FARMACÉUTICO

Aunque sobre el medicamento hay mucha literatura, en la práctica, el farmacéutico se enfrenta cada día a situaciones relacionados con reacciones adversas a medicamentos, contraindicaciones, efectos secundarios, problemas de conservación, adherencia, etc., lo que lo convierte en el profesional de referencia para todo tipo de consulta.

Farmacovigilancia, cosmetovigilancia, adherencia terapéutica, Sistemas Personalizados de Dosificación de Medicamentos, etc. son términos bajo los que se aglutinan multitud de servicios asistenciales que el farmacéutico dispensa día a día junto con el medicamento. Y es que hoy en día nadie duda de que el farmacéutico realiza una función imprescindible y determinante en la atención sanitaria a los ciudadanos, que además, ahorra costes al Sistema Nacional de Salud. Un ejemplo: uno de los problemas de seguridad más habituales es la falta de información precisa y completa de los medicamentos que toma el paciente al recibir el alta hospitalaria, ya que durante los ingresos  existe una alta probabilidad de que se modifiquen los tratamientos farmacológicos de los pacientes. En estos casos, la coordinación de los profesionales farmacéuticos entre niveles asistenciales representa una herramienta fundamental para evitar omisiones, duplicidades, interacciones y demás errores asociados a la medicación, lo que se conoce como el servicio de Conciliación de Medicamentos y que la mayoría de la población desconoce.

Conservación ¡siempre en lugares frescos!

Uno de los factores que más pueden afectar a la conservación de un medicamento es el calor, ya que unas malas condiciones de conservación pueden restar eficacia a los medicamentos y producir efectos no deseados. Por ello, en líneas generales, los medicamentos deben conservarse en lugares limpios, frescos y secos, no siendo la cocina y el baño lugares apropiados para su conservación, al estar sujetos a cambios bruscos de humedad y temperatura que pueden alterar sus condiciones. Tampoco es adecuado guardar medicamentos de forma habitual en las guanteras de los vehículos en caso de viajes, ya que son lugares donde se acumula el calor. Además, los fármacos siempre han de protegerse de la luz y conservarse en el envase original. En el caso de que se utilicen pastilleros, se recomienda recortar los blíster para mantener las pastillas bien protegidas e identificadas. Es aconsejable conservar en frigorífico los jarabes y suspensiones, cremas, supositorios y óvulos ya que son formas farmacéuticas más sensibles a temperaturas elevadas (en el caso de supositorios y óvulos conviene ponerlos a temperatura ambiente unos minutos antes de su aplicación).

Medicamentos fotosensibles y fotosensibilizantes

Algunos medicamentos son sensibles a la luz y se les conoce como fotosensibles. Esto quiere decir que si no se conservan correctamente protegidos de la luz pueden alterarse sus propiedades físico-químicas y farmacológicas, con lo que además de la pérdida de eficacia del fármaco, pueden producirse compuestos de degradación tóxicos.

Los medicamentos fotosensibilizantes son aquellos que combinados con las radiaciones ultravioleta provocan reacciones en la piel, que pueden ser fototóxicas y fotoalérgicas. Las reacciones fotosensibilizantes más frecuentes son fototóxicas (el fármaco sobre la piel absorbe la radiación solar y libera la energía actuando sobre el ADN y las membranas celulares), que son las más comunes y se producen fundamentalmente cuando el fármaco se ha administrado por vía sistémica. Este tipo de reacción se produce transcurridos unos 30 minutos y tiene el mismo aspecto de una quemadura solar: eritema, vesículas y ampollas. En las reacciones fotoalérgicas interviene el sistema inmunológico y se requiere una sensibilización previa. La reacción se produce fundamentalmente por fármacos administrados por vía tópica y en individuos predispuestos. Los síntomas aparecen entre 12 y 72 horas tras la exposición solar y su aspecto es similar al que produce una dermatitis de contacto: eccema, edema y picor.

Los principales medicamentos sensibilizantes son antiacnéicos, antibióticos, antidepresivos, antiinflamatorio no esteoroideos, anihistamínicos, anticonceptivos orales, antihipertensivos, antiulcerosos, corticoides, diuréticos, hipolipemintes y  psicofármacos.

Con calor, un peligro

Además, según explican desde la Sociedad Española de Farmacia Familiar y Comunitaria (SEFAC), en función de su mecanismo de acción, determinados medicamentos pueden alterar la adaptación del organismo a las altas temperaturas, máxime si entran en juego factores de riesgo como la edad extrema (lactante, niño, persona de edad avanzada), la necesidad de polimedicación o las patologías crónicas. Entre los medicamentos con los que hay que extremar precauciones en caso de ola de calor están:

1.      Los fármacos diuréticos, que pueden propiciar una mayor pérdida de líquidos.

2.      Los tranquilizantes y antidepresivos, que pueden impedir la pérdida de calor del organismo.

3.      Los medicamentos hipertensivos, que hacen bajar la presión arterial y agravan los efectos de calor.

4.      Es importante evitar la toma de antiinflamatorios no esteroideos (AINE), como el ibuprofeno, que pueden perjudicar el riñón en caso de deshidratación.

5.      En caso de fiebre, conviene evitar la toma de paracetamol, debido a su ineficacia para tratar la insolación.

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Paula Rivero

Licenciada en Ciencias de la Información, rama Periodismo y licenciada en Historia Contemporánea por la Universidad de Sevilla. Tras varios períodos en prácticas en diarios como ABC Sevilla o Diario...