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Una sola comida rápida aporta a nuestro organismo el número de calorías y grasas que éste necesita en un solo día, lo que nos ayuda a comprender por qué existen más obesos cada día en las sociedades que abusan de este tipo de comidas. Pero además, los investigadores que actualmente evalúan los efectos biológicos de la comida rápida, están descubriendo que ésta puede desencadenar cambios hormonales en el cuerpo que harían difícil controlar su ingesta. De estas investigaciones se hace eco la revista New Scientist en su último número de enero, investigaciones en las que se relaciona el aumento de peso y del apetito con una hormona llamada leptina y con un péptido cerebral denominado galanina que estimula el hambre. La leptina libera señales hacia la zona del cerebro que coordina el comportamiento alimentario, pero con el aumento de peso, las personas se vuelven más resistentes a la acción de esta hormona. Investigaciones paralelas como la llevada a cabo por John Hoebel, de la Universidad de Princeton en New Jersey (EEUU), han valorado además si el aporte de estos alimentos ricos en grasas y azúcares producen cambios en el cerebro similares a los que producen las drogas y los estímulos sexuales muy potentes, llegando a la conclusión de que estos alimentos «per se» estimulan los «químicos del placer» de igual manera que la nicotina, la morfina u otras sustancias, creando adicción.