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Al llegar la primavera las consultas de los psicólogos se llenan de pacientes
con depresión. Y es que los cambios de estación afectan a nuestra mente mucho
más de lo que creemos. ¿Cuál es el
motivo?
Sus síntomas son inconfundibles: falta de
?fuerza? para emprender la jornada y realizar las tareas habituales, deseos de
llorar sin motivo aparente, pérdida de apetito y de peso, deseos incontenibles
de darse un atracón, estreñimiento, dolores musculares, dificultades para
dormir… Si en algunas ocasiones se trata de algo pasajero que la propia
persona puede superar, en otros casos requiere de ayuda profesional, que con
frecuencia debe ir acompañada de ayuda farmacológica.
Por qué en primavera
La primavera supone, junto al
otoño, el contexto más favorable para que se produzca una depresión o una
recaída en personas predispuestas. La razón estriba en los acusados cambios de
luz que se producen en ambas estaciones. Estos cambios lumínicos afectan directamente
al sistema nervioso central y a nuestros biorritmos, alterándolos. Además la
primavera es un momento ideal para renovar el contacto social y las relaciones
con los demás, poniéndose de manifiesto las carencias que puedan existir en
este sentido. Por otra parte, esta estación supone el reencuentro con nuestro
cuerpo y la constatación de que no nos adaptamos a los cánones de belleza
actuales, agravándose los complejos y acrecentándose la inadaptación al medio
social.
La mujer, el sexo más débil
Los casos de depresión femenina duplican al de
depresión masculina. En igualdad de circunstancias se deprimen más las personas
que no tienen una red de contactos humanos, de gente en quien confiar, y que basan
su bienestar en una sola persona o en una única actividad. Sin embargo, en el
colectivo de mujeres son muy frecuentes los casos cuyas madres son descritas por
las pacientes como muy absorbentes, dominadoras, intransigentes, e incapaces de
dejar a la hija margen para elegir y equivocarse. Otras son descritas
justamente por lo contrario y las acusan de actitudes
extremadamente pasivas ante la vida y de una marcada incapacidad para luchar
contra las adversidades y expresar su rabia y enfado.
Otro rasgo muy común en las mujeres que
acuden a las consultas de los psicólogos es la dificultad que manifiestan para
expresar sus emociones. Frases como ?estoy harta de que no valores lo que
hago?, ?me da rabia que nunca tengas en cuenta mi opinión?, ?me entristece
mucho que jamás me llames??, raramente salen de sus labios, y es que cuando no
somos capaces de decir abiertamente lo que nos molesta, nos entristece, o
simplemente nos enfada, terminamos nosotros mismos siendo el blanco de esa
rabia, de esa tristeza, o de ese enfado.
La clave:
Eludir el sentimiento de culpa
Un acontecimiento triste puede desencadenar
de por sí una depresión. Pero es la manera de tomárnoslo lo que realmente puede
sumirnos en estados depresivos. Y aquí es donde entra en juego el sentimiento
de culpa, el gran iniciador de este estado anímico que por desgracia ha arraigado
tanto en nuestra sociedad. Muchas veces, algo tan triste como la ruptura de un
matrimonio, un despido empresarial, el desinterés de los hijos tras largos años
de dedicación a ellos, o la muerte de un ser querido, pueden hacer que la
persona, conscientemente de ello o no, se eche la culpa de lo acontecido. Poco
importa que estos sentimientos de culpa estén únicamente en la fantasía de la
persona que los padece y no en la realidad de lo acontecido. Este sentimiento lacera
por dentro a los seres humanos, que aplastados por ellos e incapaces de
expresar sus sentimientos, se hunden en las tinieblas de la depresión. El papel
de los psicólogos radica fundamentalmente en relativizar
ese sentimiento de culpa, algo tan inherente a la condición humana.
¿Cómo actuar?
Si los síntomas depresivos nos acompañan
desde hace tan sólo unos días o unas pocas semanas, y siempre y cuando estos
síntomas no incluyan fantasías de suicidio, podemos intentar darle solución con
nuestras propias fuerzas. ¿Y cómo? Hablando de nuestro estado de ánimo a las
personas de confianza, dándonos la licencia de llorar cuando sintamos la
necesidad? en definitiva, dando rienda suelta a nuestras emociones, pero de una
manera constructiva y sin adentrarnos demasiado en los pensamientos negativos,
meditando sobre qué sentimientos han despertado los últimos acontecimientos de
nuestra vida, y siempre pensando en la solución.
El papel del psicólogo
Ahora bien, si la situación dura varias semanas
hay que pedir la ayuda de los profesionales de la salud. El psicólogo es la
persona que te ayuda a expresar las emociones acumuladas, a poner en evidencia esos
sentimientos de culpa y a relativizarlos. Él es quien
te ayuda a crear una red de contactos humanos, a asumir las pérdidas sufridas o
a modificar la manera de relacionarte
con tus familiares y allegados. Además, el psicólogo verá la necesidad de
remitirte al psiquiatra o médico psicosomático, quien se encargará de recetarte
medicamentos destinados a regular tus niveles de serotonina,
un neurotransmisor químico cerebral ?alegre? que en estados depresivos se
encuentra por debajo de los niveles normales. Él es quien te ayudará a resolver
posibles dificultades de sueño y orgánicas, echando mano de los medicamentos
disponibles en la farmacia, y que siempre serán dispensados con receta médica.
La unión hace la fuerza. Paciente, médico, psicólogo e industria
farmacológica pueden crear una fuerza capaz de levantar cualquier depresión
Nunca te plantees?
? Ante un divorcio: ? ¿será
mía la culpa por no ser mas paciente??.
? Ante un despido laboral: ?quizás soy
incompetente y por eso no me han renovado el contrato de trabajo?.
?Ante la indiferencia de los hijos: ?no seré
yo la responsable de que mis hijos sean tan egoístas?.
? Ante una enfermedad: ?debería haber
insistido más en que mi esposo no fumase y así no habría padecido cáncer de
pulmón?.
? Ante la muerte de un familiar: ?si no
hubiera dado tantos disgustos a mi padre no habría fallecido de un infarto?.
Qué hacer con un familiar depresivo:
1.
No insistir constantemente en
que tiene que salir y normalizar sus horarios. Tampoco hay que forzarlo a hablar
con la gente. Esta insistencia únicamente sirve para que se sienta peor, ya que
aumentará sus sentimientos de culpa por no poder hacerlo.
2.
No permitir que la persona
depresiva obtenga, gracias a su estado anímico, ninguna ventaja o atención
especial. Esto podría constituir una dificultad adicional a la hora de salir de
su situación.
3.
Nunca culpar a la persona por
su estado. La depresión es una enfermedad, no algo elegido.
4.
Si no es algo reciente,
conviene pedir a la persona afectada que consulte a un especialista, y asegurarle
que si debe tomar medicamentos, éstos no le convertirán en un autómata ni
anularán su voluntad.
La depresión en datos
v
La depresión es la primera
causa de suicidio.
v
Los hombres tienen en la
jubilación el momento más propenso para deprimirse.
v
Para las mujeres, las rupturas
de pareja y las alteraciones hormonales y psicológicas propias del climaterio
suponen momentos de mayor riesgo.
v
La depresión
reactiva es aquella que fundamentalmente se debe a acontecimientos, emociones,
pensamientos y experiencias que acontecen en la vida, en contraposición a la
depresión endógena que se debe fundamentalmente a alteraciones bioquímicas del
cerebro. Este tipo de depresión reactiva tiene, tratada por
profesionales, un índice de curación muy elevado.
Esteban Cañamares
Psicólogo clínico y sexólogo
Colegiado M-09659
Madrid