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La conocida como ruleta rusa del VIH, una orgía a ciegas en la que una de las personas invitadas es portadora del virus sin que los participantes sepan quién es, o el chemsex, un maratón de drogas sintéticas y sexo sin protección que puede llegar a durar tres días, son dos de las últimas prácticas de riesgo sexual que se están llevando a cabo sobre todo entre la población menor de cuarenta años.
Tras 30 años de avances y buenos resultados, los especialistas de GeSIDA reunidos en su IX Congreso Nacional se han referido a la necesidad de plantear nuevas estrategias preventivas ante este tipo de fenómenos como el chemsex, que triplican el riesgo de contagio. De hecho, estudios recientes que se presentarán en el Congreso acreditan la alta correlación entre consumo de drogas en un contexto sexual y prácticas desprotegidas. Una correlación se eleva por encima del 90% de los casos cuando intervienen sustancias como la mefedrona, el GHB o la Ketamina.han lamentado la falta de impulso actual del Plan Nacional del SIDA, y han pedido a las administraciones que no bajen la guardia ante “una enfermedad que ya no mata” pero para la que sigue sin haber vacuna ni curación y a la que no se le puede perder el respeto. En este sentido,
Estas nuevas prácticas de riesgo sexual demuestran que los jóvenes han perdido el miedo al VIH y a las Enfermedades de Transmisión Sexual (ITS). Según el doctor Jordi Casabona, médico epidemiólogo y director del curso de especialización de Infecciones de transmisión sexual (ITS) y VIH de la UOC, aunque por el momento el impacto de la ruleta rusa del VIH, una orgía a ciegas en la que una de las personas invitadas es portadora del virus sin que los participantes sepan quién es, es irrelevante, no ocurre lo mismo con el chemical sex o chemsex. una forma específica de uso recreativo de drogas emergentes, combinadas de cualquier forma, incluso con otras sustancias y fármacos, para facilitar o mejorar la práctica sexual durante horas o, incluso, días. En esta práctica se opta fundamentalmente, por el consumo de metanfetamina, mefedrona o GHB, aunque también cocaína, éxtasis, etc. en un contexto sexual, una práctica que contribuye a la transmisión del VIH y otras enfermedades. Se trata de una práctica que “tiene mucho impacto y está claramente demostrado que favorece las conductas de mayor riesgo y, por tanto, la adquisición de ITS”, ha dejado claro el experto.
Riesgo creciente
Muchas de estas sustancias psicoactivas influyen en el apetito y comportamiento sexual, mientras que otras reducen las inhibiciones, que toda la sociedad tiene ante el sexo. Hay que considerar además, que estas sustancias tienen riesgos adicionales, por ejemplo, el uso de la mefedrona, sustancia que se vende como fertilizante de plantas, nunca ha sido estudiado en seres humanos, aunque se ha demostrado que inyectada, contribuye a la difusión de determinados virus en sangre, como el VIH, la hepatitis C y otras infecciones, tales como por estafilococos o por hongos. Por otra parte, todas las sustancias, farmacéuticas o no, que van desde paracetamol hasta la equinácea, interactúan con otras sustancias. Es, por lo tanto, muy importante para las personas bajo tratamiento de cualquier tipo (especialmente les que están en tratamiento antirretroviral) notificar a su médico el uso de estas drogas, ya que ya hay literatura disponible que indica posibles efectos adversos e interacciones ante un tratamiento crónico, pudiendo interferir en el tratamiento antirretroviral al disminuir la adherencia al mismo, provocar la aparición de resistencias, y el riesgo de interacciones con el tratamiento ARV. Otro problema potencial es que algunas de estas sustancias son altamente adictivas y es muy posible que su uso recreacional pueda conducir a la adicción.
El Chemsex en el mundo
En el mundo se ha constatado un aumento del número de hombres que acuden a los servicios de salud sexual con experiencias problemáticas relacionada con el consumo de drogas. Según explican desde Apoyo Positivo, en espacios como la Clínica 56 Dean Street en Soho, Londres, se reciben 100 consultas al mes sobre prácticas sexuales de riesgo con consumo de drogas, y atienden, individualmente, a una media de 30 personas al mes, principalmente hombres gais y bisexuales con una práctica problemática de Chemsex. Estas situaciones, similares a las de Londres, o ciudades como Brighton, de menor población, pero donde más se registra la práctica de chemsex de Inglaterra, también se reproducen tanto en nuestro entorno más cercano, especialmente, en núcleos urbanos donde hay una comunidad LGTBQI más visible, como Madrid, Barcelona, Valencia o Málaga, y en países Pan-Europeos, dando lugar a una diversidad de prácticas bajo un paraguas común. Los estudios hasta ahora reportan el uso de la mefedrona, el GHB y la metanfetamina en Londres, y la cocaína y la mefedrona en Francia, algo muy similar al contexto de España, en grandes ciudades como Madrid o Barcelona, pero estas sustancias pueden variar, dependiendo de la región geográfica, puesto que la disponibilidad de estas difiere.