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Las zoonosis están de moda. Del pangolín que desató el caos y “presuntamente” nos trajo el COVID, a la más actual viruela del mono y sin olvidar la malaria, el dengue, el virus del Nilo, la sarna o la leishmaniasis canina, todo hace pensar que nos enfrentamos a una amenaza global por infecciones de transmisión animal o zoonosis. La solución pasa por dar a la salud un enfoque One Health que priorice la protección a las mascotas y al medioambiente, para así proteger a las personas.
El aumento generalizado de las temperaturas está afectando directamente a la incidencia de enfermedades zoonóticas, especialmente las de transmisión vectorial como la leishmaniasis. Transmitidas del animal al hombre, actualmente hay descritas cerca de 200 zoonosis, bien por contacto con el animal (rabia, viruela del mono, hidatidosis o psitacosis), a través de alimentos (triquinosis, listeriosis, campylobacter, salmonelosis o anisakiasis), o a través de vectores como mosquitos, flebotomos o garrapatas (leishmaniasis, la enfermedad del virus del Nilo Occidental, enfermedad de Lyme o fiebre Hemorrágica Crimea-Congo). Le ponemos cara a algunas de las más conocidas por el especial protagonismo que han adquirido en los últimos meses: la viruela del mono, la sarna y la leishmaniasis canina.
Viruela del mono: contagiosa pero benigna
El virus de la viruela del mono, que ha contenido la respiración de millones de personas en el mundo ante el miedo a otra posible pandemia, es un ortopoxvirus zoonótico que provoca síntomas y presentación similares a la viruela, enfermedad erradicada en 1980, aunque con menor gravedad, transmisibilidad y mortalidad. Los síntomas son similares a los de la viruela, aunque algo más leves: fiebre, dolor de cabeza, musculares, espalda, escalofríos y agotamiento. A diferencia de la viruela humana, en la del mono es frecuentes la aparición de ganglios inflamados. Primero suelen asemejarse a los de un cuadro gripal general que incluye inflamación de los ganglios; después de entre uno y cinco días de fiebre aparece por el cuerpo una erupción cutánea muy característica en forma de vesículas, que por lo general, suele aparecer en la orofaringe y la cara y posteriormente se extiende al tronco. Los síntomas pueden durar de dos a cinco semanas y las personas vacunadas de la viruela tienen un menor riesgo de contagio que los no vacunados.
La transmisión se produce del animal al hombre por contacto. Entre humanos, la viruela del mono se contagia por un contacto muy estrecho que también puede incluir el contacto con ropa de personas infectadas, saliva o excreciones respiratorias, o por contacto con el exudado de la lesión o el material de la costra. La excreción viral a través de heces y las relaciones sexuales pueden ser también otra fuente de exposición.
El diagnóstico se suele hacer a través de técnicas moleculares, también conocidas como PCR. No hay tratamiento específico para la viruela del mono, aunque de manera experimental se ha tratado con algunos antivirales, pero según explican los expertos del Hospital de la Paz, no hay ningún medicamento específico para tratar esta enfermedad. Se suele dar tratamiento para aliviar los síntomas y evitar infecciones bacterianas en las lesiones cutáneas.
El Hospital La Paz recomienda a los contagiados por viruela del mono aislarse, llevar mascarilla y cubrirse las heridas hasta que las costras hayan desaparecido por completo.
Sarna: en auge tras el confinamiento
Los dermatólogos de la Asociación Española de Dermatología y Venereología (AEDV) reunidos en su 49º Congreso celebrado el pasado mes de junio, han constatado el “importante aumento” de los casos de sarna o escabiosis y la pérdida de efectividad del tratamiento, sobre todo desde el inicio de la pandemia de Covid-19.
Según la doctora Cristina Galván, dermatóloga del Hospital Universitario de Móstoles en Madrid, “por considerarse una enfermedad inofensiva, la sarna nunca ha sido objeto de especial interés para la investigación, pero en los últimos dos años, los dermatólogos estamos asistiendo a un aumento importante de casos de escabiosis, probablemente debido al confinamiento y al mayor contacto diario entre convivientes”. Eso sí, los dermatólogos recuerdan que es necesario “eliminar falsos estigmas ligados a esta enfermedad”, como el hecho de que “se asocia a pobres hábitos de higiene. Otro de los factores que explican esta tendencia ascendente de casis ha sido, según los dermatólogos de la AEDV, la demora en el diagnóstico y el tratamiento de los casos de pacientes infectados, que ha hecho que “la carga parasitaria haya sido mayor y hayan permanecido siendo contagiosos durante más tiempo”.
Según esta experta, esta ectoparasitosis está producida por un ácaro que “no invade más allá de la epidermis, no es un germen invasor, y tampoco compromete órganos internos”. Sin embargo, asegura que éste “produce una gran morbilidad con grave alteración de la calidad de vida”, puesto que impide el sueño y su “rascado mantenido causa efracciones en la piel, que pueden sufrir sobreinfección bacteriana”.
En cuanto a la identificación de la enfermedad, los expertos aseguran que los pacientes pueden ser asintomáticos durante semanas y aconsejan que “ante la mínima sospecha” se acuda al especialista, ya que “el tratamiento adecuado y precoz constituye el arma más eficaz para curar la enfermedad y evitar su transmisión a otras personas”. Además, debido a que la permetrina utilizada tradicionalmente está perdiendo eficacia, los expertos están cambiando el abordaje de la enfermedad, intensificando las pautas del tratamiento o combinando distintos fármacos.
Leishmaniasis canina
Los expertos alertan también del aumento de casos de leishmaniosis canina asociada a la subida generalizada de temperaturas. Se trata de una grave enfermedad de transmisión vectorial y endémica en España, cuya incidencia en humanos, aunque muchísimo menor que en animales, tienen un gran impacto en la salud pública. “La transmisión de la leishmaniosis canina se produce durante todo el año, principalmente en zonas urbanas y periurbanas donde las poblaciones de perros son más abundantes”, explica el profesor Javier Lucientes, catedrático de Parasitología y Enfermedades Parasitarias del Departamento de Patología Animal de la Universidad de Zaragoza. Esta situación está provocando que el insecto flebótomo, principal vector y transmisor de la enfermedad, esté presente durante los 12 meses del año en prácticamente toda la geografía española, incluso en zonas donde antes no existía, como en zonas de montaña. “Se ha ampliado su zona de colonización, no solo por el litoral cantábrico, también en zonas como los Pirineos”, explica el experto.
“En los últimos diez años se están detectando ya desde primeros de abril o incluso a finales de febrero o marzo”, advierte el profesor Lucientes, quien puntualiza que “incluso en localidades del sur del país podrían estar volando flebotomos durante casi todo el año”. Además de prevenir la infección con el uso de insecticidas tópicos, el abordaje más completo incluye la vacunación frente a la leishmaniosis canina para disminuir el riesgo de desarrollar la enfermedad.