Alrededor de la mitad de los linfomas (cáncer en el sistema linfático) se diagnostican en personas de más de 60 años, por estar su sistema inmune más deteriorado y contar con menos reservas físicas

Los linfomas van camino de convertirse en la tercera causa de mortalidad por cáncer en el mundo. Aproximadamente se diagnostican un millón y medio de casos de algún tipo de Linfoma no Hodgkin (LNH), falleciendo por esta causa unas 300.000 personas.Es una de las enfermedades cuya incidencia ha aumentado más en los últimos años (un 80% desde principios de los 70), cifra que ha ido incrementándose en un 3-7% cada año, pudiendo convertirse, según los expertos, en la tercera causa de mortalidad por cáncer en todo el mundo, después del melanoma y el cáncer de pulmón.

Aproximadamente se diagnostican unos 60.000 nuevos casos cada año en el mundo, mientras que en España, aparecen unos 4.000 casos nuevos al año (afectando a un 0,01% de la población).

Qué es un linfoma

Tal y como explica el Dr. Eduardo Flores, del servicio de Oncología del Hospital Gregorio Marañón de Madrid, «el linfoma es un tipo de cáncer que se desarrolla cuando se produce un error en la forma de actuar de los linfocitos, células blancas de la sangre que ayudan a luchar contra las infecciones. Este fallo provoca la creación de una célula anormal que se convierte en cancerosa. Al igual que el resto de linfocitos, los linfocitos cancerígenos pueden crecer en muchas partes del cuerpo, incluyendo los nódulos linfáticos, la médula ósea, la sangre, órganos diversos, etc.

Según el Dr. Flores, existen dos tipos de principales de cáncer en el sistema linfático, la enfermedad de Hodgkin y el linfoma no Hodgkin (LNH), que a su vez incluye varios tipos de tumores que afectan al sistema linfático. Mientras que en el primer caso la prevalencia parece ir en descenso, la frecuencia de diagnóstico de los LNH es cada vez mayor, especialmente en las sociedades occidentales, debido al aumento de la expectativa de vida. Dentro de los LNH, los linfomas más frecuentes son los foliculares y los difusos de células B grandes.

La enfermedad de Hodgkin cada vez va disminuyendo su prevalencia y los índices de curación son cada vez más altos (entre el 75-85% de los casos). Respecto al linfoma no Hodgkin (LNH), existen más de 30 tipos distintos. Su clasificación se realiza a través de factores pronósticos como el tamaño, la extensión y las áreas afectadas. La decisión final del tratamiento depende de factores como:

  • Estadio: extensión del cáncer en el organismo.
  • Tamaño: cuanto más pequeño sea el tumor, más probabilidades tendrá el paciente de beneficiarse de la terapia.
  • Grado: determinado por la tasa de crecimiento del tumor. El LNH se clasifica en dos grupos parecidos con muy distintos pronósticos:
  • Agresivos (grado intermedio/alto): se trata de linfomas que se dividen y multiplican de forma rápida en el cuerpo y, si no se tratan, pueden ser fatales en un periodo de entre 6 meses y 2 años. Los pacientes diagnosticados y tratados en estadios precoces de la enfermedad tienen más posibilidades de experimentar una remisión completa durante varios años y de tener menos recurrencias posteriores.
  • Indolentes (bajo grado): los linfomas se dividen y multiplican de forma lenta. Los pacientes pueden vivir más años con la enfermedad, pero ésta no puede ser erradicada. La supervivencia media a esta forma de LNH es de seis años.

Cómo reconocerlo

Al no existir ninguna prueba de detección precoz, la observación de los síntomas es la única herramienta para diagnosticar un linfoma. Inflamación de los nódulos linfáticos (en cuello y axilas), tos, falta de aliento, pérdida de peso sin aparente explicación, fiebre, sudor exagerado, especialmente de noche, y picores. Estos síntomas, además de responder a una posible infección, también podrían estar asociados a problemas más graves, como el linfoma, por lo que, de persistir en el tiempo, hay que acudir inmediatamente al especialista.

¿Existe cierta predisposición al linfoma?

Aunque no se conoce la razón exacta por la que se produce un linfoma, diversas investigaciones se han centrado en posibles factores que podrían contribuir al desarrollo de un linfoma: factores genéticos, desórdenes auto-inmunes y virus como el VIH.

En cualquier caso, la población anciana es la más proclive a padecer linfomas, ya que, según el Dr. Flores, su sistema inmune está más deteriorado, quedando menos reserva medular y poseyendo menos condiciones físicas. «A partir de los 50-60 años», continúa el Dr. Flores, «no sólo es más común encontrarse con un linfoma, sino que además se trata de pacientes más delicados, porque suelen presentar patologías asociadas que exigen un tratamiento global. Nos encontramos ante tres aspectos que condicionan el enfoque terapéutico: la propia fragilidad del paciente, las co-morbilidades (problemas cardiovasculares, insuficiencia renal, diabetes, enfermedad de Alzheimer), y sobre todo, el estado general del paciente frente al linfoma».

¿Son incurables?

En opinión del Dr. Flores, la mejor baza con la que cuenta el enfermo es su actitud positiva para no rendirse ante la enfermedad. De hecho, aunque los linfomas indolentes o menos agresivos, como los linfomas foliculares, son incurables, el seguimiento terapéutico persigue la remisión temporal del paciente, pudiendo aumentar su calidad de vida y su supervivencia hasta en 8-10 años.

En cuanto a los linfomas más agresivos, como los linfomas difusos de células B grandes, añade el doctor, «nos encontramos ante una enfermedad que se puede curar con los tratamientos adecuados».

Lo último en tratamientos

El tipo de linfoma que presente un paciente es el que determina, por un lado, las posibilidades de curación y, por otro, la terapia más idónea. Las opciones de tratamiento que se barajan en la actualidad son las siguientes:

  • Quimioterapia: es el tratamiento fundamental para la mayoría de los pacientes con linfoma. Su eficacia y agresividad dependen del objetivo perseguido: curación y paliación. El «problema» final de la quimioterapia es que «mata» a las células enfermas, pero no puede acabar con todas. Las células supervivientes se hacen resistentes al tratamiento.
  • Radioterapia: suele utilizarse como complemento a la quimioterapia ?tras la finalización de éste- para tratar grandes masas ganglionares susceptibles de ser irradiadas.
  • Anticuerpos monoclonales: Según el dr. Rueda, del Servicio Oncológico del Hospital Clínico Virgen de la Victoria, de Málaga, la aparición de los anticuerpos monoclonales en el arsenal terapéutico contra los linfomas ha sido el avance más importante que se ha producido en los últimos 20 años. Son un excelente tratamiento, por su eficacia y baja toxicidad, en varios tipos de linfoma y, en combinación con quimioterapia aumenta las tasas de respuesta.

El mecanismo de acción de los anticuerpos monoclonales (AcMo) se caracteriza por la especifidad, esto es: «mata» sólo a las células enfermas. El problema inicial es que una célula sana y una célula neoplásica (cancerígena) son prácticamente iguales. Los AcMo explotan esas pequeñas diferencias entre ambas células atacando únicamente a las células malignas y no a las sanas. Los anticuerpos monoclonales se apuntan como candidatos ideales para combinar con otras estrategias terapéuticas: con quimioterapia, donde se va observando un aumento de la supervivencia, con isótopos radiactivos o con trasplante de médula ósea, aunque los estudios, sobre todo en las dos últimas alternativas, se encuentran aún en estadios muy tempranos para asegurar eficacia.

El primer anticuerpo monoclonal aprobado para su uso contra los linfomas se llama rituximab, y hay otros dos fármacos que serán aprobados en poco tiempo. Este fármaco presenta una curiosa y novedosa forma de atacar al LNH. Se une a la superficie de una proteína ?llamada CD20- que se encuentra en el exterior de algunas células ?las células llamadas B-. El fármaco actúa como una «bandera» que permite al sistema inmune reconocer qué celulas son cancerosas.. Provoca que las células se autodestruyan alterando el proceso por el que se desarrollan. Por otra parte, administrado antes de la quimioterapia, aumenta la sensibilidad del organismo a la acción terapéutica de la quimioterapia.

En definitiva: aún no podemos hablar de erradicación del problema, pero sí de progreso efectivo en el manejo de la enfermedad. La combinación de anticuerpos monoclonales con quimioterapia es la primera combinación farmacológica aparecida, ¡en 20 años!, que mejora significativamente las curvas de supervivencia y los casos de remisión completa del cáncer.

El sistema linfático (meter en un recuadro, da igual en qué lugar)

El sistema linfático incluye una red de finos tubos que se ramifican a través del cuerpo. Los vasos linfáticos llevan linfa, un fluido acuoso incoloro que contiene las células que luchan contra las infecciones llamadas linfocitos. A lo largo de esta red de vasos hay pequeños órganos llamados nodos o ganglios linfáticos. Se encuentran grupos de ellos en las axilas, cuello, ingles, pecho y abdomen. Otras partes del sistema linfático son el bazo, el timo, las amígdalas, y la médula ósea.

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Redacción Consejos

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