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- Quisiera un tranquilizante.
- Para ese medicamento hace falta receta.
- ¡Cómo receta! ¿Pero no los ve usted?
- ¿A quién se refiere?
- A los perros. ¿No se da cuenta que no paran, que están nerviosísimos?
- Señora, están jugando.
- Usted porque no está todo el día con ellos, pero están de un agresivo que asusta.
- Pues por muy agresivo que sea un caniche no creo que deba preocuparle.
- Pero es agresivo consigo mismo. Se pone a dar vueltas y vueltas intentando morderse la cola.
- Esa es una conducta estereotipada muy común en los perros y gatos.
- ¡Uy, lo enterado que está usted! ¿Es veterinario?
- Soy farmacéutico, pero en nuestra carrera sabemos bastante de animales, ya que dispensamos productos veterinarios.
- ¿Entonces no me da un tranquilizante? Sobre todo para la perrita, que es la más nerviosa, la que da vueltas.
- Mire, la conducta de los perros domésticos está muy influida por la de los dueños.
- ¡No me diga que los nervios del idiota de mi marido se los está pasando a los perros!
- No es exactamente así. Lo que ocurre es que la conducta de algunos animales domésticos puede ser equivalente a la de los denominados trastornos obsesivo-compulsivos de las personas.
- Con usted he encontrado yo una mina. ¡Lo que sabe de animalitos?!
- Es que los animales, como los perros, son un fiel reflejo del organismo humano. Por ejemplo, las necesidades nutritivas de los perros y gatos son iguales a las de los seres humanos.
- Entonces yo acierto con mis perritos porque les doy de comer lo mismo que yo.
- Pues hace mal.
- Entonces, ¿en qué quedamos?
- ¿Usted no ha pensado en la dentadura de sus perros?
- ¡No me diga que les tengo que lavar los dientes, que hasta eso no llego!
- Quiero decir que los alimentos húmedos, los usuales, dejan restos entre los dientes y en las encías.
- ¿Y cómo se soluciona eso?
- Con alimento seco, que es duro y no se adhiere, ya que por su dureza, al masticarlo sirve como limpiador de la superficie dental.
- ¿Y qué les doy?, ¿roscos?
- No señora, pienso.
- ¿Y qué piensa usted?
- Me refiero al pienso que se vende ya preparado para perros.
- ¡Ay, perdón! Es que al decir pienso, pensaba que estaba usted pensando.
- Yo sólo pienso que existo.
- Es usted una lumbrera.
- No tanto señora.
- Es que con los animales no se vive. Yo como no tengo hijos los considero como mi familia. Porque, ya sabe usted, mi marido como si no existiera?
- A los animales de compañía hay que tratarlos en su justa medida.
- Pues a mi me da una pena de ellos que no comprendo cómo la gente puede no quererlos.
- Hay algún animalito, al que llaman doméstico, con el que hay que tener cuidado, como los rottweiler o los doberman.
- Pues también son hijos de Dios.
- Esos hijos de Dios atacan cuando menos se espera. Lo habrá leído usted en los periódicos.
- ¡No me hable usted de eso, que cuando pienso que mi Tuli pueda atacar a alguien se me pone el vello de punta!
- Si su Tuli es ésa, dudo mucho que pueda atacar a nadie.
- Qué ratito más bueno he echado con usted ¡Uy, ahora está lloviendo y me tengo que ir!
- Es que hoy es un día de perros.