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En este sentido, han destacado que varios estudios han demostrado que el consumo de ácidos grasos Omega-3, que no son producidos por nuestro organismo y se hayan presentes especialmente en los pescados azules, reducen el riesgo y la mortalidad cardiovascular, especialmente en pacientes con factores de riesgo de estas patologías.
Concretamente, los cardiólogos recomiendan el consumo de al menos dos raciones de pescado azul dos veces por semana en el caso de la población sana y de, como mínimo, un gramo diario de Omega-3 en el caso de los pacientes que hayan sufrido un infarto de miocardio.
Según ha manifestado el Dr. Víctor Castro Urda, miembro de la Unidad de Arritmias del Hospital Puerta de Hierro, de Madrid, con motivo de la conferencia ‘El valor de los alimentos en la prevención de arritmias’, “los ácidos grasos Omega-3 actúan disminuyendo el nivel de triglicéridos, mejorando la función endotelial, disminuyendo la inflamación y el riesgo de trombosis. Dichos suplementos poseen, además, efectos antiarrítmicos, tales como la mejoría de la variabilidad de la frecuencia cardiaca, la reducción de la frecuencia cardiaca y hacen más difícil la inducción de arritmias ventriculares, tal y como se ha demostrado en estudios de laboratorio en animales”.
Los ácidos grasos Omega-3 se encuentran, principalmente, en los pescados azules, especialmente en el salmón, la anchoa, la sardina, el arenque y la caballa.
Su efecto beneficioso para la salud y, en especial, para la salud cardiovascular es conocido y reconocido desde hace años. Estudios epidemiológicos y observacionales antiguos ya descubrieron que, en determinadas poblaciones, como la de los esquimales de Groenlandia, la mortalidad cardiovascular era extremadamente baja. Dicho hallazgo se relacionaba con el abundante consumo de pescado azul y por su riqueza en ácidos grasos Omega-3 en esta área geográfica. Otros estudios realizados finales de la década de los 90, llevados a cabo en
No obstante, estudios más recientes en pacientes portadores de desfibrilador y en pacientes que han sufrido un infarto de miocardio se muestra un resultado más neutro, en el que los ácidos grasos Omega-3 no fueron capaces de reducir el riesgo de mortalidad o arritmias en dichos pacientes. Según el Dr. Castro Urda, esto se debe, principalmente, a que “los avances y mejoras en los tratamientos farmacológicos y en los procedimientos invasivos hacen que, hoy en día, sea muy difícil apreciar mejorías del paciente ni ninguna capacidad protectora ante una arritmia o un episodio de muerte súbita por el hecho de consumir determinados alimentos”.