Únete a nuestra comunidad
Toda la actualidad del mundo de la salud y la farmacia en Consejos de tu Farmacéutico.
Además, puedes seguirnos en nuestras redes sociales:
El estrés y determinadas emociones pueden dar lugar a una elevación más o menos moderada de la cantidad de azúcar en la sangre, dificultando el buen control de la enfermedad en diabetes tipo 2. La clave está en el cortisol, también conocida como la hormona del estrés que, al elevarse, genera una resistencia a la insulina y altera las cifras de glucemia.
¿Sabías que las situaciones de estrés o de malestar mental pueden alterar los niveles de glucosa en sangre? La explicación está en que, en estas situaciones, los niveles de la hormona del estrés o cortisol se elevan, activando una respuesta fisiológica del organismo que puede generar una resistencia a la insulina y alterar los niveles de glucemia, todo lo cual puede agravar el desarrollo de la patología en pacientes diabéticos, como lo ha demostrado un estudio de la Asociación Europea para el Estudio de la Diabetes (EASD). Pero, además, el estrés y las emociones pueden interferir en las conductas de autocuidado (alimentación, ejercicio y medicación), lo que se conoce como distrés por diabetes, descuidando su control adecuado y predisponiendo a estos pacientes a la depresión.
La diabetes mellitus tipo 2 es un trastorno metabólico multifactorial que se caracteriza por hiperglucemia crónica (aumento crónico de la glucosa en sangre), resistencia a la insulina (alteración en la función de la insulina) y un defecto en la secreción de esta última.
Depresión: un camino de ida y vuelta
Está perfectamente establecida la relación entre el mal control de la glucosa en los pacientes diabéticos y la depresión. Pero es este un camino de ida y vuelta, porque la diabetes puede causar complicaciones y problemas de salud que originen o empeoren los síntomas de la depresión, pero a su vez, la depresión afecta a la capacidad para realizar tareas, comunicarse y pensar con claridad, conduciendo a malas decisiones que afectan a nuestro estilo de vida, como llevar una alimentación poco saludable, hacer menos ejercicio, fumar y aumentar de peso, todo lo cual empeora la diabetes.
En definitiva, es cierto que gestionar la diabetes puede llegar a ser complicado desde el punto de vista emocional, pero con acompañamiento por parte de profesionales, asociaciones de pacientes y del entorno más cercano, se puede disfrutar de una buena calidad de vida y controlarla fácilmente.
Diez consejos para no estresarte
*Por el doctor Julio Maset, experto médico de Cinfa.
- Controla de manera periódica tus niveles de glucemia, tensión arterial y colesterol. Mantener los niveles en parámetros normales puede retrasar o prevenir las complicaciones renales y cardiovasculares. Las mujeres diabéticas deben someterse también a una estrecha monitorización durante el embarazo.
- Realiza ejercicio físico de manera regular. Además de los factores psicológicos, existen otros factores que influyen directamente sobre el estado físico, como la alimentación o el deporte. El ejercicio regular favorece la disminución de glucemia, mejora la sensibilidad a la insulina y ayuda a perder peso.
- Duerme 8 horas al día. Es descanso es fundamental a la hora de mantener los índices de glucemia en su rango.
- Sigue una dieta equilibrada. Los alimentos ricos en fibra como el pan integral, la fruta y las verduras frescas o cocidas, son muy aconsejables, pues la fibra no se digiere y ralentiza el paso de la comida a través del estómago e intestino, lo que disminuye la absorción de hidratos de carbono (azúcares). También las proteínas, presentes en la carne, el pescado, los huevos, el queso o la leche, son necesarias para el crecimiento del cuerpo y la reparación de los tejidos. A su vez, es importante moderar el consumo de grasas y prevenir el aumento del colesterol.
- Mantén un horario de comidas lo más regular posible. Es importante que realices cinco comidas diarias y siempre a la misma hora, ya que esta regularidad contribuye a un mejor control de la glucemia. Si un día vas a comer más tarde de lo habitual, toma, por ejemplo, una pieza de fruta y, después, come normalmente.
- Sé precavido con el azúcar. Es fundamental limitar al máximo la cantidad de azúcares simples ingerida, ya que estos pueden provocar subidas rápidas de la glucemia. Salvo indicación médica en ese sentido, sí está permitido el consumo diario de algunos azúcares de este tipo como frutas frescas, leche o algunos derivados lácteos, mientras que azúcares refinados, miel o repostería deberían consumirse, en todo caso, de manera excepcional. Terrones de azúcar, galletas o refrescos azucarados pueden ayudar a que los primeros signos de hipoglucemia desaparezcan en cinco o diez minutos. La hipoglucemia puede aparecer si la relación entre medicación e ingesta de azúcar no es la correcta. Si no sucede así, podría ser necesaria medicación o asistencia médica.
- Sigue las pautas de tu tratamiento. Si tu médico ya te ha puesto en tratamiento, es importante ajustar las dosis de tu tratamiento a las necesidades reales. Tu médico te informará al respecto.
- Acude a revisiones oftalmológicas regulares. Debes comprobar de manera periódica el estado de tu retina con exploraciones y exámenes del fondo del ojo, con el fin de detectar de manera precoz la retinopatía diabética, primera causa de ceguera en el mundo occidental.
- Cuida y revisa periódicamente tus pies. Es fundamental que examines tus pies con regularidad para evitar el llamado pie diabético, que se manifiesta con la aparición de erosiones, infecciones y, en último término, gangrena, que podría conducir a la amputación. También debes lavarlos diariamente con agua templada, cortarte las uñas con cuidado, usar zapatos cómodos y calcetines que no te aprieten, y evitar caminar descalzo, también dentro de casa.
- No fumes ni bebas alcohol ni cafeína. Estos hábitos son siempre perjudiciales para la salud, pero, si padeces diabetes, pueden provocar la aparición de complicaciones, tanto cardiovasculares, como neurológicas y renales. Además, tanto el tabaco como el alcohol pueden alterar la eficacia del tratamiento.