El consumo de alcohol y la dependencia alcohólica se asocian al riesgo de desarrollar múltiples enfermedades, entre ellas hepáticas (cirrosis), cardiacas (miocardiopatía), mentales (depresión, demencia) o diversos cánceres (hígado, boca, esófago). Sin embargo, pese a lo peligroso que resulta, es de entre las drogas la que menos percepción de riesgo genera, sobre todo en los adolescentes.

El alcohol es la droga más consumida en España y es, de entre todas, sobre la que se tiene menos percepción de riesgo sobre la salud. Así, la última Encuesta Domiciliaria sobre Alcohol y Drogas en España (EDADES 2011-2012) indica que el 62% de la población había consumido alcohol en los últimos 30 días y que el 42% de los hombres y el 23% de las mujeres entre 15 y 34 años se habían emborrachado en el último año.

Las consecuencias
El consumo de riesgo de alcohol y, por tanto, la dependencia alcohólica, se asocian al riesgo de desarrollar múltiples enfermedades, entre ellas hepáticas (cirrosis), cardiacas (miocardiopatía), mentales (depresión, demencia) o diversos cánceres (hígado, boca, esófago). Por otra parte, constituye un factor bien conocido determinante de violencia familiar y de género, accidentes laborales y de circulación., algo que han resaltado los expertos reunidos en el Congreso Nacional de la Sociedad Española de Medicina Interna (SEMI), que se celebró a finales del año pasado. Sin embargo, se calcula que menos del 10% de los afectados por dependencia alcohólica reciben tratamiento en España.

Cuando dejarlo resulta imposible
Cuando el consumo de alcohol adquiere la máxima prioridad para el individuo, por encima de otros comportamientos, hablamos de dependencia alcohólica. “Esta condición requiere una valoración médica para su diagnóstico y es difícil de recoger en las encuestas sobre consumo de drogas, por lo que no existen datos recientes fiables sobre su prevalencia en España”, señala el doctor Rafael rafael MonteMonte Secades, del Servicio de Medicina Interna del Hospital Universitario Lucus Augusti de Lugo. Aunque algunas personas pueden dejar el alcohol por sus propios medios, muchos necesitarán ayuda especializada. Sin embargo, se calcula que menos del 10% de los afectados por dependencia alcohólica reciben tratamiento en España.

Lo último en terapias
Aunque los tratamientos clásicos se dirigían a la abstinencia, hace tiempo que el paradigma ha cambiado y se busca reducir el consumo en programas orientados a la disminución del daño. No se trata, por tanto, de sustituir los tratamientos orientados a la abstinencia sino de complementarlos con la terapia de reducción del consumo. Estudios pivotales realizados en Europa con más de 2.000 pacientes han demostrado que el uso a demanda de un modulador del sistema opioide, actúa sobre los circuitos cerebrales de recompensa, modulando la gratificación excesiva que ha llevado al paciente a la adicción. Este tratamiento está indicado para pacientes sin sintomatología de abstinencia, que no necesitan desintoxicación, no reciben tratamientos con analgésicos opioides y si no existen contraindicaciones del objetivo terapéutico. El problema es que se trata cuando ya han aparecido patologías asociadas al abuso del alcohol, además de consecuencias sociales, laborales, etc. Gran cantidad de las muertes relacionadas con la dependencia podrían haberse evitado si se elevaran las tasas de terapia. Realizar un screening, una intervención corta e iniciar el tratamiento en AP antes de la derivación, funciona. El problema es implantar los programas.

Síndrome de abstinencia alcohólica
El síndrome de abstinencia alcohólica es la expresión clínica de la interrupción brusca de la ingesta de alcohol en una persona con dependencia. Se manifiesta tras 6-24 horas de abstinencia, en forma de temblor, sudoración e inquietud. Algunos enfermos presentan alucinaciones y/o crisis epilépticas. Y alrededor de un 5-10% evoluciona hacia delirium tremens, con alucinaciones, confusión y agitación graves. Su abordaje y tratamiento se realiza habitualmente en el entorno hospitalario. Los objetivos generales de tratamiento son controlar los síntomas, prevenir las crisis epilépticas y evitar la progresión a delirium tremens. Por otra parte, es necesario valorar y corregir en su caso las necesidades de aporte de líquidos durante el episodio, así como las alteraciones analíticas o vitamínicas que pueden complicar su evolución.

Cannabis en menores de 16 años
Un peligro real
1. El cannabis es la droga ilegal más consumida en España, situándose entre los países de mayor consumo de estas sustancias (es el cuarto país europeo en cuanto a consumo de marihuana entre los jóvenes, por detrás de República Checa, Dinamarca y Francia): el 17% de los jóvenes de nuestro país la consumen habitualmente y un 4,4% a diario, según el Informe Europeo sobre Drogas 2014. En el último año, uno de cada cuatro jóvenes menores de 15 años ha consumido esta sustancia alguna vez. Los expertos alertan del peligro del consumo de cannabis en los adolescentes por el impacto negativo que pudiera tener en su desarrollo.

2. Los daños orgánicos que puede producir el consumo de cannabis, sobre todo en menores de 16 años, van desde los neurofisiológicos hasta los problemas respiratorios y cardiovasculares, pasando por alteraciones del sistema endocrino y del sistema inmunitario, entre otros. Así lo afirma el doctor Santiago NogueSantiago Nogué, responsable de Toxicología Clínica del Hospital Clínic de Barcelona.

3. El consumo de cannabis triplica el riesgo de sufrir enfermedades mentales en usuarios esporádicos. La aparición de cuadros psicóticos constituye uno de los principales efectos asociados a la marihuana, pero su consumo también puede empeorar el curso de la enfermedad en los pacientes con esquizofrenia y puede producir una reacción psicótica en algunos usuarios. Los expertos consideran que los consumidores de marihuana pueden experimentar una psicosis aguda que produce alucinaciones, delirio y una pérdida del sentido de la identidad personal.

Fármacos, drogas y sexo
Según el doctor Miguel Galicia, miembro del Servicio de Urgencias del Hospital Clínic de Barcelona, “el uso de determinados fármacos puede ayudar en las relaciones sexuales (como los que se usan en la disfunción eréctil o la eyaculación precoz) o dificultarlas (como los hipotensores arteriales), mientras que el uso de determinadas drogas puede modificar la percepción sensorial que tiene el consumidor de su entorno. Que esa experiencia sea más placentera, o no lo sea, depende de la experiencia previa del usuario y de las expectativas creadas. Es decir, hay personas que disfrutan más de su sexualidad bajo los efectos de alguna droga, y hay otras que no lo consiguen”.

Según el doctor Galicia, entre las drogas que se usan, algunas tienen efecto sobre el estado de ánimo (cocaína u otros estimulantes) y otras tienen efectos más específicos sobre la sexualidad (2CB, poppers, GHB…)”. También se utilizan fármacos como la ketamina y las benzodiacepinas, que “si bien no tienen efecto prosexual “per se”, se usan combinados con otras sustancias de abuso (anfetaminas o cocaína) para disminuir los efectos secundarios de estas últimas como el nerviosismo o los temblores”. Además, hay diferencias en cómo afectan a las relaciones sexuales diferentes tipos de sustancias. “Las sustancias depresoras de la conciencia (alcohol u opiáceos) pueden hacer imposibles las relaciones sexuales en caso de consumo de altas dosis. Por su parte, la cocaína, la marihuana y también el alcohol, en dosis bajas, aumentan la sociabilidad e indirectamente pueden favorecer las relaciones sexuales”.

Clubes cannabicos
Más de 400 sólo en Cataluña
Para el doctor Santiago Nogué, en la actualidad se está generando una gran polémica por la proliferación de Clubes Cannabicos en diferentes regiones de la geografía española. “Es paradójico que se hagan campañas antitabaco y se impongan restricciones para fumar, que están teniendo un gran éxito, al mismo tiempo que se permite que prosperen lugares donde la gente pueda consumir cannabis”. Por ello, ante la posible “banalización” de los efectos del cannabis, el doctor Nogué se muestra contundente: “Sus efectos nocivos no deben ser minimizados. Se trata de una droga muy adictiva”. A sus efectos orgnánicos se suma el hecho de que el consumo de cannabis multiplica por tres el riesgo de sufrir enfermedades mentales en usuarios esporádicos. Según apunta el doctor Nestor SzermanNestor Szerman, presidente de la Sociedad Española de Patología Dual (SEPD) y psiquiatra del Hospital Gregorio Marañón de Madrid “en un país como el nuestro, con gran prevalencia de consumo de cannabis y el desarrollo y proliferación de clubes cannábicos que difunden la idea no sólo de la inocuidad del cannabis, sino también de los efectos beneficiosos de su utilización, esto debería preocuparnos”.

Anfetaminas
Cambios cerebrales permanentes
El estudio del CEU que demuestra que el abuso de drogas de tipo anfetamínico durante la adolescencia provoca cambios cerebrales permanentes, ha obtenido el Premio Ángel Herrera a la Mejor Labor de Investigación en el Área de Ciencias Experimentales y de la Salud.

El abuso de anfetamina durante la adolescencia puede provocar cambios significativos y permanentes en un área cerebral fundamental en los procesos de memoria y aprendizaje, el hipocampo. Así lo ha demostrado un trabajo realizado por el grupo de investigación dirigido por el profesor de Farmacología de la Universidad CEU San Pablo, Gonzalo Herradón Gil-Gallardo, que asegura que la anfetamina y sus derivados sintéticos son drogas con un gran potencial adictivo cuya prevalencia de uso entre drogodependientes es muy elevada. De hecho, se estima que entre 14 y 56 millones de personas en el mundo abusan de estas sustancias. Los déficits en tareas de memoria y aprendizaje provocados por el consumo de anfetamina durante la adolescencia están motivados por la carencia de la proteína pleiotrofina, con lo que estos estudios sugieren la posibilidad del diseño de nuevos fármacos potenciadores de las funciones de la pleiotrofina como nueva estrategia terapéutica en drogodependencias.

Coma etílico
Un consumo continuado y abusivo del alcohol produce daños y alteraciones en los sistemas nervioso central, cardiovascular y endocrino, en el aparato digestivo, el hígado y el metabolismo óseo, sin contar el deterioro de las relaciones con la familia, amigos y en el entorno escolar, las agresiones y las conductas de acto riesgo en las relaciones sexuales con consecuencias como embarazos no deseados o transmisión de enfermedades como la hepatitis B y C y el sida.

Cuando se produce una intoxicación por alcohol se generan efectos sobre el sistema nervioso central, en el habla, en los reflejos, en la marcha, así como alteraciones de la conciencia. Si la intoxicación etílica es grave se puede producir un coma etílico que implica pérdida de la consciencia, con lo que el individuo no puede despertarse ni siquiera ante estímulos externos. Aunque no existen datos oficiales sobre el número exacto de chavales atendidos en España por coma etílico, los estudios sí permiten afirmar sin género de duda que estos se han duplicado en los últimos 10 años y que se producen cada vez en adolescentes más jóvenes.

Un coma etílico se produce por una sobredosis de alcohol y requiere siempre de atención médica para evitar un posible riesgo de fallecimiento. Las consecuencias mas graves son las crisis convulsivas, la hipotermia y la muerte por aspiración del vómito. Así, los síntomas del coma etílico son la falta de reacción, confusión, mareo, palpitaciones rápidas, dolor de cabeza, somnolencia, estupor y pérdida de conciencia.

 

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