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Johnson’s recoge en un vídeo la conmovedora historia de Jamie, el bebé prematuro de los australianos Kate y David Ogg, que demuestra que el contacto piel con piel entre los padres y su bebé y el calor afectivo que supone este proceso es esencial y puede colaborar a conseguirlo todo.
A los seis meses de gestación, Kate Ogg Kate dio a luz a dos bebés: Emily y Jamie. Los médicos consiguieron estabilizar a la pequeña Emily, pero desgraciadamente no pudieron hacer más por el pequeño Jaime, de menos de un kilo de peso.
A pesar del dolor que sufrió en esos momentos, Kate cogió a su bebé y lo mantuvo junto a su pecho respondiendo a lo que le dictaba su instinto maternal. Junto con su marido, le acariciaron y sintieron su piel y su tacto, transmitiéndole así todo su amor. Además, le dedicaron cariñosas y sentidas palabras explicándole lo importante que era para sus padres su llegada al mundo y lo que sentían teniéndolo entre ellos. En medio de este momento de contacto y ternura, que surgió del fuerte instinto maternal de Kate, el corazón de Jamie volvió a latir, demostrando así lo importante del tacto y los sentidos. Este momento se convirtió en una pieza fundamental no solo para la vida de Jamie, sino para todos ellos.