A partir de la revolución industrial, hace ya más de dos siglos, el mundo desarrollado comenzó un proceso vertiginoso de incremento del consumo de combustibles de origen fósil, principal causa del aumento de emisiones de CO2. La Naturaleza dispone de mecanismos naturales para autoequilibrarse, pero el exceso de emisiones y la deforestación están provocando la acumulación en la atmósfera de gases de efecto invernadero. Esa pantalla que, en condiciones normales, resulta imprescindible para la vida en la Tierra, provoca un efecto rebote de la radiación solar reflejada por la superficie del planeta produciendo un aumento de su temperatura media, lo que hoy se conoce como calentamiento global.
Según la Organización Meteorológica Mundial, desde que se tiene registros, catorce de los quince años más calientes han ocurrido en este siglo. La NASA afirma que ya en 2011 la temperatura media global fue 0,5ºC superior a la media registrada en el siglo XX. Los efectos de esta tendencia al alza son cuando menos inquietantes. En el Ártico, la superficie de hielo marino se ha reducido un 40% en treinta años. En la Antártida, uno de sus mayores glaciares, el Smith, se está derritiendo al ritmo de 2 Km por año. Los lagos de Alaska han perdido en veinte años un 22% de su capa de hielo. El efecto del deshielo y el aumento de la temperatura de los océanos han provocado que el nivel del mar haya subido una media de 8 cm desde 1992. La agencia NASA predice para el año 2100 una subida adicional de 1 metro lo que, de ser cierto, afectaría gravemente a ciudades como Miami o Ámsterdam o sin ir más lejos, a todo el litoral español.
Otro efecto, no menos preocupante, de la subida de temperaturas en el mar es su influencia en el cambio climático. Los patrones del clima se ven afectados por la combinación de esas subidas de temperatura y los cambios en la presión atmosférica. Las consecuencias son bien conocidas en estos últimos años con lluvias torrenciales e inundaciones, calor sin precedentes y sequías prolongadas según en qué parte del mundo se trate. Estos cambios afectan a los ecosistemas, de los que dependen muchas especies de nuestra flora y fauna. Casos documentados son el de la ballena beluga, la tortuga laud o el del oso panda, ya en peligro de extinción por la escasez de bosques de bambú.
La Organización Mundial de la Salud ha advertido de la influencia del clima en ciertas enfermedades contagiosas como el cólera, el dengue o la malaria, que han desarrollado nuevos patrones motivados por estos cambios. La creciente similitud del clima en el sur de Europa con el norte de África, favorece la adaptación a nuestro hábitat de algunos mosquitos que transmiten enfermedades tropicales como el dengue o la chikungunya, de la que recientemente se han dado casos en el sur de Francia.
A lo práctico
Tres son las recetas: Convencimiento “Aún podemos cambiar el futuro”. Compromiso: “Cambiar hábitos para reducir emisiones”. Comunicación: “Educar a los nuestros en un modo de vida responsable con el medio ambiente”. Sustituir el coche por el transporte urbano y caminar en distancias cortas, bajar la consigna de la calefacción y subir la del aire acondicionado o reducir el consumo de agua caliente, son ejemplos sencillos de cómo empezar nuestra ayuda.
CO2NSEJOS para tu bolsillo
Si se cocina usando la cacerola con la tapadera puesta se puede ahorrar hasta un 25% de energía y además es más rápido. También ayuda, elegir un tamaño de recipiente ajustado a lo que se cocina y utilizar el tamaño de fuego en función del recipiente elegido. Además, si se cocina con vitrocerámica, recuerda que se puede apagar unos minutos antes para aprovechar el calor de la placa.