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Hoy arranca la Cumbre del Clima de París, la COP21, en busca de un acuerdo global contra el cambio climático. Se trata de una convención de países de Naciones Unidas, con el objetivo de lograr un acuerdo sobre reducción de emisiones de gases de efecto invernadero, que logre mantener el calentamiento global por debajo de los 2⁰C. La primera vez que se reconoció a nivel mundial el problema fue en 1992, en la Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro. Años después, en 1997, se adoptó el Protocolo de Kioto, que entró en vigor en 2005, pero al que no todos los países se adhirieron, como por ejemplo Estados Unidos, primer productor de ese tipo de gases del planeta. La Unión Europea se comprometió entonces a rebajar un 8% su nivel de emisiones respecto a 1990.
Esta Conferencia de las Partes (COP), de Paris, es la número 21, donde sólo se pueden tomar decisiones por unanimidad o por consenso. A su vez, se celebra la reunión número 11 de ratificación del Protocolo de Kioto (CMP), para promover su eficacia y controlar su cumplimiento. Recordemos que en la anterior ocasión, el año pasado en Lima, no se consiguieron acuerdos definitivos aunque, eso sí, se dio forma a lo que se espera sea un consenso global este Diciembre en París.
Y uno puede preguntarse ¿por qué es tan difícil ponerse de acuerdo para tomar decisiones, cuando ya nadie duda de la gravedad y el alcance del problema? La clave está en que la reducción de emisiones está directamente relacionada con el cambio del modelo de desarrollo y con la adopción de fuentes de energía alternativas. Ningún país querrá reducir sus emisiones si eso significa renunciar a su progreso. Para lograrlo se necesita invertir mucho dinero y adoptar políticas de incentivación para mejorar la eficiencia de nuestro consumo y para reducir la demanda de los edificios. La tecnología para aprovechar las fuentes de energía renovable está a nuestro alcance, pero requiere grandes inversiones que penalizan los presupuestos generales de los países y repercuten en el precio final al consumidor. Al final todo se reduce a un grave problema económico, que tenemos que compartir. Los países en vías de desarrollo no pueden renunciar a la mejora de su nivel de vida y por tanto el esfuerzo de los países ricos debe ser mucho mayor. Confiamos que la cumbre signifique un antes y un después en los intentos por conseguir un acuerdo global que sea definitivo.
A LO PRÁCTICO
La aportación a nivel individual puede parecer pequeña, pero ya sabemos que muchas gotas llenan un vaso de agua. Aquí no hay más obstáculos que la propia convicción. Sin invertir dinero se puede utilizar el transporte público, la bicicleta o caminar en lugar de conducir el coche. Reducir el gasto de agua caliente es tan sencillo como abrir el grifo sólo lo imprescindible. Una menor temperatura de confort se compensa con el uso de una ropa adecuada. Lo increíble es que, además de reducir emisiones, estaremos ahorrando dinero. Éste se puede invertir en la compra de equipos más eficientes, que se amortizarán en poco tiempo.
CO2NSEJOS PARA TU BOLSILLO
Una bombilla incandescente consume 5 veces más que una fluorescente compacta (bombilla de bajo consumo). Una lámpara halógena consume 7 veces más que una similar de tecnología LED y ésta dura 15 veces más. Un tubo fluorescente consume el triple que uno LED equivalente y éste dura 10 veces más. Si funciona ocho horas diarias se amortizará (por diferencia de consumo) en unos dos años y su vida útil es de quince.