El exceso de peso en los niños debe corregirse, pero
de forma que la dieta no suponga un trauma y procurando que el niño no se
sienta diferente
En condiciones de sobrepeso,
poner al niño a dieta puede ser no solo conveniente, sino necesario. No se
trata de mantener la línea, sino la salud, ya que los kilos de más no son
saludables a ninguna edad.
El doble que hace 15 años
El espectacular aumento que
el sobrepeso y la obesidad infantil han alcanzado en los 15 últimos años (ha
llegado nada menos que a duplicarse) nos permite hablar de cifras que rondan el
15% del total de niños españoles que padecen este problema. Una enfermedad que
produce alteraciones ortopédicas, respiratorias y cutáneas, y que en la edad adulta
va asociado a otros más graves como hipertensión, diabetes, enfermedades
articulares o cardiovasculares, etc. Además, las consecuencias psicosociales de la distorsión de la imagen física para el
niño obeso son considerables: baja autoestima, aislamiento social,
discriminación e incluso patrones anormales de conducta que derivan en bulimia
y anororexia nerviosas. Lo suficiente como para
ponerse manos a la obra.
La obesidad, tal y como la define el doctor Ángel Gil,
del departamento de Bioquímica y Biología Molecular de la Universidad de
Granada, es una situación patológica en la que existe un exceso de grasa
corporal generalizada o localizada, superior a 30 kg/m2
en los adultos y superior a 25 kg/m2 en los niños.
Un panorama desolador
Pero no sólo han aumentado el
sobrepeso y la obesidad infantil de una manera alarmante. Según datos aportados
por Marta Garaulet, doctora en Farmacia y profesora
de Fisiología y Bases Fisiológicas de la Nutrición de la Universidad de Murcia,
más del 15 % de las chicas universitarias españolas vomitan con regularidad, el
47 % de las mujeres se pone a régimen y la anorexia infantil aumenta por día.
Por su parte, una encuesta realizada por el Ministerio de Sanidad recoge que
sólo el 10 % de las chicas españolas desayuna, mientras que casi la mitad de
las niñas españolas desearían estar más delgadas y un 20 % de éstas ha seguido
un régimen alimenticio pese a su corta edad. Este último dato, extraído de un
estudio realizado por el Colegio Oficial de Farmacéuticos de Cuenca, revela que
tanto en la adolescencia (90 % de los casos), como en la etapa infantil (60 %)
los trastornos alimentarios afectan principalmente a las chicas.
Las nuevas enfermedades de ?culto al cuerpo?
No sólo la anorexia y la
bulimia están alcanzando mucho auge en el ranking de los trastornos
alimentarios. Según la Sociedad Española de Nutrición (SEN), la vigorexia (adición al ejercicio físico) y la ortorexia (obsesión por la comida sana) también están
haciendo mucha mella entre los adolescentes, lo que pone de manifiesto la
supremacía que los valores estéticos tienen sobre la salud en las sociedades
desarrolladas.
Obesidad:
cógela
a tiempo
Si la obesidad persiste en la
segunda década de la vida, es cuando hay más probabilidades de que el niño sea
obeso en la edad adulta. Por ello, no conviene incurrir en el error de no poner
a dieta a un niño, creyendo que el problema terminará por ceder. No hay nada
como prevenir, y precisamente durante la niñez es cuando más podemos hacer por
educar en salud. Padres, profesores, abuelos y demás personas del entorno del
niño son los que irremediablemente contribuyen a conformar su personalidad y
sus hábitos, por lo en sus manos está el fomento de la diversidad nutricional,
la alimentación equilibrada y la práctica regular de ejercicio físico. Algo que
debe iniciarse con el propio ejemplo.
La normalidad, un valor esencial
Eso sí, a la hora de
establecer una dieta, es muy importante que el niño no perciba su situación
como anormal, ni sufra un trato distinto respecto al que reciben el resto de
sus compañeros. Para ello, es necesario no ser demasiado restrictivo,
procurando variar la dieta hacia una dieta equilibrada que deje a un lado las
cenas hipercalóricas y la comida rápida. En cuanto a
los dulces y las chuches, los pediatras insisten en
que no conviene restringirlos por completo.
Los padres, primeros educadores nutricionales
En el bagaje nutricional de
los niños, el rol de la familia adquiere una importancia vital. ?De tal palo
tal astilla?, dice el refrán. Si los padres tienen una relación anormal y
forzada con la comida, es muy probable que los niños vivan esta situación de la
misma manera. Por un fenómeno de mimetismo, lo que los niños aprenden de los
padres es lo que incorporan como hábito. Por lo tanto, perder peso no tiene por
qué ser un trauma para el niño, si los padres no lo viven como tal y facilitan
el camino a la normalidad.
Los errores de una dieta desequilibrada y calórica
- En las sociedades occidentales como la nuestra es
muy común que el niño tome más cantidad
de alimentos de los que necesita. Algo que en ocasiones viene dado por
la obsesión de los padres por que sus hijos coman mucho. Según la Sociedad
Española de Pediatría, sorprende que la mayoría de los niños considerados
por sus familiares como inapetentes se encuentren bien nutridos y con una
talla adecuada. - Su alimentación es rica en grasas y azúcares sencillos, y en ella suelen predominar la
carne, los platos precocinados y los dulces. - La dieta infantil se aleja cada vez más de la dieta mediterránea, rica en
verduras, legumbres, pescado y frutas. - El desayuno
es un hábito que empieza a omitirse
con demasiada regularidad, siendo ésta una de las comidas más importantes
del día y más implicadas en la regulación del peso. - Se da un alto consumo de las llamadas ?calorías vacías?, es decir,
calorías que no aportan apenas nutrientes interesantes para una dieta
equilibrada: dentro de esta categoría se incluyen la comida rápida (que
además se ha demostrado que crea adicción), los snacks,
la bollería industrial, las chucherías y las
bebidas azucaradas y carbonatadas. - El sedentarismo
ha adquirido un papel fundamental en el desarrollo del sobrepeso y la
obesidad en nuestro país. Gran parte de las actividades se hacen en torno
a la televisión o la consola de videojuegos, con el consecuente
desplazamiento de actividades al aire libre. Además, estas actividades se
prestan a que los niños las realicen al tiempo que consumen palomitas,
patatas, chucherías.
La asociación de comida rápida con juguetes en algunas
cadenas de restaurantes no hace sino fomentar los malos hábitos y el consumo de
comida rápida, caracterizada por un alto consumo calórico y graso
Embutidos, bebidas carbonatadas, dulces, platos precocinados, leche y derivados lácteos son los responsables
del aumento de la obesidad infantil en nuestro país
Falta de apetito:
la
carga emocional de la comida
En el problema emocional que muchos niños tienen con la
comida influyen sobremanera las expectativas que los padres tienen respecto a
sus hijos y que en muchos casos se alejan de lo que es propio de su edad. Para
evitarlo, es importante que los padres tengan en cuenta las distintas etapas
por las que pasan sus hijos: un niño de un año es imposible que no lo manche
todo si se le permite manejar los alimentos, de la misma forma que uno de 4
años es muy probable que no sea capaz de permanecer quieto y sentado a la mesa
durante toda la comida. Reconocido lo excesivo de estas expectativas, los
padres y el pediatra deben establecer pautas de comportamiento en relación con
la duración máxima de las comidas, el volumen de las porciones de alimento, la
creación de una atmósfera relajada en torno a la comida, la inclusión del niño
en las conversaciones durante la comida (si tiene edad para ello), etc. Entre
los errores que los padres deben corregir están, además de la obsesión por que
los niños coman mucho, el forzarlos a comer sin considerar las distintas etapas
por las que pasa el niño, regañar al niño cuando no quiere comer y el convertir
la comida en premio o castigo por algún comportamiento, premiarle viendo la
televisión cuando come bien. Entre los errores relacionados con el entorno, muy
frecuentes también según Garaulet, están el excitar a
los niños antes o durante las comidas, el generar un ambiente desagradable, la
excesiva disciplina o la tolerancia a la hora de prolongar las comidas.
- En los preescolares
con edades entre los 3 y 5 años, la velocidad de crecimiento se reduce
sustancialmente y con ella las necesidades calóricas
y el apetito. Los padres pueden considerar entonces que el niño no come lo
suficiente para mantener su nivel de actividad y recurrir a amenazas o,
por el contrario, a adulaciones ineficaces en un intento de incrementar el
volumen de las comidas. - El comportamiento
de los niños durante las comidas es otra causa de frecuentes
conflictos. Las quejas habituales de los padres se refieren a actitudes de
pereza o desinterés que las prolongan excesivamente, rechazo del alimento
o vómitos provocados, sentarse con malas posturas, jugar con el alimento o
mostrarse caprichoso. - Las expectativas
de los padres y los hábitos familiares a la mesa pueden ser las
causas, en buena parte, de la aparición de estos problemas. Por ejemplo,
porciones excesivas (platos muy llenos) y la obligación de consumirlas en
su totalidad pueden inducir en el niño actitudes de juego con los
alimentos y entretenimiento que prolongan insufriblemente las comidas.

