1. Dentro de las ayudas terapéuticas farmacológicas,
    cobran especial interés los sustitutos
    con nicotina,
    encargados de suministrar al organismo la nicotina
    presente en los cigarrillos de forma progresiva, a fin de reducir la
    dependencia física de esta sustancia. De venta libre en las farmacias, los
    puedes encontrar en forma de comprimidos para chupar, de chicles (por 2,92
    euros) y de parches transdérmicos en tres
    presentaciones diferentes de 10, 20 y 30 mg., y
    a un precio que oscila entre los 33,06 y los 36,03 euros. Las diferentes
    formas de liberar la nicotina y las dosis serán determinantes a la hora de
    elegir el sustituto que más convenga, para lo que la labor del
    farmacéutico será de gran utilidad.
  2. Terapia con bupropión: esta sustancia
    provoca el mismo efecto de la nicotina, pero sin causar su dependencia.
    Los últimos resultados científicos sobre porcentaje de éxito y seguridad
    de los tratamientos con bupropión han sido
    presentados durante el último Congreso Nacional de Prevención y
    Tratamiento del Tabaquismo celebrado en Zaragoza. Todas las conclusiones
    avalan su efectividad y seguridad en todos los niveles de adicción,
    principalmente en mujeres, ya que reduce la sensación de desánimo y no
    produce incremento de peso.

El Ministerio de Sanidad ha propuesto a las comunidades autónomas la financiación de ambos tratamientos
para desenganchar a los ciudadanos que no
sean capaces de abandonar el tabaco por otros medios. Este trabajo de
filtración se hará desde las consultas de Atención Primaria, idea que parte del
Comité Ejecutivo del Plan de Control y Prevención del Tabaquismo. Si las CCAA
la aceptan, la Sanidad Pública financiará el 60 % del precio total del producto
y el 100 % en el caso de los pensionistas, algo que ya se hace en Navarra

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Redacción Consejos

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