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Con la llegada del otoño y el cambio de temperaturas el riesgo de aparición de casos de bronquiolitis en menores se dispara. De hecho, como aclara el doctor Francisco Basanta, coordinador del Servicio de Pediatría y Neonatología del Hospital La Milagrosa de Madrid, “es en esta época del año cuando la patología se convierte en una de las más frecuentes que vemos en los Servicios de Urgencias Pediátricas”.
La bronquiolitis es el primer episodio de sibilancias (pitos en el pecho) que presenta un niño de menos de dos años. “Es una infección que afecta a la vía respiratoria, a nivel de los bronquiolos (los bronquios más finos, al final del árbol respiratorio), con inflamación, estenosis y aumento de producción de mucosidad”, explica el experto.
Generalmente, está causada por el Virus Respiratorio Sincitial (VRS) aunque pueden existir otros virus, de distribución estacional (fundamentalmente en otoño, invierno e inicio de primavera).
La mayoría de los niños se recuperan. No obstante, “en algunos esta infección puede dar lugar a problemas respiratorios en el futuro. Es común muy que tras un episodio de bronquiolitis, sobre todo si el niño ha precisado hospitalización, durante los siguientes meses o incluso años, sus resfriados cursen con síntomas similares a los de la bronquiolitis inicial, es decir, tos con o sin fiebre, dificultad para respirar y pitidos en el pecho”, apostilla el experto de La Milagrosa.
Se sabe, además, que los niños que han padecido bronquiolitis durante los primeros meses de la vida, presentan posteriormente durante la segunda infancia y adolescencia un mayor riesgo de desarrollar asma que los que nunca han padecido la infección.
“En el caso de los más pequeños, los que más riesgo tienen de sufrirlo son los prematuros, niños que asisten a guarderías, hijos de fumadores, bebés que han carecido de lactancia materna y aquellos que viven en ambientes hacinados. Se contagia mediante el contacto con secreciones respiratorias, pero no sólo de forma directa, sino también indirectamente, a través de contacto con manos y objetos que, previamente, hayan sido contaminados”, detalla el Dr. Basanta.
Por todo ello, insiste, “para su prevención, las medidas de higiene son fundamentales, así como no fumar en casa con los niños y evitar espacios de hacinamiento con otros menores enfermos. Los síntomas iniciales son los de un cuadro catarral, para presentar, posteriormente, las sibilancias y, en algunos casos, signos más importantes de dificultad respiratoria”.
La mayor parte de los casos son leves y evolucionan favorablemente en 7-12 días, presentando un pico de intensidad a los 2-3 días de evolución. “El tratamiento se basa en soporte con humedad ambiental, incremento de la hidratación y número de tomas. En otros casos puede ser necesaria la hospitalización y tratamiento con oxígeno y, a veces, broncodilatadores (en mayores de 6 meses, pues en menores no son útiles). Si el cuadro clínico no es muy intenso, estos broncodilatadores se pueden prescribir de forma domiciliaria” explica el responsable de urgencias pediátricas del Hospital La Milagrosa.
Los signos de alarma por los que se debería acudir al pediatra o servicio de urgencias serían:
– Intolerancia a la alimentación y vómitos.
– Incremento de somnolencia.
– Pausas respiratorias (apneas).
– Palidez intensa acompañada de sudoración o cianosis (color morado).
– Hundimiento intercostal o movimientos abdominales al respirar.
Fue en 1957 cuando se reconoció por primera vez al VRS como uno de los mayores responsables de las bronquiolitis infantiles. Diez años después, se aceptó que este agente infeccioso también afecta a los adultos. Desde entonces hasta ahora, la Organización Mundial de la Salud (OMS) le culpabiliza de la hospitalización anual de más 125.000 bebés (mayoritariamente menores de seis meses) y de la muerte de entre el 1% y el 2% de estos pequeños. Y no sólo afecta a los infantes. Todos los años, 64 millones de personas sufren la infección.