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Hasta dos semanas puede durar la adaptación al trabajo después de unas largas vacaciones. Entre tanto, el 35% de los trabajadores sufrirán insomnio, depresión, ansiedad, astenia, falta de apetito e irritabilidad. Síntomas todos del llamado Síndrome Postvacacional. La solución: ver la vida en positivo.
Dicen los expertos que la antesala de este trastorno que ha alcanzado dimensiones de síndrome en los últimos años, son los domingos por la tarde. Esto, que bien podría sonar a chiste, es una realidad: ¿quién no ha experimentado esa sensación de tristeza y no se ha sobrecogido pensando en retomar obligaciones al lunes siguiente? Pero, ¿por qué esa manía al trabajo?
10 años con la cantinela
El término de Síndrome Postvacacional se acuñó hará unos diez años. Desde entonces, la dicotomía entre considerarlo o no una enfermedad ha dividido a los expertos. Para algunos autores es simplemente una situación transitoria y en parte normal, un proceso de adaptación necesario cuando se entra de nuevo en contacto con la vida activa. Cuando ese proceso de adaptación fracasa, entonces se generan una serie de molestias que no pueden catalogarse como enfermedad. Sin embargo, del otro lado están los autores que sí la catalogan como enfermedad, partiendo de la teoría que consideran la enfermedad como cualquier problema que afecta a nuestra esfera de bienestar, incluyendo aspectos tanto físicos como psicológicos.
La apatía convertida en síndrome
El rasgo más característico de este trastorno es la apatía por la vuelta al trabajo, acompañada de cansancio, debilidad generalizada y astenia. Suele afectar a personas jóvenes, menores de
A estos síntomas pueden unirse problemas de insomnio que llevan a una somnolencia diurna, lo que interfiere en la capacidad de concentración y tolerancia al trabajo. En otras ocasiones puede aparecer una sensación de angustia vital que puede llevar a un bloqueo en el cual la persona que lo presenta es incapaz de tomar cualquier decisión. En los casos más graves se han detectado cambios en el carácter con cierta agresividad, sin embargo, habitualmente lo que se va instalando de forma progresiva es una sintomatología más propia de un cuadro depresivo.
En el plano físico, según declara el doctor Asensio López Santiago vicepresidente de la Sociedad Española de Medicina Familiar y Comunitaria (semFYC), es común la falta de apetito, taquicardias, dolores musculares, dolores de cabeza, molestias en el estómago, sensación de falta de aire, etc. A nivel psicológico, también pueden presentarse signos o trastornos como falta de interés, irritabilidad, nerviosismo, inquietud, tristeza o indiferencia.
De estrés a depresión
Según el doctor Asensio López Santiago, el síndrome postvacacional no es preocupante aunque si el malestar no desaparece transcurridas dos semanas, “es necesario que el afectado acuda a la consulta de su médico de familia para descartar que no estamos ante un problema de otra naturaleza, que requiera una atención diferente”.
La vuelta al trabajo del “burn out”: una bomba
Es evidente que quienes no están a gusto en su trabajo, poseen un pobre espíritu de equipo, tienen conflictos con sus compañeros o padecen un exceso de responsabilidad (los directivos sufren mucho más síndrome postvacacional), verán el momento de la vuelta con mucho más miedo que otros. Son los “burn out” o trabajadores quemados. Para ellos, la solución pasa por resolver sus problemas de hastío o desencanto con el trabajo que realizan o fomentar el trabajo de equipo. Según un estudio finlandés publicado en la revista especializada «Occupational and Environmental Medicine», las personas que percibían en su trabajo un ambiente con poca colaboración y dominado por prejuicios y discusiones tenían un 60 por ciento más de probabilidades de tener síntomas de depresión y un 50 por ciento más de estar tomando antidepresivos.
En este sentido hay que tener en cuenta dos cuestiones:
1. El conflicto es siempre inevitable:
El conflicto es parte natural de cualquier relación interpersonal, por lo tanto, es inevitable que surjan conflictos en el trabajo. Lo importante es afrontarlo con interés en resolver el problema, buscando el entendimiento y el respeto, mediante el desarrollo de habilidades sociales. No afrontarlo lleva al enquistamiento, a la desmotivación, la falta de colaboración y el deterioro del trabajo en equipo, con su enorme carga de tensión y estrés.
2. El conflicto provoca emociones:
Es importante asumir estas emociones y analizarlas para lograr el autocontrol. En un conflicto siempre intervienen al menos dos partes, y asumir la parte de responsabilidad propia es un paso necesario para la solución. Además, dar a conocer al otro los sentimientos que nos provoca puede contribuir a aclarar las situaciones.
Tras las vacaciones, puede ocurrir que el trabajo acumulado durante éstas se una a las nuevas tareas y gestiones, resultando imposible ordenar la agenda. Generalmente, esto se refleja en el carácter, tornándose agrio o incluso violento y provocando tensiones en nuestras relaciones con los demás, tanto en el trabajo como en el hogar.
Una ayudita
• En lo físico:
Según el doctor López Santiago, es aconsejable regular los horarios y el reloj biológico los días previos a iniciar el trabajo. Para ello es preciso acostarse en los horarios habituales y ser prudentes con el tiempo dedicado a la siesta”. Asimismo, este experto destaca que “es bueno hacer períodos de vacaciones cortos, además de dejarse al menos dos días del final de las vacaciones como periodo de adaptación. En el caso de que sea posible, es aconsejable regular progresivamente la intensidad de la actividad que se realiza en el trabajo. También es importante dormir más horas los primeros días de incorporación al trabajo, con un horario bien regulado”.
• En lo psicológico:
En este terreno el doctor López Santiago señala que es bueno “desterrar la idea o sensación de que las vacaciones son un estado absolutamente opuesto al periodo de trabajo, y por tanto que uno es sinónimo de placer y el otro lo es de malestar y sufrimiento”. “Además”, continúa, “es necesario asumir que se trata de un malestar propio de los primeros días y evitar darle de demasiada importancia; no se puede estar tampoco en una actitud de queja y malestar permanente”. Por eso es aconsejable, por un lado, planificar actividades gratificantes para los días laborales, buscando un tiempo para el ocio, y por otro lado, afrontar la vuelta al trabajo como un nuevo periodo vital en el que se pueden desarrollar nuevas tareas para el desarrollo personal. Una herramienta de prevención es evitar una motivación personal excesivamente centrada en las vacaciones: no se puede estar deseando las vacaciones durante una mitad del año y lamentarse de que se hayan acabado durante la otra mitad.
Terapias de Tercera Generación: de gran ayuda
Hoy en día se oye hablar cada vez más de las terapias de tercera generación para el tratamiento de problemas psicológicos. No son otra cosa que terapias cognitivo-conductuales, que ponen el acento en la interrelación contextual, en la relación del paciente con sus circunstancias, transformando las situaciones mediante habilidades y técnicas validadas por la ciencia (que han conseguido una mejoría notable en un 60-80% de los pacientes), según explica Xavier Pellicer, psicólogo clínico del Centro Médico Teknon de Barcelona y presidente de la Sociedad Catalana de Investigación y Terapia del Comportamiento (SCRITC, en sus siglas catalanas). Las diferencias de estas terapias con las de segunda generación son que las de tercera enfocan los casos desde una perspectiva contextualista, individual, cuyo principal objetivo no es la reducción de síntomas que presenta el paciente sino una reorientación de la vida de la persona, sin importar si los síntomas se reducen o no.