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A
estas alturas, tengo que reconocer que ni estoy suficientemente ?fotoprotegido?
ni he cuidado los ojos ?recuerden, sólo dos para toda la vida- como ordenan los
cánones de las buenas prácticas sanitarias.
Llevo
en el coche, eso sí, un pequeño y coqueto botiquín cuyo contenido no reviso
desde hace años y que probablemente contenga algún analgésico caducado o una
pequeña botellita de agua muy poco oxigenada. Ya se sabe que en casa del
herrero? Lo más lógico es que la cajita vuelva de las vacaciones sin haber sido
abierta, pero está claro que debería ser algo más cuidadoso. Eso si, el coche
ha merecido mi atención exclusiva y va perfectamente calzado con
neumáticos de calidad que no tienen que
padecer las exigencias del circuito de Indianápolis. Menos mal que Fernando
Alonso y Dani Pedrosa nos vienen resarciendo este caluroso y seco verano de los
disgustos olímpicos y las insolidaridades que ahora promueven los trasvases.
Como
cada cual tiene sus manías, yo me
centro en seleccionar un par de libros
interesantes para esas horas en que la playa más exigente está cubierta de
miles de toallas, sombrillas o tumbonas y donde encontrar unos granos de arena
libres de la ocupación humana se convierte en una tarea casi herculina. Al
precio que se está poniendo el terreno en nuestro país, cualquier día nos
cobran alquiler por los centímetros que nos corresponden el mes de agosto en
alguna playa. Será mejor no dar ideas.
Después
de mucho dudar, los libros de este verano van a ser dos novelas de autores españoles contemporáneos. Siempre
he pensado que esta época no está para grandes esfuerzos intelectuales y que
crear ficción tiene un mérito añadido indiscutible. Además, es una manera muy
personal de rendir homenaje y pleitesía a Cervantes y El Quijote, lo mejor de lo mejor en esta materia. Me decido por ?La
piel del tambor? de Pérez Reverte y ?El otoño siempre hiere?, de Raúl Guerra.
La primera porque es de un autor que borda el entretenimiento, lo cual no es nada fácil en estos tiempos; y
la segunda, porque tuvo en su momento excelentes críticas y se trata de una
obra tierna, familiar y nostálgica. Además, Raúl es farmacéutico, lo que para
mí es toda una garantía.
En
vacaciones hay tiempo para todo; interminables juergas nocturnas para quien
aguante la marcha, grandes jarras de cerveza que, según los últimos estudios,
engordan muy poco aunque la tripita que me sale en verano merezca las críticas
más acerbas de mis hijos, grandes partidas de mus y dominó con los amigos de
siempre o con los recién incorporados al grupo y siestas que culminan cuando la
noche ya ha llegado. Pero también, debemos guardar un momento para la lectura.
Lejos de los ordenadores, de internet, del ritmo más o menos desenfrenado de
nuestros respectivos trabajos, es conveniente, sano y formativo dedicar ratos
perdidos al ?negro sobre blanco?, a leer lo que otros escribieron para nosotros
sin conocernos pero contando con nuestra complicidad.
Lo
pasarán bien; se lo aseguro.
José
Vélez García-Nieto, de la Asociación Española de Farmacéuticos de Letras y
Artes.