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“Recientemente he sufrido una tromboflebitis y me han prescrito un tratamiento con anticoagulantes, ¿por qué tengo que tomarlos?, ¿son peligrosos?” Nos escribe… Susana (Madrid)
En ocasiones y de manera anormal, se forman coágulos no deseados en las cavidades del corazón o los vasos del organismo a los que llamamos trombos (trombosis). Si una porción de este trombo se desprende y viaja hasta taponar un vaso (vena o arteria) hablamos de embolia. Si esto se produce, provocar un infarto agudo de miocardio, un ictus, una embolia pulmonar, una trombosis arterial o venosa, etc., dependiendo de la zona a la que se desplace el trombo.
¿Qué puede causar un trombo?
- Déficits congénitos de la coagulación que producen aumento de la coagulabilidad (capacidad de coagular) de la sangre.
- La presencia de una válvula artificial en el corazón (cuerpo extraño) puede producir la formación de coágulos.
- Una alteración del ritmo cardíaco (arritmia) produce un flujo irregular que hace que la sangre tienda a formar coágulos.
Tratamientos preventivos: anticoagulantes orales e inyectables
Una trombosis puede interferir el paso de la sangre y producir complicaciones, por ello es tan importante evitar su formación. Esto se hace administrando medicamentos que disminuyen la coagulación. Los anticoagulantes son un grupo de medicamentos que modifican la coagulación de la sangre. Su objetivo es que el coágulo no se forme dentro de los vasos sanguíneos, haciendo más difícil que se produzca una trombosis o una embolia. Su principal efecto, por lo tanto, consiste en retardar el tiempo de coagulación de la sangre. Son de dos tipos: inyectables y orales, y están indicados en personas que tienen una arritmia llamada fibrilación auricular; en personas que han sufrido una trombosis venosa o embolia pulmonar, para evitar que se repita; en personas con valvulopatías o a las que se les ha implantado una prótesis valvular mecánica; y en personas a las que se les ha diagnosticado alguna enfermedad hereditaria de la sangre (déficit de proteína C o S, mutación del factor V Leiden y otras) o adquirida (Síndrome antifosfolipídico o SAF).
- Anticoagulantes inyectables: se administran de forma intravenosa o subcutánea. Se conocen como heparinas o heparinas de bajo peso molecular (HBPM), y se suelen utilizar en los entornos hospitalarios o cuando hay que sustituir la anticoagulación oral (por ejemplo, porque nos vayamos a someter a una intervención).
- Anticoagulantes orales: se administran por vía oral, como su nombre indica. Existen dos tipos principales de anticoagulantes orales: Antivitamina K (los clásicos), que se usan desde hace más de 70 años e inhiben a la vitamina K, implicada en el proceso de coagulación de la sangre. Estos medicamentos tienen muchas interacciones con otros medicamentos e incluso con suplementos y plantas medicinales, así que no se debe tomar nada sin preguntar al médico o farmacéutico. El otro tipo de anticoagulantes orales son los NACOs (Nuevos Anticoagulantes Orales), de nueva generación. Trabajan inhibiendo distintos factores de coagulación. En este grupo de medicamentos la dosis es fija y no se precisa de controles periódicos para ajustar dosis. Están indicados para pacientes que han sido diagnosticados de fibrilación auricular no valvular y se usan para que estas personas no tengan un ictus. No se recomiendan en pacientes con insuficiencia renal grave ni con válvulas en el corazón. Estos medicamentos no tienen tantas interacciones como los del otro grupo, pero igualmente debe se debe consultar en la farmacia antes de tomar ningún medicamento o suplemento por cuenta propia.