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El 29 de mayo se celebra el Día Mundial de la Salud Digestiva, una iniciativa de la World Gastroenterology Organisation (WGO) y que en España promueven la Fundación Española del Aparato Digestivo (FEAD) y la Sociedad Española de Patología Digestiva (SEPD). Coincidiendo con este día, este año dedicado a la dieta y el intestino, la FEAD hace hincapié en la estrecha relación entre lo qué comemos, cómo lo comemos y el desarrollo de síntomas gastrointestinales.
Según los expertos del Aparato Digestivo, para mantener una buena salud intestinal se deben tener en cuenta tanto los hábitos saludables a la hora de comer como la dieta. Sin embargo, cuando existe relación entre lo que se come y el posterior desarrollo de síntomas gastrointestinales, se hace necesaria una dieta específica, como por ejemplo, en el caso de la celiaquía, las intolerancias alimentarias y las alergias digestivas o el síndrome de intestino irritable. Entrevistamos al doctor Francesc Casellas Jordà, especialista en Aparato Digestivo y experto de la FEAD:
- Ante los trastornos digestivos, ¿cuándo se hace necesaria una dieta específica?
La dieta se relaciona con la salud, y también con la enfermedad. Cuando existe relación entre lo que se come y el posterior desarrollo de síntomas gastrointestinales, se hace necesaria una dieta específica. Es importante que los pacientes reciban pautas sobre una dieta apropiada y consejos de vida saludable especialmente en relación a patologías como el síndrome del intestino irritable, la intolerancia a algunos alimentos o la enfermedad celíaca.
- Un buen ejemplo de la relación entre lo que comemos y sus consecuencias son las intolerancias alimentarias y las alergias digestivas, dos conceptos que a veces confundimos pero que son diferentes, ¿no es así? ¿en qué consiste cada una de ellas?
Desde el punto de vista las de los trastornos funcionales digestivos, es importante distinguir entre alergia e intolerancia y cómo afectan al organismo. Los individuos con alergia presentan una reacción adversa o respuesta alterada del sistema inmunitario ante la ingestión de un alimento, o a un componente del mismo. El cuerpo desarrolla, entonces, «anticuerpos» llamados inmunoglobulina E (IgE). Un ejemplo de alergia alimentaria puede ser la alergia a las proteínas de la leche de vaca. En el caso de las intolerancias, en cambio, ante la ingestión de un alimento o componente de un alimento, se produce una reacción adversa del propio metabolismo, sin participación del sistema inmunológico, que se debe a una incorrecta digestión, asimilación o aprovechamiento de alguna sustancia del alimento. En la mayoría de los casos la intolerancia se manifiesta en forma de alteraciones digestivas, distensión abdominal, diarreas o pérdida de peso al no poder absorber bien los nutrientes. Un ejemplo sería la intolerancia a la lactosa.
- Para los afectados por enfermedad celíaca la única solución es no ingerir de por vida alimentos que contengan gluten, ¿no se trabaja en ningún tipo de inmunización o medicación?
En la enfermedad celíaca el consumo de alimentos que contienen gluten, una proteína presente en muchos en cereales como el trigo, el centeno, la cebada y la avena, se relaciona con la aparición de síntomas intestinales, e incluso extraintestinales. La enfermedad celíaca requiere un cambio alimentario que excluya por completo la proteína del gluten. El tratamiento por lo tanto, es dietético. Lo que ocurre es que una dieta de este tipo es difícil de seguir, porque la proteína del gluten está presente en muchos alimentos. Actualmente se están investigando líneas farmacológicas que van en tres sentidos: la primera es el diseño de medicamentos que degraden la proteína del gluten en el intestino para que no sensibilice; la segunda pretende bloquear la absorción de esa proteína impidiendo que haya contacto y por lo tanto impide la sensibilización; y una tercera línea que pretende que el gluten comido y absorbido no sea reconocido por las células de la inflamación, llamadas linfocitos. De momento esto no ha fructificado en un fármaco concreto, pero es algo que seguramente tengamos a medio plazo. Lo que ocurre es que si la dieta no tiene efectos adversos, es decir, nadie se pone mal por evitar el gluten, sin embargo, el medicamento sí puede tener efectos adversos, de manera que es muy difícil que el futuro del tratamiento de la enfermedad celíaca sea un medicamento. Ahora bien, hay personas que no se controlan bien, y es a este colectivo al que iría destinado un tratamiento farmacológico. A estas personas les tenemos que ayudar de alguna manera, pero en cualquier caso, el mensaje que hay que dar para un buen manejo de la enfermedad, es que hay que excluir completa y permanentemente el gluten de la dieta.
- En este marco esta surgiendo una nueva entidad, la denomina sensibilidad al gluten no celíaca, ¿se trata del mismo problema algo más mitigado o son dos realidades diferentes?
En los últimos tiempos la mejora de la tecnología en las pruebas diagnósticas y un mayor conocimiento de los mecanismos desencadenados por el gluten, han permitido detectar otros trastornos relacionados con su consumo. Son patologías como la denominada sensibilidad al gluten no celíaca, que puede afectar a más de 10% de la población, y que también provoca la aparición de síntomas intestinales, pero actúa mediante procesos diferentes a la enfermedad celíaca y los marcadores. Efectivamente, estas personas tienen una reacción al gluten, pero quizás mediada por un mecanismo distinto al del celíaco. A estas personas también se les recomienda evitar el gluten. Otra cosa es la moda de dejar de consumir gluten: hay muchas personas que lo evitan por razones distintas a la salud, porque creen que es mejor, se van a encontrar más fuertes, o bien por imitación… estas personas toman la decisión personal de evitar el gluten por razones que no tiene nada que ver con la salud o la enfermedad.
- ¿Cuáles son las alergias y las intolerancias alimentarias más comunes?
Las intolerancias más frecuentes y prevalentes son la intolerancia a la lactosa y al gluten. La persona intolerante a la lactosa (azúcar de la leche) no produce suficiente cantidad del enzima lactasa, que permite la digestión de la lactosa, por lo que no puede metabolizar y absorber este ingrediente. También son muy prevalentes la intolerancia a edulcorantes como la fructosa o el sorbitol o a algunos aditivos utilizados en la conservación de los alimentos.
- Y en el caso del síndrome de intestino irritable, qué es lo que desencadena los síntomas, porque no se trata sólo de alimentos…
El SII es una enfermedad compleja en la que están implicados distintos mecanismos, que van desde la sensibilidad del intestino, a la flora bacteriana, al movimiento intestinal, a la gestión del gas intestinal, etc. Es una enfermedad compleja y frecuente en nuestra sociedad, y que no sabemos a ciencia cierta qué es lo que la provoca, aunque sí sabemos que está muy influenciada por factores como el estrés: esto se debe a la conexión que existe entre el cerebro y el intestino. El cerebro trabaja de forma coordinada por los nervios que vienen del cerebro. Esta influencia del estrés en los trastornos intestinales se puede ver fácilmente en el chaval que va a hacer su examen de conducir y la noche antes tiene diarrea. Lo que sí sabemos es que algunos contenidos alimentarios mejoran el SII, por lo que es importante buscar las dietas más adecuadas para los pacientes que sufren síndrome de intestino irritable excluyendo los alimentos que el propio paciente detecta que le provocan sintomatología. En este sentido, se ha detectado una mejora de los síntomas en los pacientes que adoptan la dieta FODMAP, que es una dieta pobre en oligosacáridos, disacáridos, monosacáridos y polioles fermentables,incluyendo la fructosa, la lactosa, los cereales y los edulcorantes que, entre otros, mejoran los síntomas de esta enfermedad.
- En cualquier caso, no sólo importa lo que comemos sino cómo comemos, ¿cuáles son los hábitos saludables que tenemos que tener presentes en nuestras comidas?
Comer de forma desordenada, desequilibrada y sin horarios, puede ser un factor que redunde en empeorar la salud por ejemplo, provocando obesidad o, a la larga, ser un factor de riesgo de enfermedades graves como cáncer de colon. Comer bien no significa exclusivamente comer alimentos de calidad sino que implica seguir una serie de pautas relacionadas con hábitos de vida saludable que engloban: seguir un horario regular de comidas, masticar bien, y conservar y preparar correctamente los alimentos. Además, una dieta variada, rica y equilibrada basada en la dieta mediterránea es muy recomendable para mantener la salud digestiva. La dieta mediterránea conlleva un alto consumo de productos frescos como frutas, verduras, legumbres y cereales; y recomienda el consumo de aceite de oliva como grasa principal así como aumentar la ingesta de pescado.
- Últimamente los expertos inciden mucho en la importancia de una flora intestinal equilibrada para lograr una buena salud intestinal. En este sentido, ¿sería beneficioso incluir en nuestra dieta prebióticos y probióticos como algo habitual? ¿Pueden contribuir a mitigar ciertos trastornos y enfermedades?
El intestino, sobre todo el colon, no es estéril, es decir, está colonizado por bacterias: la llamda microbiota o flora intestinal. La mayoría de estas bacterias son buenas y beneficiosas para nuestro organismo y se relacionan con la maduración de nuestro sistema inmunológico, con la producción de vitaminas, etc. Estas bacterias se alimentan de azúcares complejos presentes en la fibra alimentaria, que comemos y no absorbemos y que son los que llegan al colon, lugar donde las bacterias probióticas los asimilan, lo que les permite vivir y crecer en el colon favoreciendo nuestra salud. Así pues, los probióticos se pueden definir como aquellos microorganismos vivos que se introducen en la dieta, y que tras ser ingeridos en cantidad suficiente, ejercen un efecto positivo en la salud, más allá de los efectos nutricionales tradicionales. El consumo de polisacáridos no absorbibles de los alimentos que estimulan el crecimiento de los probióticos, también denominados prebióticos, tiene efectos beneficiosos porque favorecen el desarrollo de una flora bacteriana saludable que, por ejemplo, actúa en la prevención del cáncer de colon.