La falta de conocimiento y los síntomas inespecíficos de la hipertensión arterial pulmonar dificultan y retrasan su tratamiento. Esta enfermedad, que afecta especialmente a mujeres de mediana edad, conlleva una importante carga social a causa del impacto que genera en la vida diaria de las personas que la padecen.
La hipertensión arterial pulmonar es una enfermedad poco frecuente que presenta una incidencia anual estimada de dos casos por cada millón de habitantes. Se trata de una patología muy compleja, progresiva y, en muchas ocasiones, con mal pronóstico. Sucede cuando el aumento de la presión sanguínea en las arterias pulmonares conlleva un aumento de la presión del corazón, que desemboca finalmente en el colapso de su lado derecho.
LOS SÍNTOMAS
Los síntomas de la hipertensión arterial pulmonar son inespecíficos y, además, limitan la vida de las personas que la padecen. De hecho, pueden llegar a condicionar la actividad física hasta niveles incapacitantes:
1. El primero de los síntomas que suele aparecer es la sensación de falta de aire, especialmente cuando se practica ejercicio.
2. En fases posteriores de la patología aparecen nuevos síntomas, tanto en ejercicio como en reposo, como hinchazón en el abdomen, los tobillos o las piernas; cansancio o fatiga, y la falta de aire puede aparecer ante esfuerzos mínimos como caminar o incluso en reposo.
3. Síntomas que se dan en los casos más severos son síncopes y desmayos.
UNA ENFERMEDAD COMPLEJA Y DESCONOCIDA
Aunque la hipertensión arterial pulmonar puede afectar a hombres y mujeres de todas las edades, a veces a personas muy jóvenes, tiene especial incidencia en mujeres de mediana edad. Es una enfermedad con una importante carga social por el impacto que genera en la vida diaria de las personas que la padecen, y a esto hay que sumar el impacto psicológico causado por su complejo contexto y su potencial gravedad.
Hoy en día, la falta de conocimiento en torno a la enfermedad y la inespecificidad de sus síntomas dificultan su tratamiento, especialmente en sus estadios iniciales. El acceso a tratamientos tempranos y una atención multidisciplinar y especializada son claves para su correcto abordaje. En el manejo activo del paciente también son muy importantes las evaluaciones clínicas programadas regularmente para determinar su gravedad, estabilidad, mejora o deterioro, con base en las limitaciones físicas que provocan sus síntomas. Incrementar el conocimiento de la enfermedad e impulsar nuevas opciones terapéuticas que logren cambiar el rumbo de esta, son otros de retos asociados a la patología.