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Según el observatorio de Coaching Club para la lucha contra el bullying, los padres tienen mucho que ver en la actitud y carácter de los más jóvenes respecto a las acciones de bullying. Verónica Rodríguez Orellana, terapeuta y Directora de Coaching Club hace un paralelismo muy claro “¿Qué tiene en común la reacción de las adolescentes que dejan de lado a una compañera “por ser guapa”, los fenómenos de bullying y la violencia creciente y sin freno del hombre contra la mujer, con la “adultización” de los niños y adolescentes, con la aceleración de la maduración cerebral de los bebés y, con la cantidad de niños genios que hay en el mundo?
“Cada vez es mayor la cantidad de niños cada vez más pequeños medicados después de ser diagnosticados con nuevas sintomatologías psíquicas, como las dificultades de concentración e hiperactividad, el mutismo selectivo, las conductas negativistas y desafiantes, las conductas compulsivas y obsesivas. Toda esta realidad tiene conexión con la vulnerabilidad de los adolescentes que se fugan de su hogar, comienzan juegos extraños que acaban con sus vidas como el conocido de “la ballena azul” o que se suicidan por situaciones de bullying”, explica la terapeuta.
La actitud de los adultos y de los padres en concreto repercute directamente en los trastornos más habituales de hoy en día de los niños. Esto se traduce en los rasgos de violencia, de precocidad y extraordinaria capacidad intelectual y de comprensión, pero también de rigidez y fanatismo, de dificultad de percibir, aceptar e integrar al otro como alguien diferente, de incapacidad para tolerar la frustración, de hiperexigencia, de falta de represión y límites, de extrema vulnerabilidad.
“La adultización se define como un cambio en las características de la primera identificación del niño con sus padres. Ahora el niño se mimetiza masivamente con sus padres, se confunde con ellos, con su lugar y con sus historias, los copia como si estuviera frente a un espejo sin que interfiera el proceso de represión que existía hasta hace medio siglo”, explica Verónica Rodríguez Orellana.
En las sesiones de familia de Coaching Club se habla permanentemente de la dificultad que encuentran los padres para contener y poner límites a sus hijos, conflicto que efectivamente existe y está sumamente extendido, pero todavía no se conoce hasta qué punto ha cambiado la mente de los niños, en general, y en qué aspectos es diferente la subjetividad actual respecto al modelo de niño conocido.
El niño se confunde con el adulto
Según la terapeuta Rodríguez Orellana, “Ya no se trata de identificarse con algunos rasgos de los padres como siempre ocurrió, sino también de mimetizarse masivamente con ellos, con su lugar y sus historias. Por eso se ha perdido el carácter lúdico de imitación que siempre existió, el niño ya no juega a ser un adulto sino que cree ser un adulto, se confunde con el adulto. Esto no se advierte solamente en la forma de hablar, pensar y actuar adultizada de los niños sino que los afecta en muchísimos otros aspectos como por ejemplo, en la autoexigencia o sobreexigencia desmedida con que se juzgan a sí mismos o a los demás. Las reacciones ante otras personas o determinadas circustancias y especialmente a la insistencia del adulto, ya que se sienten desvalorizados o humillados en su posición. Estos niños llegan a sufrir una gran intolerancia a la frustración, ya que deberían poderlo hacer todo lo que hace un adulto a pesar de tratarse de niños de entre 6 y 15 años, lo que provoca reacciones de violencia llegando a los casos de Bullying o violencia con los padres y otros adultos.”
Con este fenómeno de la adultización, no se perciben con claridad las diferencias, se trata a las otras personas como si fueran todos adultos, con las múltiples consecuencias que esta falta de individuación y diferenciación generan, especialmente en el desencadenamiento de reacciones de violencia como las que aparecen cada vez más contra las mujeres y, sobre todo, en parejas jóvenes o en los últimos sucesos dónde padres-adultos no les tiembla el pulso a la hora de pelearse con un árbitro de fútbol o el entrenador de su hijos.